DictaduraEconomía

La economía de Cuba, sin rumbo y sin control

El ministro Alejandro Gil no mencionó ni una vez en su conferencia de prensa la Tarea Ordenamiento y nadie preguntó por ella.

En conferencia de prensa internacional de ayer 14 de octubre, el ministro de Economía cubano, Alejandro Gil compareció para decir que la economía cubana está entrando en una fase gradual de recuperación.

Parece que es él quien únicamente percibe esa mejora. En realidad, no hay indicadores objetivos ni subjetivos que permitan afirmar que la salida del oscuro túnel está a la vista. Alejandro Gil no pudo citar un solo indicador adelantado de la economía que permita intuir esa recuperación en la que confía. Dedicar un valioso tiempo del ministro a decir este tipo de cosas, lejos de contribuir a la credibilidad de la economía cubana y la gestión realizada por sus dirigentes, la hace imposible. Los acreedores internacionales han debido empezar a inquietarse por este tipo de mensajes. El default puede estar cerca.

Los que tienen responsabilidades en la economía de un país no puede estar hablando de «brotes verdes», o de supuestos relativos a que «estamos entrando en una fase gradual de recuperación de la economía cubana», cuando es evidente, que no es así. Lo razonable sería reconocer lo contrario y asumir la gravedad de la situación.

Con solo observar la realidad económica y social de Cuba se ve que no hay salida del oscuro túnel por ningún sitio, y que la economía cubana lleva casi dos años atravesando una recesión, carente de fuerzas para superar la grave crisis, y cada vez más dependiente de las divisas del exterior, que no llegan.

Han sido dos largos años perdidos para el régimen, en los que la gran apuesta, la Tarea Ordenamiento, ha sido un fracaso, provocando más inflación y recesión, y un descontrol fiscal y monetario sin precedentes. Por cierto, el ministro ni ha citado la Tarea Ordenamiento en la conferencia de prensa y nadie le ha preguntado por ella. Parece que ha sido enterrada definitivamente, nueve meses después de su entrada en vigor.

El ministro Gil observa otros aspectos positivos que influyen en su diagnóstico de la economía que tampoco podemos compartir, como que se está produciendo «una diversificación del tejido productivo y mayor participación de los emprendimientos estatales y no estatales». Lo segundo puede ser cierto, desde que el pasado mes de septiembre se aprobó la nueva regulación de MIPYMES y de cooperativas no agropecuarias, pero sinceramente habrá que esperar algún tiempo para que se perciban los efectos, si es que se llegan a manifestar.

En la misma conferencia de prensa, Gil dijo que en su opinión, este mejor comportamiento de la economía responde a tres factores: el control del Covid-19, el esfuerzo de los científicos y médicos, y los resultados del proceso de vacunación. Cierto es que dominar la pandemia es condición necesaria, pero no suficiente, para que las economías reboten y recuperen los niveles anteriores. Existen suficientes evidencias de que confiar a los datos médicos la recuperación económica no sirve.

Quizás por ello, al mismo tiempo, el ministro señaló que «no se pueden crear falsas expectativas», apuntando que la caída del PIB del 11%, experimentada por la economía en 2020 fue provocada por el «recrudecimiento del bloqueo y la llegada de la pandemia», de tal modo que no cabe esperar una recuperación en el corto plazo, ni en «un mes ni en dos», aun cuando «se hayan creado las condiciones para iniciar un proceso gradual de recuperación de la actividad económica».

En el capítulo de los incumplimientos del plan, Alejandro Gil reconoció que el crecimiento del PIB en 2021 no superará el 2,2%, lejos, muy lejos del 6% previsto, lo que obligará a una rectificación y/o ajuste de las cuentas públicas acorde al nuevo escenario. La cuestión es en qué se basa el ministro para asegurar que este débil crecimiento de la economía en 2021 puede ser el comienzo de una etapa gradual de recuperación de la economía, con pronósticos favorables para el próximo año. Viendo los datos desde esta perspectiva, hay que empezar a pensar que el pronóstico del 2,2% para 2021 parece exagerado, y que la economía cubana, sin motores internos, puede quedar muy por debajo de esa cifra nuevamente.

En realidad si desde 2020 la economía cubana se encuentra postrada y no consigue potenciar sus fuerzas internas, no existe motivo alguno para suponer que este escenario vaya a verse modificado, sobre todo en lo referente a los niveles de oferta de determinados productos a la población, que siguen siendo escasos y generando crisis de abastecimientos desde mediados de 2019. La recuperación de la oferta es un asunto pendiente, especialmente agravado por las medidas de la Tarea Ordenamiento que trastocaron los débiles equilibrios existentes antes de su implantación.

La apuesta del ministro es la reapertura del turismo, y afirmó que en este año no se alcanzará el objetivo de 2,2 millones de visitantes internacionales (otro incumplimiento más) además de que otros servicios complementarios vinculados a este sector puedan ir a mejor, y por el resultado que cabe esperar de una «serie de medidas que el régimen ha ido implementando, entre ellas las transformaciones en el funcionamiento y diseño de la empresa estatal (actor principal de la economía) y en el sector no estatal: cambios en el trabajo por cuenta propia, constitución de las primeras MIPYMES y ampliación de las cooperativas no agropecuarias».

Medidas todas ellas recientes a las que hay que dar tiempo y pensar que, con el marco que ha sido diseñado, tienen escasas posibilidades de dar resultados. Eso sí, ni una sola palabra a la Tarea Ordenamiento, en lo que se puede considerar el enterramiento definitivo de esta política económica.

Alejandro Gil anunció que en 2022 se espera una cifra superior de turistas a los dos millones y «se confía que esta actividad tenga un aporte importante en la recuperación de la economía». Todo basado en la confianza y la expectativa. La economía cubana se encuentra fuera de control, con un modelo agotado e inservible y una absoluta falta de ideas de los dirigentes para resolver la crisis. Los acreedores internacionales habrán tomado buena nota de todo ello.

 

 

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