La ficción y los acontecimientos: para pensar los autoritarismos contemporáneos
Hace unos días vi una película del año 1977, Un día muy particular (Una giornata particolare) del director Ettore Scola. La trama se desarrolla el día que Hitler visita Italia y es festejado en Roma por el dictador Benito Mussolini, año 1938. En el edificio donde se desarrolla la trama, las familias son convocadas a asistir a una parada en honor a Hitler. Atrás queda una ama de casa, Antonietta, madre de 6 hijos, que ha preferido completar las tareas domésticas aún pendientes. Cuando abre una ventana se escapa la mascota de sus hijos, un pájaro que se posa en el balcón del vecino, Gabriele, un homosexual al que le han notificado su internamiento en un campo de concentración. El encuentro fortuito estará matizado por una complicidad inesperada: ella se siente atraída por un hombre distinto que se interesa en ella, mientras él busca en la mujer desaliñada y envejecida una compañía. Gabriele paga un impuesto especial por no tener hijos, situación que contrasta con el deseo de Antoniettta de un séptimo hijo para recibir una bonificación del Estado. De esa contrariedad aflora cierta afinidad, se trata de existencias disminuidas, abocadas a una condena: el confinamiento. Ella en su casa-cárcel, él en un campo de concentración.
A veces la ficción le lleva la delantera a los acontecimientos—por ejemplo, las novelas y películas que nos advirtieron de las catástrofes climáticas que hoy sufrimos—o bien puede producirse un deja vu, la sensación de haber vivido el presente; por ejemplo, los impuestos a personas solteras, los decretos que protegen la natalidad, las leyes que convierten a los homosexuales en enemigos del Estado, la prohibición del aborto, la censura de libros. Hoy por hoy son políticas que promueven gobernantes autocráticos como Putin y son centrales en democracias iliberales que esconden sus prácticas no democráticas detrás de instituciones y procedimientos formalmente democráticos. La semana pasada en Rusia se aprobó una ley que penaliza a las mujeres que discutan en público su decisión de no tener hijos. Meses atrás el gobierno talibán en Afganistán, prohibió la voz de las mujeres fuera de sus casas, expulsándolas de su lugar en la esfera pública como ocurría con los esclavos en la Antigüedad. No hay mucha distancia ideológica entre el argumento de Putin sobre la grandeza de la nación por la vía demográfica—las mujeres que cumplan con la cuota de hijos—y el comentario del republicano vicepresidente de USA JD Vance sobre la supuesta locura de mujeres que no tienen hijos y adoptan gatos. Vance también propone un impuesto adicional a las mujeres sin hijos porque no contribuyen al futuro de la nación. A Gabriele, el protagonista de Un día muy particular, el pago de un impuesto especial no lo libra de ser enviado a un campo de concentración. Lo que nos recuerda que el candidato republicano a la presidencia Donald Trump ha prometido deportar a quienes considera indeseables. Igualmente, ha dicho que protegerá a las mujeres, aunque éstas no lo consientan o les disguste (“whether they like it or not”).
Posiblemente he obviado las sutilezas, entretiempos y regímenes políticos, pero salta a la vista el vínculo entre políticas reproductivas y legislaciones que estigmatizan a los improductivos, no solo porque su orientación sexual representa un desvío de los valores nacionales sino porque ponen en riesgo una demografía supuestamente amenazada por migrantes de piel oscura, con otra lengua y otras costumbres: “They eat the dogs, they eat the cats”. Las estrategias son similares: erosionar los derechos ciudadanos, apropiarse de preocupaciones reales—migración, inflación– para dotarlas de un contenido reaccionario, destruir la deliberación política mediante la fabricación de mentiras, enmendar la constitución para erosionar las instituciones de la democracia.
En fin, los autócratas del siglo 21 son herederos, descendientes, imitadores de los tiranos del siglo 20. Aunque con diferencias ideológicas—Ortega en Nicaragua, Orbán en Hungría, Milei en Argentina, Donald Trump en USA– tienen un enemigo común: gente como nosotros.
MARÍA ISABEL QUIÑONES: Profesora jubilada, UPR, Río Piedras – Facultad de Estudios Generales
Departamento de Ciencias Sociales