Inflación y devaluación monetaria son la misma cosa: la subida generalizada de precios (inflación) es siempre pérdida de poder adquisitivo (devaluación). Por otra parte, el tipo de cambio con respecto a divisas extranjeras está muy relacionado con ese tándem inflación-devaluación, pero es un vínculo mediado por factores exógenos: comercio exterior, endeudamiento, Producto Interno Bruto (PIB), valor de la moneda foránea o estabilidad política.
Para entender cómo evolucionará la inflación-devaluación, hay que analizar los factores que contribuyen a la oferta y a la demanda agregada; es decir, la suma totalizadora de oferta y demanda de los tres actores económicos: familias, empresas y Gobierno. Permaneciendo el resto constante, aquello que aumente la demanda o disminuya la oferta es inflacionario.
Por ejemplo, la tremenda inflación que vivió Cuba en 2021 se debió fundamentalmente al aumento de salarios y pensiones sin contrapartida productiva, llegado con la Tarea Ordenamiento. Eso multiplicó la liquidez en manos privadas, disparando la demanda de bienes y servicios. Ese efecto, en su mayor parte, ya está absorbido en los precios actuales, con lo que no es un factor determinante para el futuro.
Lo que sí queda de 2021 es la disrupción de las cadenas internacionales de valor, los cuellos de botella en producciones clave, serios problemas logísticos y un escalofriante endeudamiento público global, todo lo cual dificulta las importaciones cubanas. Esto ya se refleja en cómo han escalado los precios en las tiendas MLC y, en consecuencia, en el aumento de los precios en moneda nacional vía revendedores y devaluación del peso cubano (CUP) frente a las divisas.
Las apuestas del Gobierno para contrarrestar ese escenario que tensa las ventas tradicionales cubanas —azúcar, tabaco, ron, médicos, níquel— e intentar controlar la inflación-devaluación, son el turismo, las MIPYMES, la biotecnología, un aumento generalizado de la producción nacional y Joe Biden. Analicémoslas una por una.
Turismo
La industria turística es la apuesta más importante, por ello, ha acaparado una parte desproporcionadamente grande de la inversión nacional. Sin embargo, comparando con destinos similares en el Caribe, no se ve un renacer de esta industria en Cuba, más bien, se prevé un frenazo ahora que se ha enfriado el mercado ruso —el mayor durante el último año— a causa del conflicto bélico en Ucrania.
Lo peor es que hay serias dudas de cuándo el movimiento internacional de turistas alcanzará los niveles de flujo prepandémicos, no digamos superarlos, y, además, aún no se ha disipado la amenaza de nuevas cepas de coronavirus que obliguen retomar medidas de aislamiento.
MIPYMES
Las Micro, Pequeñas y Mediadas Empresas (MIPYMES) son otra gran apuesta de dudoso resultado. El ambiente inflacionario acentúa las dificultades de financiación, que pasan por la necesidad de endeudarse en moneda extranjera, con el peligro de que cada vez que el dólar estadounidense se valoriza, se torna más pesada la carga de su devolución en pesos. Esa falta de capitales es un freno para el florecimiento empresarial.
De hecho, la mayoría de las MIPYMES creadas son de cuentapropistas reconvertidos, y eso que inicialmente se debió producir un efecto base, es decir, creación simultánea de muchas nuevas empresas, porque existía un stock acumulado de proyectos que por la legislación precedente no podían realizarse. Una vez agotado ese stock, la velocidad de creación de MIPYMES disminuirá.
Además, bajo la premisa gubernamental de igualar en trato fiscal a empresas estatales y privadas, se están imponiendo a las nacientes MIPYMES las mismas condiciones de contratación y protección laboral que asumen las empresas estatales, lo que equivale a ponerle la misma ancla a un trasatlántico —las enormes empresas estatales— y a un pequeño bote —las MIPYMES—. Una decisión suicida… o asesina.
En cualquier caso, como el índice de mortalidad de estas empresas es altísimo —y en Cuba puede serlo más—, podría estabilizarse el número de MIPYMES en una cantidad insuficiente para marcar alguna diferencia macroeconómica.
Aumento de la productividad
La otra estrategia antiinflacionaria es aumentar la producción nacional, algo que solo funcionaría si es un aumento intensivo, basado en obtener más utilidad por cada trabajador. Sin embargo, los imperceptibles incrementos de producción reportados por el Ministerio de Economía se están logrando de manera extensiva, es decir, adicionando nuevos trabajadores a la industria y al campo, camino limitadísimo por la reducida acumulación de capital físico y la falta de inversión en esos sectores.
Como cada trabajador nuevo contribuye a la oferta, pero también a la demanda, y teniendo en cuenta la baja productividad del trabajo en Cuba, puede que la demanda vía salarios aumente más rápido que la oferta vía bienes y servicios producidos por la nueva mano de obra, lográndose un efecto inflacionario contrario a lo pretendido por el Gobierno. A ello apunta la queja del titular de Economía en la reciente reunión anual de su ministerio: «ahora la gente gana mucho más, pero hace lo mismo que antes».
Extrañamente, el razonamiento antiinflacionario del Gobierno cubano obvia uno de los modelos más básicos y fundamentales de la teoría macroeconómica, la curva de Philips, que relaciona negativamente desempleo e inflación a corto plazo, estableciendo que, a mayor cantidad de gente empleada, mayor será la inflación.
Tampoco ayuda que se haya permitido a las empresas estatales pagar salarios y dividendos sin control central, eso pone más liquidez en manos de las familias, lo que aumenta su capacidad de demandar, al mismo tiempo que reduce los ingresos de un Gobierno negado a disminuir sus gastos y, por tanto, que seguirá monetizando su creciente déficit fiscal. Lo peor es que pagar más no generará aumento de productividad del trabajo, dada la descapitalización acumulada en la industria y el campo.
Biotecnología
La ausencia de información es en sí misma información sobre el fracaso de las pretensiones biotecnológicas cubanas. Para estas fechas, el Gobierno preveía que hubiese una animada demanda internacional de sus vacunas; sin embargo, quitando algunas excepciones políticamente esperables —Irán, Venezuela, Bolivia, Nicaragua— no parece que haya nadie interesado en las Soberana o Abdala. Además, el estancamiento del proceso de homologación de las vacunas criollas ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) es muy mal presagio para el futuro comercial del monopolio estatal BioCubaFarma.
Joe Biden
Efecto ambiguo tendría el aumento de los vuelos desde Estados Unidos y la instauración de un mecanismo para recibir remesas en moneda extranjera sin pasar por GAESA. El dinero que entra por esa vía va a las familias y no al Gobierno, lo que aumenta la demanda y la velocidad de circulación monetaria, presionando los precios al alza, algo que sufrirá más la parte del pueblo sin acceso regular a divisas.
Parece descartada una atenuación del embargo en este periodo presidencial estadounidense.
Factores externos
Fuera de las fronteras cubanas, los bancos centrales importantes —Estados Unidos, Europa, China, Japón, Reino Unido— amenazan con disminuir su base monetaria, provocando que endeudarse externamente sea más caro y difícil y, además, que sean más costosos los intereses que han de pagarse por la deuda ya contratada. El Gobierno cubano podrá financiarse menos y tendrá que destinar más divisas al servicio de la deuda.
Si los bancos centrales concretan la anunciada subida de tipos de interés durante seis o siete trimestres, Cuba tendrá que ofrecer márgenes de beneficio mayores para atraer inversión extranjera, pues estará compitiendo con opciones menos riesgosas, más líquidas y ahora con mejor rendimiento, lo que iría en detrimento del ingreso de la parte cubana en los negocios mixtos.
Para colmo, a causa de la guerra en Ucrania están marcando récord los precios del trigo y el maíz —que están entre las seis principales importaciones alimenticias de la Isla—, lo que complicará la oferta de productos básicos como el pan y, además, impedirá que se recupere la producción nacional de piensos; con lo que la carne de cerdo, que tanto peso tiene en la cesta tipo del consumidor cubano, seguirá encareciéndose.
Otro efecto del belicismo de Putin vendrá vía precios del petróleo. En enero de 2021 los cubanos sufrieron un gran aumento en la tarifa eléctrica, pero el presupuesto estatal cubría aún 17.800 millones de pesos del consumo eléctrico, calculados a un precio del barril de petróleo inferior a los 80 dólares. Hoy el barril se acerca a los 130 dólares, lo que implica un aumento inmenso de ese subsidio, que se reflejará en un ahondamiento del agujero fiscal.
Y teniendo en cuenta que el chavismo es el mayor abastecedor de petróleo del castrismo, y que mientras mejor se pague el oro negro en el mercado internacional más costoso en términos de oportunidad será para Venezuela mantener los envíos a Cuba, habrá que ver cómo evoluciona esta opaca relación entre dictaduras, que desde hace décadas ha sido el salvavidas del quebrado régimen de La Habana.
El Gobierno cubano, por temor a la inestabilidad política, no puede recortar la oferta energética (apagones) ni subir la tarifa eléctrica o el precio de los combustibles automotores. Previsiblemente, priorizará la encarecida importación de energía a costa de importar menos otros productos.
Proyección inflación + tipo de cambio
Las complicaciones de la producción internacional, las decisiones de los bancos centrales importantes y la guerra en Ucrania son factores externos que reducirán la capacidad del Gobierno cubano para aumentar la oferta interna de bienes.
Tampoco parece que el turismo vaya a despegar, que las MIPYMES generen suficiente valor, que las numerosas medidas aprobadas para aumentar la productividad de la empresa estatal resulten efectivas, que la agricultura consiga un aumento importante de oferta, que las vacunas cubanas se vuelvan un éxito comercial o que Biden pueda tirar un capote.
Todo, sin excepción, apunta a que a corto plazo la oferta agregada de la economía cubana se mantendrá estable o incluso disminuirá más, mientras que la demanda agregada —tanto la privada como la estatal— continuará aumentando. Menos oferta y más demanda resulta en más inflación.
Pero, incluso suponiendo que aumente la oferta y se controle la inflación a corto plazo, ello no significará una revalorización del dinero nacional, pues este ganaría utilidad para transar, pero para las restantes funciones de la moneda —unidad de cuenta y depósito de valor— sería aún más eficiente y confiable el dólar, con lo que la gente podría continuar demandando dólares y mantener en pesos solo la cantidad imprescindible para consumo inmediato.
Aunque el Gobierno ha anunciado un próximo paquete de medidas antiinflacionarias, el arsenal a disposición del Ministerio de Economía es realmente limitado, y en este asunto los voluntarismos suelen generar más problemas que soluciones. Más creíble es que se siga recurriendo a la monetización del déficit fiscal para financiar los gastos estatales, lo que será, con respecto a la inflación, como querer detener una hemorragia a puñaladas.
Por lo tanto, durante los próximos meses continuará el aumento generalizado de los precios en Cuba; eso sí, a ritmo menor que en 2021. Pero esta inflación aún alta y constante es muy problemática, pues las expectativas de los agentes tienden a interiorizar la inflación como variable dentro de sus cálculos y, por lo tanto, el ciclo alcista se retroalimenta, haciéndose muy difícil de detener.
El actual valor de 100 pesos por un dólar puede permanecer estable un tiempo, pero es un equilibrio que terminará rompiéndose a favor de la moneda americana; la permanencia de la escasez, la embajada estadounidense abriendo sus puertas y la llegada del verano, son factores que incidirán en ello.
Recomendaciones
Con divisas suficientes, la inversión inmobiliaria en Cuba puede proveer buenos retornos si se está dispuesto a esperar un largo plazo, principalmente en zonas turísticas que terminarán despertando. Cualquier otro negocio en Cuba es excesivamente riesgoso y poco atractivo.
Hay que deshacerse de los pesos cubanos tan rápido como se pueda; los ahorros han de acumularse en divisas, preferiblemente dólar, y, alternativamente, comprar todo lo posible para acaparar bienes y no dinero.
Dicho esto, la mejor recomendación es huir del país lo antes posible.