CorrupciónDemocracia y Política

La izquierda de Errejón y Sánchez

«Feminismo y corrupción eran las dos causas que sostenían a esta izquierda farisea. Ambas se han desmoronado a la vez»

La izquierda de Errejón y Sánchez

      Alejandra Svriz

 

 

Tenían razón los que en el Partido Socialista se negaban a pactar con Podemos. Tenía razón Pedro Sánchez cuando decía que no podría dormir por las noches con Podemos en el Gobierno. Y se equivocaba profundamente el propio Sánchez al corregir esa primera intuición para entregarse a Pablo Iglesias, primero, y a su versión femenina más mundana y esperpéntica, después.

El daño infligido al país por Podemos y su extensión, Sumar, no hubiera sido tan irreparable si el Partido Socialista Obrero Español no hubiera unido su destino a él ni abrazado lo peor de su programa como hizo Sánchez en uno de sus famosos quiebres para conservar el poder. Ahora, con la caída a los infiernos de Íñigo Errejón, no es sólo esa izquierda radical la que se va por el sumidero, sino toda la izquierda que, por activa o por pasiva, fue cómplice de su arrogancia y su hipocresía.

El abrazo entre Sánchez e Iglesias puso fin a varias décadas de política socialista contraria a los acuerdo de gobierno con los comunistas, con el paréntesis del pacto electoral de Joaquín Almunia con Izquierda Unida que tan pésimo resultado tuvo. Decía justificarse el compromiso con Podemos en la aritmética electoral, que impedía un Gobierno monocolor, pero, en realidad, respondía a una realidad más profunda: la convicción en el PSOE de que su viejo ideario estaba caduco y la izquierda heredera del 15-M representaba el futuro de toda la izquierda.

Tenían razón los que en el Partido Socialista se negaban a pactar con Podemos. Tenía razón Pedro Sánchez cuando decía que no podría dormir por las noches con Podemos en el Gobierno. Y se equivocaba profundamente el propio Sánchez al corregir esa primera intuición para entregarse a Pablo Iglesias, primero, y a su versión femenina más mundana y esperpéntica, después.

El daño infligido al país por Podemos y su extensión, Sumarno hubiera sido tan irreparable si el Partido Socialista Obrero Español no hubiera unido su destino a él ni abrazado lo peor de su programa como hizo Sánchez en uno de sus famosos quiebres para conservar el poder. Ahora, con la caída a los infiernos de Íñigo Errejón, no es sólo esa izquierda radical la que se va por el sumidero, sino toda la izquierda que, por activa o por pasiva, fue cómplice de su arrogancia y su hipocresía.

El abrazo entre Sánchez e Iglesias puso fin a varias décadas de política socialista contraria a los acuerdo de gobierno con los comunistas, con el paréntesis del pacto electoral de Joaquín Almunia con Izquierda Unida que tan pésimo resultado tuvo. Decía justificarse el compromiso con Podemos en la aritmética electoral, que impedía un Gobierno monocolor, pero, en realidad, respondía a una realidad más profunda: la convicción en el PSOE de que su viejo ideario estaba caduco y la izquierda heredera del 15-M representaba el futuro de toda la izquierda.

Se equivocan quienes piensan que este asunto puede beneficiar al PSOE porque le permitirá hacerse con los votos que, con seguridad, huirán de Sumar. Dudo que así sea. La desmoralización en la izquierda es total y, a mi entender, no se detiene en fronteras entre la más radical y la más moderada. Es todo un esquema de valores, que el PSOE compró por completo, el que se ha desplomado con Errejón; es toda una versión superficial, utilitarista y altanera de la política, que el PSOE practicó a fondo, la que ha quedado en evidencia con Errejón.

Hubo un tiempo en el que el PSOE creyó que para frenar a Podemos había que parecerse a Podemos. Muchos analistas llegaron a elogiar a Sánchez por su habilidad para ocupar el espacio de Podemos y acabar con Iglesias. Aunque esta historia no ha acabado y es posible que no terminara de hacerlo, lo cierto es que si lo consiguió temporalmente fue al precio de que el PSOE se confundiese tanto con Podemos-Sumar que en algunos asuntos es difícil saber dónde empieza uno y termina otro. No olvidemos que fue Sánchez quien firmó la ley del “sólo sí es sí”, que es Sánchez quien defiende la política de vivienda o los impuestos a las eléctricas y los bancos y que es Sánchez quien recorrió el mundo intentando el aislamiento de Israel. La casualidad ha querido -o tal vez no sea tan casual- que el escándalo de Errejón se solape con otro igualmente funesto de corrupción en el PSOE. Feminismo y corrupción eran los dos pilares sobre los que se asentaba esa coalición supuestamente progresista. Ambos se han desplomado a la vez y, con ellos, toda la retórica que ha sostenido desde hace años a esta izquierda fraudulenta.

 

 

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