Democracia y PolíticaEconomía

La nueva y buena Constitución

El sistema político debe garantizar un nuevo sistema electoral que represente a las grandes mayorías y no uno que lo fragmente.

Después de casi 100 días de negociaciones entre las fuerzas políticas del país para intentar un nuevo esfuerzo para diseñar una nueva (y buena ) Constitución para Chile, se llegó a un acuerdo para comenzar el trabajo en pos de ese objetivo.

No pretendo iniciar aquí una nueva enumeración de las características que rodean este nuevo intento, pero sí marcar las diferencias con el intento anterior, que condujo a un desastroso resultado para el oficialismo, al haber sido rechazada esa propuesta por abrumadora mayoría, convirtiéndose ese dato, en la pieza clave del devenir político de nuestra nación.

La revolución que remeció al país desde octubre de 2019, no sólo estuvo marcada por la violencia, en el accionar político, sino que también se convirtió en una trampa para el control del orden público para la generación que tomó el poder a contar de marzo de este año, empezando por el actual Presidente quien, a partir de la revuelta, rechazó todas las iniciativas que se levantaron para ordenar el intento de quiebre del Estado de derecho y del imperio de la Ley. Asimismo, permitió que el terrorismo y el desorden migratorio se extendiera en amplias regiones del país.

La pregunta que me hago es ¿habría sido posible que Apruebo Dignidad, o sea el PC más el Frente Amplio, conquistara el poder en las últimas elecciones presidenciales, sin tener una base que recurriera, sin escatimar detalles, a la violencia como método sistemático, que no solo lo utilizara como un mecanismo de chantaje, por medio de la alteración del orden público, y buscara así brutalmente derrocar al Presidente de la República, quien había alcanzado el poder en forma democrática?

Es claro que las condiciones políticas cambiaron después dramáticamente, y la gente no solo comprendiera el impacto en sus vidas y en el bienestar de sus familias si el texto de la Convención se llegara a aplicar, sino que también el sistema político y económico propuesto conducía a los ciudadanos y empresas a una debacle mayúscula.

Sabiamente el pueblo de Chile anticipó y detuvo los cambios que se establecían en aquella proposición de Constitución.

Por tanto, sin violencia, sin chantaje, serían las ideas las que determinarán el futuro de nuestro país, y a contrario sensu, los extremistas de izquierda tendrán que extremar sus esfuerzos para demostrar que las ideas que aparezcan en la nueva y buena Constitución convenzan a las grandes mayorías, porque el control del poder político democrático está ahora en disputa y el péndulo se mueve peligrosamente para ellos en sentido opuesto a lo que se pretendió imponer hace un par de años.

Así, dos reflexiones finales. La economía debe ser devuelta a una trayectoria de más inversión, más crecimiento y por tanto de más creación de empleos productivos y de buena calidad. Es decir, para mayor bienestar para los trabajadores y sus familias. Eso debería garantizar un nuevo marco jurídico provisto por una nueva Carta Magna.

El sistema político debe garantizar un nuevo sistema electoral que represente a las grandes mayorías y no uno que lo fragmente y que permita a minorías que, mediante la fuerza y el totalitarismo, controlen el poder e inhiban la libertad de los ciudadanos.

 

 

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