La oposición venezolana debería inspirarse en un inusitado personaje
Meses después de firmar en Barbados un acuerdo político de amplio alcance que allanó el camino para unas elecciones presidenciales libres y justas en Venezuela este año, el gobierno y la oposición están nuevamente enfrentados. El régimen de Nicolás Maduro se aleja flagrantemente del acuerdo alcanzado en octubre, dejando a la oposición, bajo el liderazgo de María Corina Machado, con opciones limitadas. En vísperas de la irracional fecha límite para inscribir candidatos, el 25 de marzo, la oposición podría seguir el ejemplo de una figura improbable: Juan Domingo Perón en 1973.
A medida que líderes de la oposición afinan alianzas a marcha acelerada en Caracas, tienen un camino estrecho con pocas opciones para garantizar una transición exitosa a la democracia. La primera opción es ignorar la supuesta inhabilitación de María Corina Machado y seguir adelante. Machado podría fingir que no hay inhabilitación, o que el gobierno será incapaz de aplicarla. El problema con este plan, aparte de colocar el nombre de Machado en la papeleta en contra de los deseos del gobierno, es que le da a Maduro un codiciado regalo: una excusa fácil para reclamar la victoria simplemente diciendo que todos los votos por Machado son nulos. Además, esta opción probablemente dividiría a la oposición, lo que es otro regalo para el autócrata.
La alternativa es que la oposición elija a otro candidato que no sea Machado. Esto también sería arriesgado. Sus índices de aprobación son los más altos entre los líderes de la oposición y muchos de sus votantes no se sentirían representados. Esta alternativa daría a Maduro otra ventaja: un candidato de la oposición con escaso atractivo.
La tercera opción es que Machado elija a un candidato designado o sustituto. Esto, sin duda, parece poco atractivo para Machado ahora. Una candidata con tal ventaja en las encuestas como Machado lo tendría difícil para hacerse a un lado, y algunos de sus seguidores podrían encontrar decepcionante ir con algo distinto a su primera opción. La historia demuestra que, en América Latina, muchos candidatos a los que se les prohíbe presentarse a las elecciones (normalmente, expresidentes que se enfrentan a problemas legales o cuyas constituciones les impiden presentarse) eligen candidatos sustitutos, y esta elección a menudo resulta contraproducente. En Ecuador, los candidatos reemplazo del expresidente Rafael Correa han perdido dos elecciones presidenciales consecutivas. Y cuando los candidatos designados ganan, pueden volverse contra sus antiguos mentores (Luis Arce en Bolivia, Juan Manuel Santos en Colombia).
Sin embargo, hay ocasiones en las que los candidatos designados funcionan. Quienes debaten el futuro de Venezuela pueden utilizar acontecimientos que tuvieron lugar hace cinco décadas como modelo para la democratización.
El momento de Perón
En el contexto de los regímenes autoritarios, el ejemplo más famoso de candidatos sustitutos que ayudaron a la democratización fue el del argentino Juan Domingo Perón en 1973. La Junta Militar de entonces estaba dispuesta a permitir unas elecciones democráticas, pero con una condición: prohibir la participación de Perón. Su solución fue apoyar a un candidato designado, Héctor Cámpora.
Presentado entonces por el Frente Justicialista de Liberación, Cámpora ganó las elecciones de marzo de 1973 con 49,6% de los votos. Asumió el cargo en mayo, permitió que Perón regresara a Argentina y, en menos de dos meses, dimitió para permitir unas nuevas elecciones más democráticas en las que Perón pudiera presentarse. Perón fue elegido presidente en septiembre de 1973.
La oposición venezolana se enfrenta hoy a un momento similar. Machado es tan popular que cualquier persona que ella elija probablemente ganará, siempre que no sea uno de los políticos de la clase dirigente de viejo cuño.
La diferencia entre los casos de Perón y Machado es que la Junta Militar permitió competir al candidato sustituto de Perón. Hay razones para pensar que Maduro prohibirá a quienquiera que Machado elija. Este plan no está exento de riesgos, pero dada la futilidad de otras opciones, es una jugada en la que vale la pena pensar.
Cómo llegamos hasta aquí
Se suponía que el acuerdo de Barbados cambiaría las cosas en dos niveles: reintroduciría la esperanza de democracia a nivel nacional y reincorporaría el petróleo venezolano a los mercados occidentales. Pero los últimos acontecimientos están demostrando que todo el mundo estaba equivocado, ya que el régimen de Maduro ha adoptado un nuevo cálculo.
En enero, la dictadura mantuvo las prohibiciones contra Henrique Capriles y María Corina Machado, eliminando a los dos líderes más influyentes de la oposición, y a principios del mes pasado recurrió a la detención de Rocío San Miguel, una activista de derechos humanos de alto perfil y experta en asuntos militares, intensificando la represión contra la sociedad civil en lo que ya es un estado de terror bien establecido. Poco después, el gobierno también expulsó a la delegación venezolana de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH).
La interpretación más generosa de lo que le ocurrió a Maduro es que experimentó un momento de devolución en Amazon. Como muchos compradores en Amazon, el régimen se interesó en comprar un nuevo artículo en 2023 (buenas relaciones con Estados Unidos), jugueteando con la idea durante muchos meses (manteniendo el artículo en el carrito de la compra mientras las negociaciones iban y venían entre Maduro y Estados Unidos). Finalmente, el régimen decidió hacer el pedido (el acuerdo de Barbados), con la esperanza de recibir un reembolso (alivio de las sanciones). El gobierno probó el nuevo producto y permitió a la oposición realizar primarias. Y entonces, de repente, el régimen cambió de opinión. El gobierno decidió que no le gustaba lo que había comprado, un caso clásico de remordimiento del comprador.
¿Por qué el régimen de Maduro se arrepintió de su compra sólo unas semanas después de hacer el pedido? La razón es que las primarias arrojaron el resultado que el gobierno menos quería: Machado ganó con 93%, y la votación señaló la unidad en lugar de una división dentro de la oposición. Este resultado hizo imposible el escenario soñado por el gobierno para unas elecciones presidenciales: competir contra una oposición dividida.
Un nuevo dilema
Ahora el gobierno desafía el espíritu del acuerdo auspiciado por Estados Unidos– y la buena voluntad de Noruega y los países de la UE que esperaban un avance definitivo– arriesgándose a la reimposición de las sanciones económicas. Pero, como dijo la vicepresidenta Delcy Rodríguez hace unos días, Venezuela está “preparada para vivir” sin el alivio de las sanciones, lo que significa que el régimen prefiere vivir en la pobreza antes que en una democracia, en la represión y la manipulación antes que en unas elecciones libres y justas, y prefiere depender del narcodinero antes que de la ayuda occidental.
La postura del gobierno pone a la oposición ante un nuevo dilema. Cuando un gobierno intenta inhabilitar a los candidatos presidenciales sin el debido proceso, destruye la democracia. La mejor alternativa para la oposición no es negar lo obvio y pretender que la voluntad del pueblo –o el mejor candidato del pueblo– prevalecerá de alguna manera.
La mejor alternativa es intentar ser más astuto que el gobierno. Los candidatos designados, en determinadas condiciones, pueden servir siempre que no lleven demasiado equipaje y cuenten con el pleno respaldo del personaje político favorito del país. Es una decisión arriesgada, sin duda, pero es el riesgo es menor que dar a la dictadura excusas fáciles para que no cuente los votos.
Javier Corrales es el Profesor de Ciencias Políticas Dwight W. Morrow 1895 en Amherst College. Su último libro, Autocracy Rising, fue publicado en 2023.
Artículo publicado en America’s Quaterly