La pasión de Albert Camus y María Casares
Se publica la correspondencia inédita entre Albert Camus y la actriz española María Casares. Relaciones prohibidas, engaños, momentos eróticos, celos… Los amores epistolares han sacado a la luz las intimidades de personajes históricos.
Casi 900 cartas en quince años se cruzaron el premio Nobel de Literatura Albert Camus y la actriz María Casares. «Nunca me he sentido más pleno de fuerza y vida. La enorme alegría que me llena levantaría el mundo», escribe Camus a Casares. Ella le responde: «Toda mi vida se quedará corta para amarte».
Albert Camus y María Casares se hicieron amantes en París la noche del desembarco de Normandía. Él estaba casado
María, que había acompañado al exilio a su padre, Santiago Casares Quiroga, primer ministro de la Segunda República, encadenaba giras internacionales con la Comédie Française. Por su parte, él tenía otras relaciones, además de estar casado en segundas nupcias con Francine Faure, lo que explica sus frecuentes separaciones y el gran número de cartas que se escribieron. Se conocieron en casa de un escritor, se hicieron amantes la noche del 6 de junio de 1945, el día que se produjo el desembarco aliado en Normandía.
Cuando terminó la guerra, la mujer de Camus regresó de Argelia. En 1940 dio a luz a los mellizos Catherine y Jean. La paternidad del escritor apartó a María. Rompieron. Pero se reencontraron por casualidad ocho años después y retomaron la relación. Hasta la muerte del escritor, fallecido en un accidente en 1960. María quedó desolada. Siguió soltera hasta 1978: se casó con uno de sus mejores amigos, André Schlesser. Y murió en 1996.
Promesas y mentiras
El escritor francés Albert Camus y la actriz española María Casares se cruzaron 865 cartas durante los 15 años que duró su romance. En algunas, ella le dice que él le recuerda a Humphrey Bogart
La ardiente correspondencia entre Camus y Casares, que ahora publica la editorial francesa Gallimard en un tomo de más de 1.220 páginas, se une a la larga lista de relaciones epistolares que nos han llegado del pasado. «Mis pensamientos regresan sin cesar a las deliciosas horas en que estaba sentada en tus rodillas y apretada contra tu corazón y cuando sentíamos lo mucho que nos adorábamos», dice la princesa Victoria Eugenia a su prometido Alfonso XIII en un documento, publicado en la compilación Grandes cartas de amor de la editorial La Esfera de los Libros.
Gustav Mahler descubrió la infidelidad de su mujer, Alma, con el arquitecto Walter Gropius a través de una carta extraviada
Los amores epistolares suelen incluir promesas que no siempre se cumplen. El poeta Lord Byron escribió cartas de devoción a Carolina Lamb, una atractiva dama que estaba casada con otro hombre. «Prometo y juro que ninguna otra, de palabra y obra, ocupará jamás lugar en mi afecto», aseguró el poeta a su amor secreto. Sin embargo, la posterior correspondencia de Byron con Teresa Guiccioli, de la que siempre se despedía diciendo «nunca dejaré de amarte», desveló la inconsistencia de su juramento de amor eterno a Carolina.
En algunos casos, una carta de ternura puede provocar un drama de gigantescas proporciones. Eso fue lo que le ocurrió a Alma Mahler. En 1910 Alma, que estaba casada con el compositor Gustav Mahler, se enamoró perdidamente del arquitecto Walter Gropius, que años más tarde fundaría la Bauhaus. Mahler descubrió la infidelidad a través de una extraviada carta que Gropius había enviado a Alma. Meses después, Mahler murió. Acababa de finalizar la Sinfonía número 10, en la que plasmó su fatídico estado emocional.
La pasión se transluce en la relación epistolar entre Oscar Wilde y Lord Alfred Douglas.
«Es una maravilla que esos labios de pétalo rosa que tienes hayan sido creados […] para la locura de besarse», escribe Oscar Wilde a Lord Alfred Douglas. Esa relación le costó la cárcel
«Querido muchacho mío […] es una maravilla que esos labios de pétalo rosa que tienes hayan sido creados no tanto para el canto musical como para la locura de besarse», escribe Wilde a su amado.
Diego Rivera y Frida Kahlo se pelearon, engañaron y quisieron con ardor. «Mi Diego. […] Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos», le escribe ella
Casi tan encendidas como las cartas de amor que envió Frida Kahlo a su marido, el pintor Diego Rivera. «Mi Diego. Espejo de la noche. Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos».
Para subidas de tono, las misivas eróticas que enviaba el escritor James Joyce a su esposa Nora. «Desearía poder oír tus labios murmurando esas celestiales y excitantes palabras sucias, ver tu boca haciendo ruidos y sonidos sucios, sentir tu cuerpo culebreando debajo del mío».
“Mi corazón y mi persona se rinden ante ti suplicándote que sigas favoreciéndome con tu amor”, escribió Enrique VIII de Inglaterra a Ana Bolena en 1528, ocho años antes de que ordenara decapitarla.
En la batalla
Napoleón a veces escribía a Josefina protestando por no sentirse correspondido
Otro hombre de armas tomar, Napoleón Bonaparte escribió desde muchos campos de batalla misivas románticas a su mujer, Josefina. «En medio de las tareas, a la cabeza de las tropas, al recorrer los campos, mi adorable Josefina está sola en mi corazón, ocupa mi espíritu, absorbe mi pensamiento», escribe Napoleón a su esposa. En otras de sus cartas afloran los celos. «Usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido».
El emperador se quejaba a Josefina: “Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido”
En ocasiones, las cartas de amor esconden una petición de perdón ante los pecados cometidos. Ese es el caso de Fiódor Dostoievski, cuya tercera mujer, Anna Snitkina, veinticuatro años más joven que él, tuvo que afrontar los graves problemas de ludopatía que padecía el escritor ruso. “Anna querida, amiga mía, esposa mía, ¡perdóname y no me taches de sinvergüenza! He cometido un crimen imperdonable, he perdido todo el dinero que me enviaste, todo, hasta el último kreutzer, ayer lo recibí y ayer mismo lo perdí (…) ¡Oh, amiga mía, no me condenes para siempre!».
Amadeus Mozart dejó huella escrita de su preocupación por las habladurías que le llegaron de su mujer mientras el estaba de viaje. “¡Mi amorcito! (…) Tienes un esposo que te ama y que hace todo lo que puede por ti (…) Pero me gustaría que guardaras más compostura (…) Perdóname por ser tan franco, pero mi tranquilidad lo exige, y también nuestra mutua felicidad”.
Ludwig van Beethoven nunca se casó, pero tuvo muchos romances. Tras su muerte encontraron en un cajón de su casa su famosa misiva a su amada inmortal
El más discreto e introvertido Ludwig van Beethoven mostró sus sentimientos más apasionados en su famosa Carta a la amada inmortal, cuya destinataria no pudo ser identificada. “Mi ángel, mi todo, mi mismo yo, solo unas palabras hoy (…) Nunca puede otra poseer mi corazón, nunca, nunca”.
¿Quién era ella? ¿Por qué no envió esa carta? Enigmas de Beethoven
Dado que las cartas fueron encontradas entre las posesiones de Beethoven tras su muerte, cabe preguntarse si las remitió alguna vez a su amada.