La policía que defiende a los animales
Credit Jasper Juinen para The New York Times
LA HAYA — Horas antes de que una gran tormenta de nieve cayera sobre la ciudad el mes pasado, el sargento Erik Smit recibió una llamada de la central: un jack russell estaba encerrado en el balcón de un tercer piso. Los vecinos lo escucharon ladrar y sabían que el dueño, quien se había ido a trabajar a las 7:30 a. m., no estaría de regreso sino hasta llegada la noche, cuando la terraza estaría cubierta por varios centímetros de nieve.
El sargento Smit, un veterano de 39 años de la unidad policiaca nacional, tocó algunos timbres y le hizo algunas preguntas a los residentes. Después pidió por radio un camión de bomberos de 22 toneladas con una grúa y una plataforma.
Media hora después, con un costo a los contribuyentes de casi 500 euros (unos 620 dólares), el perro rescatado se estaba calentando en una ambulancia animal. El sargento Smit regresó a su patrulla y siguió con su día.
Credit Jasper Juinen para The New York Times
“Tendrá que llamarme y explicar la situación”, dijo sobre el dueño del perro, quien tendrá que pagar una multa de 150 euros por negligencia animal.
El sargento Smit es uno de los casi 250 miembros de tiempo completo de la unidad de policía para animales en los Países Bajos (se entrena a muchos más pero no tienen esa función exclusivamente). Cada año, de las casi tres millones de llamadas que se hacen a la policía del área de La Haya, aproximadamente 3000 tienen que ver con animales.
Como una asociación humanitaria con armas, esposas y placas, los miembros de la policía para animales son oficiales ordinarios con capacitación adicional y equipo especial. Una línea de emergencia para animales del estilo 911 —se marca el 144 desde cualquier teléfono en los Países Bajos— es atendida por oficiales y proporciona solución a la mayoría de sus pistas.
El trabajo es una mezcla de protección animal y servicios sociales, que encuentra soluciones prácticas —como visitas mensuales a un perro problemático y a su dueño para asegurarse de que todo esté bien— y realiza procedimientos judiciales, como multas.
“Obviamente, lo primero que se debe hacer es cuidar a los animales, pero a menudo, si observas detalladamente, ves que las cosas no están yendo muy bien con el dueño de los animales”, dijo el sargento Smit, quien calcula que solo ve malas intenciones en cerca del 20 por ciento de los casos.
Credit Jasper Juinen para The New York Times
Durante un día de trabajo normal, podría ayudar a rescatar a una foca enferma en la playa, a atar o enjaular a un perro agresivo o a investigar residencias privadas donde la gente alberga animales. Hace poco, sus labores incluyeron rescatar a 60 conejillos de Indias de una casa después de que los vecinos se quejaron del olor.
Esta unidad policial se creó cuando el Partido por la Libertad, un movimiento político de izquierda, apoyó brevemente a los liberales que encabezaron un gobierno de minoría en 2010. A cambio de su apoyo con votos clave, el Partido por la Libertad exigió la formación de una unidad especializada en animales con 800 miembros.
Cuando el respaldo del partido se debilitó en 2012, algunos querían abandonar la idea, pero la policía nacional ofreció argumentos para conservar por lo menos una versión más pequeña del grupo. La legislación conocida como la Ley de Animales entró en vigor en 2013 y garantiza que los animales no sufran sed, hambre, malestar físico y emocional ni estrés crónico.
“Los animales —y toda nuestra sociedad— necesitan a la policía para animales. Hay un vínculo directo entre la violencia contra los animales y la violencia contra los seres humanos”, dijo Marianne Thieme, la dirigente del Partido por los Animales, que ocupa cinco de los 150 escaños del parlamento.
Aun así, Thieme y otros defensores de animales desean que esa unidad policial tenga la autoridad para tomar más decisiones, incluyendo ayudar a los millones de animales que se crían para generar alimento en las granjas comerciales, las cuales son reguladas por la Dirección de Seguridad de Productos Comestibles y de Consumo de los Países Bajos.
Credit Jasper Juinen para The New York Times
“La ley señala que cuando los animales están en graves problemas debemos ayudarlos, pero en la cría industrializada hay cerca de seis millones de cerdos que mueren cada año sin apoyo veterinario”, dijo Hans Baaij, el director de Dier en Recht, una organización de la sociedad civil cuyo propósito es utilizar el sistema judicial para hacer que el gobierno defina con precisión qué puede calificarse como maltrato animal.
Sin embargo, hay juicios exitosos. Hace poco, en la corte distrital de La Haya condenaron a un hombre por haber golpeado y pateado a su perro, después de un juicio de cuarenta minutos con testimonios de sus vecinos, un veterinario designado por la corte y el acusado. Lo sentenciaron a 56 horas de servicio comunitario y le prohibieron adquirir mascotas durante un año.
“La gente aprende más con el servicio comunitario que con una multa”, dijo Tamara Verdoorn, la fiscal a cargo de los casos de animales en la corte distrital de La Haya.
En casos menores, puede asignar multas y servicio comunitario sin presentar el caso ante un juez. No obstante, cerca de cien veces al año los casos llegan a la corte, con penas máximas de tres años en prisión o multas de casi 25.000 dólares, aunque ese tipo de sentencias no son comunes.
Al igual que el sargento Smit, Verdoorn ve a mucha gente cuyos roces con la policía para animales reflejan problemas más grandes. “La mayoría de las personas que son negligentes con los animales también lo son consigo mismas”, explicó.
Aunque algunos animales atrapados en el sistema legal son dados en adopción, ciertos perros se examinan para asegurar que no sean una amenaza.
El sargento Smit, uno de los primeros oficiales que fueron entrenados para la unidad de la policía animal, dice que ha aprendido la mayoría de las aptitudes a través de sus charlas con veterinarios, criadores y otros expertos.
Además, aunque su trabajo lo lleva a algunas escenas espantosas —una semana antes de la tormenta de nieve mataron a golpes a un poni en una granja urbana— muchas inspecciones tienen un final feliz.
Durante una visita a un apartamento en un vecindario de bajos recursos en el pueblo de Delft, al sureste de La Haya, invitaron al sargento Smit a recorrer lo que había sido un hogar problemático. Adentro había tres peces, dos lagartos, dos conejos, dos gatos, una chinchilla y un perro de gran tamaño que compartían una pequeña sala. El propietario estaba orgulloso de mostrarle lo limpio que estaba todo.
El hombre dice que el sargento Smit, quien visita su casa cada dos meses, siempre es bienvenido porque lo ayudó a dar en adopción una camada de gatitos.