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La rebelión de las masas futboleras

1445699073_977808_1445700088_noticia_normal (1)Aficionados del Sevilla en el partido ante el City. / JON SUPER (AP)

“La gente no ha hablado aún”. G. K. Chesterton

¿Se alza el proletariado contra la dictadura? ¿Estamos presenciando el comienzo de la rebelión de las masas futboleras? Huele a que sí.

La afición del Manchester City pitó con rabia el himno de la UEFA —el que acaba con el triunfal “the Champioooooons”— antes de su partido de Liga de Campeones contra el Sevilla el miércoles pasado. Ya habían hecho lo mismo los del Barça en el Camp Nou. La diferencia fue que la UEFA respondió a los “buuuuuus” de los ingleses amenazando con sancionar al City por “perturbar” el himno de su competición estrella.

 

Breve video donde pueden oírse los pitidos y protestas de los aficionados de Manchester. 

La UEFA solo ha castigado al Barcelona hasta ahora por la exhibición de banderas independentistas catalanas en la final de la Champions en Berlín. Curioso que el comité disciplinario de la organización que manda en el fútbol europeo no haya tomado medidas contra el Barça por las pitadas al himno. Quizá sea cuestión de tiempo. O quizá sea demasiado tarde. Porque puede que ya no haya manera de frenar las ondas expansivas rebeldes que se extienden por el continente. Es probable que más sanciones generarían reacciones más beligerantes de parte de los aficionados.

Las causas del malestar son específicas al City y al Barcelona, pero también lo suficientemente generales como para pensar que otros clubes se sumarán a la revuelta. Es que ya no importa cual sea el supuesto delito: la UEFA carece de toda credibilidad moral para acusar a nadie de nada. Y carece de ella no solo debido a que su presidente, Michel Platini, ha sido suspendido mientras se investiga si recibió un pago millonario ilegal, ni a que se investiga también a su vicepresidente, Ángel María Villar, sino porque la UEFA y su madre mafiosa la FIFA están tan íntimamente ligadas que apenas tiene sentido diferenciar entre las dos.

Platini y Villar son también altos mandos de la FIFA, como lo son varios de los demás europeos y latinoamericanos que han sido imputados o investigados por la justicia de Suiza o EE UU, todos presuntamente por haberse enriquecido de manera ilícita. El dinero proviene en todos los casos, en el fondo, de las grandes multitudes que siguen el fútbol, de los que pagan por ver los partidos en televisión o en vivo. Y los aficionados se están cansando por fin de tanta tomadura de pelo.

La gota que puede haber colmado el vaso es que la soberbia de la UEFA haya llegado al extremo de otorgarse el derecho a prohibir la libre expresión en los campos. De acuerdo. Algún límite hay que imponer. Gritos o cánticos que podrían incitar la violencia contra grupos de personas que por un accidente de la naturaleza nacieron con determinadas características es algo que el fútbol hace bien en suprimir. Pero ¿qué hace la UEFA metiéndose en la política interna de un país? ¿Caerán multas para cualquiera que luzca una bandera no oficial de un club? Por ejemplo, ¿una bandera escocesa en Glasgow? ¿una bandera kurda enEstambul? ¿Una pancarta que apoye a Podemos en vísperas de las elecciones españolas?

Y en cuanto a su dichoso himno —por cierto, otro robo, ya que la música la compuso Handel y se toca en la coronación de los monarcas ingleses desde 1727— que la UEFA se vaya preparando. Que se calle ya porque los aficionados no se callarán. Cuentan en Manchester que algunos aficionados del Sevilla se unieron a la pitada de la semana pasada. No sería ninguna sorpresa que el gesto se repitiera en otros campos. Si se descuidan los Platini, Villar, Blatter y compañía, si insisten en creer que pese a todo siguen siendo los amos, no solo tendrán que abstenerse de acudir a los estadios, sino que puede llegar el momento en que calculen que mejor no salir de sus casas. Mientras, que sigan los pitos. Esto da señales de solo estar empezando.

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