La recta final de la campaña gallega y vasca se le atraganta a Sánchez e Iglesias
Los 'tracking' de la primera semana revelan que Feijóo y Urkullu refuerzan su mayoría y el descalabro electoral de Podemos en ambas comunidades beneficia al BNG y a Bildu, no al PSOE
La campaña electoral más anodina de la historia democrática por culpa de la covid-19, con mítines a la mitad de aforo y escasa repercusión mediática, no arrojará grandes cambios en la política gallega y vasca, pero sí un mensaje claro a los dos partidos que integran el Gobierno de la nación: PSOE y Podemosno rentabilizan su gestión y, lo que es más preocupante para Pedro Sánchez, el voto que pierde Pablo Iglesias se va a BNG y Bildu, no al socialismo, según aseguran a Vozpópuli diversas fuentes de partidos y firmas de sondeos.
Los tracking de estimación de voto en esta primera semana dejan fuera de toda duda que el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y el lehendakari, Íñigo Urkullu, van a ver reforzadas sus respectivas bancadas parlamentarias el 12 de julio.
En el caso de Feijoo, la mayoría absoluta del PP puede irse «por encima» de los actuales 41 escaños -la mayoría absoluta son 38- por diversas razones. La más importante es que uno de cada cuatro votantes de Sánchez en las elecciones generales del 10 de noviembre ahora apoyará al candidato popular a la Xunta de Galicia. «Y, en el caso de Vigo, tres de cada cuatro electores del alcalde socialista Abel Caballero hace un año ahora votará a Feijóo», asegura una fuente conocedora de esos estudios diario de tendencia de voto.
El fantasma que atemorizaba a Feijóo de una muy baja participación por miedo al contagio del virus en los colegios electorales -GAD3 daba hasta ahora una caída de participación del 63% al 60%- parece haberse frenado tras conocerse la última hora en cuanto a solicitudes de voto por correo: se duplica en Galicia respecto a cuatro años atrás.
Sin embargo, lo más alarmante en el cuartel general socialista no es ya que el PSdeG y su candidato, Gonzalo Caballero -sobrino del alcalde de Vigo-, vayan a ser incapaces de sumar un tripartito en el feudo autonómico del PP, algo que ya era difícil de partida; lo más alarmante es que el BNG le ha recortado distancias hasta el punto de que, según vaya la abstención en ciudades por temor a las aglomeraciones, el nacionalismo gallego podría dar la sorpresa y disputar la segunda plaza al partido que ocupa La Moncloa. Ahí es nada.
«Es difícil» que ese sorpasso acabe ocurriendo el 12 de julio, admiten todas las fuentes consultadas, pero la ‘tormenta perfecta’ que supone un menor porcentaje de voto de izquierda tradicional en los núcleos urbanos unido a la fuga masiva de voto de las Mareas-Podemos al BNG no es improbable. Por eso, ahora mismo nadie se atreve a descartar ese escenario.
Con la presidencia asegurada para Urkullu, si el PNV suma mayoría absoluta de 38 escaños con el PP en el Parlamento Vasco haría resentirse el ‘bloque de investidura’ del PSOE en el Congreso
Por lo que respecta al País Vasco, el panorama es aún mejor para Íñigo Urkullu que para Feijóo. Tiene la investidura asegurada y solo una abstención histórica, —el verdadero adversario del candidato peneuvista en estos comicios y, hoy por hoy, fuera del radar de los sondeos—, pondría ese objetivo en peligro.
Se mueve en la horquilla de los 30/31 diputados. Solo la suma de 38 diputados en un tripartito entre Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos pondría en peligro cuatro años más de PNV en Ajuria-Enea y no parece que vaya a ser así, por más que Bildu apriete fuerte sobre la base de quedarse con buena parte del voto de quienes hace cuatro años apostaron por los morados, para sorpresa de muchos en el mundo abertzale.
Según los últimos tracking, no solo se está diluyendo eso que la candidata socialista a lehendakari, Idoia Mendía, insiste en rechazar; es que la sorpresiva remontada demoscópica del PP —de una estimación catastrófica de cinco diputados a siete— permitiría al PNV sumar con los de Pablo Casado mayoría absoluta alternativa y no depender para aprobar los presupuestos de los socios en Madrid, PSOE y Podemos, con los cuales la relación se ha enrarecido. Hasta en eso se les está torciendo el pronóstico a los dos socios en La Moncloa.
Temor a un PNV con ‘manos libres’
Es el escenario que más temen Sánchez e Iglesias, que los nacionalistas vascos tengan las manos libres e inicien un giro a la derecha con Pablo Casado, después de haber contribuido a la defenestración de Mariano Rajoy y al ascenso del hoy inquilino de La Moncloa. Para Urkullu y los suyos la gota que colmó el vaso fue la «traición» de pactar con su más director rival, Bildu, la derogación de la reforma laboral y permitir que los abertzales se presenten ante el electorado este 12-J como el partido que consigue cosas «en Madrid».
Lo más probable, a pesar de experimentos como el ensayo de tripartito en Irún, es que el PNV vuelva a pactar con los socialistas, que encaran estas elecciones con un problema de difícil solución: Mendía no quiere de ninguna manera un pacto con un partido, Bildu, que todavía no ha condenado los ataques a su casa hace cuatro meses, pero en Ferraz nadie quiere descartar nada.
La sombra del pacto con los abertzales que llevó a la navarra María Chivite a la Presidencia del Gobierno Foral hace un año pesa mucho y, de sumar 38 escaños, la presión interna y externa -Pablo Iglesias y Arnaldo Otegui– sobre Pedro Sánchez para desalojar al PNV del poder va a ser muy fuerte.
Con todo, quien más se juega sin duda en estos comicios es el presidente del PP. El resultado gallego le va a ser imputado en exclusiva a Feijóo, sea bueno —mayoría absoluta— o muy bueno —superar esos 41 escaños de los sondeos más favorables—. A Casado se le va a juzgar por cuan profunda sea la caída, segura, de un PP vasco coaligado para estos comicios de forma extraordinaria con Ciudadanos pero muy diezmado por el voto útil al PNV.
Si la caída del PP vasco se frena en siete diputados y Casado puede vender que su voto es decisivo para Urkullu, habrá ganado tiempo frente a quienes ponen en duda su liderazgo y ‘miran’ a Feijóo
Aunque en términos de disciplina interna muchos entendieron que defenestrara al candidato Alfonso Alonso tras un duro enfrentamiento entre ambos, pocos comprendieron, sin embargo, que designara sucesor al antecesor, el ex presidente del PP vasco Carlos Iturgaiz, una especie de revival de aquel partido que fue en los 90 asediado por los asesinatos de ETA cuya eficacia muchos ponen en duda.
Si la caída se frena en los siete diputados —Alonso consiguió nueve en 2016— y Casado puede vender que su voto es decisivo para los presupuestos de Urkullu, habrá ganado tiempo frente a quienes internamente ponen en duda su liderazgo y miran a Alberto Núñez Feijóo.
Pero si Vox logra sacar el tan temido en la sede de Génova escaño por Álava —complicado porque se necesitan casi 5.000 votos— a costa de los populares, el relato de la sede de Génova quedará ensombrecido y su apuesta por Iturgaiz, que no ha parado de formular guiños a ese electorado españolista para impedir la entrada de los de Santiago Abascal al Parlamento Vasco, habrá sido en balde.