CorrupciónDemocracia y PolíticaEleccionesÉtica y Moral

La socialdemocracia ya no tiene a quién votar

No había nada progresista en reformar la malversación, ni en abandonar el Sáhara, ni intentar gobernar un país con quienes quieren destruirlo

La debacle electoral del PSOE es noticia, pero en el fondo era una obviedad previsible. Porque no, no había nada socialdemócrata en reformar el delito de malversación por puro interés de supervivencia parlamentaria, ni en legislar a la carta para beneficiar a quienes sembraron la discordia entre españoles. Tampoco hay nada de izquierdas en convertir a una antigua fiscal general del Estado en ministra, ni a un exministro en magistrado del Tribunal Constitucional. Poco o nada debiera compadecerse con un credo progresista poner una institución como el CIS en manos de un miembro de la anterior ejecutiva del partido, ni en gobernar un país de la mano de aquellos que intentan dividirlo. No hay nada admirable en hacer lo contrario de lo que se dijo que se haría, ni en reaccionar a la inclusión de 44 condenados por terrorismo en unas listas electorales con más pereza y retardo que cuando se corre a censurar los gritos inoportunos de los chavales de un colegio mayor.

No hay nada progresista en abandonar el Sáhara, en hacer una ley educativa para ‘dummies’ o en hacer como que reformas la Universidad sólo para ahormarla a la excepción vasca y catalana. No es de izquierdas tener a un ministro de Universidades que participó en el mayor desafío que ha sufrido nuestra democracia desde el 23F. Tampoco mejora la justicia social patrimonializar de forma indigna el fin de ETA, ni decirle al partido de Miguel Ángel Blanco que si por ellos hubiera sido los terroristas seguirían matando. Creo que es contrario a cualquier definición de progreso la gestión opaca que se realizó de los muertos en la valla de Meilla y no estoy seguro de que exista relación alguna entre las políticas de izquierdas y convertir al Consejo de Ministros en una feria ambulante.

Desconozco qué vínculo puede haber entre la militancia democrática y nombrar a Pablo Iglesias vicepresidente del Gobierno. Tampoco estoy seguro de que sea un ejercicio prudente o progresista mantener a ministras contrarias a la OTAN en una circunstancia como la que vive Europa. Sé, desde luego, que es imposible considerar progresista aprobar una ley que tiene un efecto contrario al deseado, del mismo modo que no es de izquierdas anunciar descuentos sin atender a las rentas o subir las pensiones máximas mientras los jóvenes ven cómo se obtura su futuro.

A gran parte de España le sigue pareciendo que el socialismo tendría que guardar un firme compromiso con la prudencia y con las instituciones, lo que hace inadmisible que estallen varios escándalos de fraude electoral y que se diga que la culpa la tiene la derecha porque embarra. No hay nada de socialista en secuestrar a concejalas de tu partido, ni en mantener en el cargo a aquellos sobre los que existe una sombra justificada de conductas criminales. Por eso España ha volcado, porque el socialismo democrático ya no tiene a quien votar. O quizá sí, pero no será al PSOE.

 

 

Botón volver arriba