La suspensión de visados para EE UU hunde en la desesperación a miles de cubanos
Desde todas partes de la Isla miles de personas intentan averiguar qué ocurrirá con las entrevistas consulares que tenían planificadas
Comunicar con el teléfono de la embajada de Estados Unidos en La Habana se ha convertido en una tarea imposible. Desde todas partes de la Isla miles de personas intentan averiguar qué ocurrirá con las entrevistas consulares que tenían planificadas antes de la suspensión indefinida de la emisión de visados para ese país.
María Encarnación, Caruca, deshoja la margarita de la desesperanza desde que su hija la llamó para darle la noticia. «Me subió la presión porque tenía mi cita consular programada para octubre y ahora nadie sabe darme una explicación«, cuenta esta jubilada de 67 años a 14ymedio.
Tras varias horas de intentos, Caruca logró hablar con una empleada del consulado de EE UU, que añadió aún más desazón a su estado de ánimo. «Todas las operaciones están canceladas hasta nuevo aviso», le advirtió la voz al otro lado de la línea telefónica. «Esto puede solucionarse en una semana o pueden pasar años, no sabemos», remachó.
Durante el año fiscal 2016, Estados Unidos aprobó las solicitudes de visado de 14.291 cubanos, que realizaron visitas familiares, de negocio, participaron en programas de intercambios o hicieron presentaciones culturales y deportivas
La cancelación de la actividad consular devuelve al imponente inmueble de la Embajada a una condición similar a la que tenía antes de 1977, cuando un acuerdo entre Fidel Castro y Jimmy Carter le permitió funcionar como Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Desde entonces, decenas de miles de personas han solicitado visas en sus ventanillas.
Durante el año fiscal 2016, Estados Unidos aprobó las solicitudes de visado de 14.291 cubanos, que realizaron visitas familiares, de negocio, participaron en programas de intercambios o hicieron presentaciones culturales y deportivas, entre otras categorías. Una cifra bastante menor a las 22.797 visas que se otorgaron en igual período de 2015 y de las 41.001 entregadas en 2014.
Una portavoz del Departamento de Estado explica la drástica reducción como efecto de «la extensión, de seis meses a cinco años, del tiempo de validez de la visa B2 para nacionales cubanos». Sin embargo, desde que en enero pasado Barack Obama eliminó la política de pies secos/ pies mojados, muchos temían que la restricción en los visados inminente.
«Por poco caigo redonda cuando oí lo que me dijeron por teléfono. Entonces fue que decidí venir para La Habana porque llevo semanas pensando que algo así iba a pasar», explica Caruca. Pidió dinero prestado, alquiló un vehículo particular desde Los Palacios, en Pinar del Río, donde vive con su esposo y el hijo que le queda en Cuba, para llegar a la capital lo antes posible.
«Amanecí afuera de la Embajada a esperar que salga alguien y dé la cara», contaba este lunes en el pequeño parque donde se congregaron durante años los solicitantes de visado. El lugar, todavía con las huellas de los destrozos que dejó el huracán Irma, no es ya aquella zona donde se juntaban la esperanza y los consejos «para salir bien en la entrevista».
«Amanecí afuera de la Embajada a esperar que salga alguien y dé la cara», contaba este lunes en el pequeño parque donde se congregaron durante años los solicitantes de visado
Ahora, los que esperan tienen la mirada angustiada, la voz entrecortada y sus móviles suenan todo el tiempo con llamadas desde Miami, Nueva York o Houston. «¿Qué tu quieres que yo haga mi´ja, si no se puede, no se puede», hablaba a gritos por el celular un hombre que aseguró haber viajado desde Jatibonico, en Ciego de Ávila.
«Dice que tenemos que revisar la página web de la embajada, que ahí va a salir toda la información«, dice subiendo aún más el volumen de voz. El sol pica y algunos se cobijan bajo la sombra de los árboles, otros se quitan los zapatos al sentarse en los bancos. «Esto va para rato así que mejor ponerse cómodo», advierte.
Pasadas las once de la mañana, una funcionaria cubana sale de la sede consular estadounidense y es rodeada por gente ansiosa por saber. «Todas la entrevistas están canceladas«, repite con énfasis. Un hombre quiere explicar que su caso es urgente, porque su hermano está ingresado en hospital de Texas y quizás es su última posibilidad de decirle adiós.
La cancelación de las entrevistas pone en riesgo que se cumpla el número de visados que la sección consular debe entregar cada año en la Isla. Según los acuerdos migratorios firmados entre ambos países en 1994 y 1995, EE UU debe estampar 20.000 visas anuales de inmigrante a solicitantes cubanos.
«¿Ustedes no escuchan?», repite molesta la empleada. La frase le dispara la presión a Caruca, hace sudar a los más ecuánimes del grupo y le quiebra la voz a una mujer que solo atina a decir: «No, esto no puede ser así, tiene que haber un error».
Una señora, que ha llegado desde el municipio Marianao y tenía la entrevista programada justo para la tarde de este lunes, reclama: «Quiero saber si me van a devolver el dinero», reclamaba el pago de la cita que su familia había abonado en Estados Unidos, pero la funcionaria no tiene respuestas y vuelve a recomendar que se consulte la web.
Para los negocios de los alrededores la noticia ha sido un mazazo. «De la noche a la mañana nos hemos quedado sin trabajo», asegura Diosdado, que ayuda, con su mujer y su hija, a rellenar los complejos formularios de solicitud de visado. «Esta casa no paraba, era un cliente tras otro y ahora no viene nadie», protesta mientras muestra el local vacío.
Algunas familias de la zona también subsistían alquilando habitaciones para los solicitantes de visado. Siguen llegando algunos clientes que vienen a averiguar la situación de sus solicitudes de visa, explica el dueño de una casa con dos habitaciones de alquiler, pero «pronto no vendrá nadie«.
Otros han aprovechado la estampida estadounidense para mejorar en muebles, electrodomésticos y comida. Los funcionarios que vuelven a su país han hecho ventas de garaje en sus casas, difundidas por correo entre empleados cubanos de la sede diplomática, amigos y conocidos, ofreciendo todo tipo de mercancías.
«Me compré un taladro y una nevera», cuenta a este diario un empleado de mantenimiento que se enteró de una de las ventas en una casona de Miramar. «También logré comprar unas sillas para el comedor y una lámpara de baterías para cuando no tenga electricidad». A pesar de que todo lo consiguió a buen precio, el hombre lamenta que ahora se quedará sin trabajo.
«Trabajar con los yumas era bueno porque son muy respetuosos, regalan muchas cosas y además las condiciones de trabajo eran excelentes», cuenta el empleado que prefirió el anonimato y que sostiene que su trabajo lo ayudó a conseguir tener una visa cuando quería y pasar unas vacaciones en Orlando, Florida.
Ahora, el edificio donde trabajó por más de una década se ha ido vaciando lentamente. «Antes del anuncio del viernes ya se habían ido muchos funcionarios y esta semana la estampida será grande», asegura. «El consulado es una de las áreas con más reducción y muy pocos quieren quedarse hasta que no se aclare todo lo que pasó».
«Trabajar con los ‘yumas’ era bueno porque son muy respetuosos, regalan muchas cosas y además las condiciones de trabajo eran excelentes»
El Gobierno cubano asegura que no tiene ninguna relación con el ataque acústico sufrido por 21 diplomáticos norteamericanos. En los medios oficialistas el tema tema se ha manejado como algo de menor importancia, aunque en las calles no se habla de otra cosa.
Un vendedor de café se acerca al parque a pocos metros de la Embajada y ofrece su mercancía en pequeños vasitos de plástico. «Por el momento sigo vendiendo porque está llegando mucha gente a averiguar por su entrevista, pero no sé cuánto me va a durar esto». A pocos metros, los policías cubanos que custodian la sede diplomática parecen más tensos de lo normal.
«Tienen miedo de que esto se vaya a llenar de gente reclamando y protestando», asegura el vendedor de café. «No hay nada que moleste más a un cubano que se le tronche un viaje», opina. «Los cubanos pueden pasar necesidades callados, perder la casa en un huracán y seguir callados, pero cuando se trata de una visa gritan cantidad», reflexiona.
Un mujer de 60 años pide dos cafés. Los toma de un tirón y cuenta que ha viajado durante 14 horas desde Manzanillo, en la provincia de Granma. Tenía este lunes la entrevista para un visado de residencia por reunificación con su hijo. Los planes se le han hecho pedazos y su hijo le insiste por teléfono que se acerque a la Embajada. «No dejan, no puedo», responde en un sollozo.
La tarde cae y algunos se aprestan a quedarse hasta recibir una respuesta. La gente en el parque, una vez envidiada por estar cerca de un viaje al extranjero, ahora son un manojo de frustraciones y miedos.