La UE desembarca con sigilo en Cuba
Hace casi 20 años, después de que la pérdida de los subsidios soviéticos estuviese a punto de punto de finiquitar la Revolución Cubana, era frecuente que Fidel Castro recibiera condescendientemente a los gobernantes europeos y latinoamericanos que le instaban a democratizar el régimen. Les escuchaban con la bíblica paciencia de Job, según propia confesión. «No se trata de que te vayas, Fidel», vino a decirle un presidente con el que tuvo una relación amistosa. «La historia te recordará con honores si lideras una transición hacia el pluripartidismo y tú permaneces en la jefatura del Estado simbólicamente, como el rey de España, que reina pero no gobierna». Obviamente, la propuesta no cuajó porque, como respondió Castro en la IX Cumbre Iberoamericana de 1999, celebrada en La Habana, «es imposible que Cuba abandone los caminos de la revolución y el socialismo».
Aunque desde entonces no ha habido variaciones en el encastillamiento del hegemónico Partido Comunista de Cuba (PCC), los cambios socioeconómicos registrados en los últimos años en la isla parecen haber convencido a la Unión Europea de que es mejor acercarse a los cubanos que darles la espalda. El ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo, visitará el lunes la capital cubana para aplaudir la liberalización económica y estrechar alianzas donde sea posible, pero sin apremiar cambios políticos porque sabe que, a corto plazo, no están previstos.
Tampoco apresuraron a Raúl Castro otros visitantes comunitarios más madrugadores. Contrariamente a las peregrinaciones internacionales por la liberación de presos políticos de los años ochenta y noventa, los ministros europeos, diputados y funcionarios de Bruselas que viajan ahora a la mayor de las Antillas lo hacen con expectativas menos acuciantes: se trata de participar en una eventual transición de mayor calado, con una eventual autorización del asociacionismo.
Hacía más de 10 años que un miembro del Gobierno británico no aterrizaba en Cuba, y en octubre lo hizo el secretario de Estado de Exteriores, Hugo Swire. Llevaba una agenda parecida a la que tendrá Margallo: poco belicosa, escorada hacia las coincidencias, las inversiones, las alianzas internacionales y los asuntos bilaterales. Lo hizo sin plantear entrevistas con la oposición como condición sine qua non, porque el régimen insistió en que los disidentes ya pueden salir de Cuba. En lo que va de año han viajado también a la isla el canciller francés, Laurent Fabius, y el entonces jefe de la diplomacia holandesa, Frans Timmermans, actual vicepresidente de la Comisión Europea. «Es mejor el diálogo que el enfrentamiento», declaró entonces Timmermans, el primer miembro de un Gobierno holandés en visitar La Habana desde 1959. Cuba es el único país de América Latina con el que la UE no tiene un acuerdo bilateral porque aplicó desde 1996 la llamada Posición Común concebida por José María Aznar, que condicionaba las relaciones con la isla a los avances democráticos y en materia de derechos humanos.
Vencidas las resistencias a la flexibilización de Polonia y República Checa, por su pasado comunista, en abril comenzó el diálogo entre La Habana y la UE para alcanzar un nuevo acuerdo de cooperación económica y política. El proceso está siendo viable porque Estados Unidos, cuyo presidente, Barack Obama, es más proclive al entendimiento, no ha pretendido bloquearlo, contrariamente a lo ocurrido bajo la Administración del republicano George Bush (2001-2009), que bendijo la Posición Común. Puede ocurrir, además, que la pérdida de la mayoría demócrata en el Congreso lleve a Obama a utilizar sus poderes ejecutivos para aprobar medidas más audaces hacia la normalización diplomática con la estratégica isla. Sin renunciar al objetivo de la democracia y las libertades pretendido por Bruselas, el propósito comunitario es concluir a finales de 2015 un marco de relaciones que permita una interlocución bilateral más fluida.
«Europa puede desempeñar un papel central en el futuro de Cuba aprovechando que la imagen de EE UU está muy deteriorada en la isla por los años de política agresiva», sostiene William M. Leogrande, profesor de la American University de Washington y especialista en asuntos cubanos.
Los promotores de arrumbar la iniciativa de Aznar argumentan igual que los detractores del embargo: las sanciones no han funcionado. De hecho, el comercio entre los diferentes países de UE y Cuba ha alcanzado ya los 2.500 millones de euros. «Como país que se independizó tarde y que cayó después en el tutelaje de EE UU, Cuba no reacciona bien a las presiones extranjeras, las desafía, y actúa a veces contra sus propios intereses«, agrega Leogrande en un artículo publicado por la London School of Economics.
De buen grado o a la fuerza, Cuba ha aprobado iniciativas que complacen a la UE y parece haber dejado atrás la ortodoxia económica soviética. La política permanece inalterable. En 2010, la mediación de España y la Iglesia católica llevó a la liberación de más de 100 presos políticos. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero presionó en Bruselas en contra de la Posición Común, y el de Mariano Rajoy no ha obstaculizado las negociaciones en curso. Las relaciones entre la UE y Cuba han entrado en una fase de mayor entendimiento.