La valiente Inés Arrimadas y el mito de Sísifo
El electorado les dio la espalda cuando Cs renunció a su gran patrimonio, que no era otro que ser capaz de dar la gobernabilidad a la derecha o a la izquierda
Sostiene Inés Arrimadas estar dispuesta a trabajar para sacar de la UVI a Ciudadanos, ese partido destruido por la impericia y la soberbia en menos de un año. Sostiene la diputada por Barcelona que será valiente y hará lo que sea para salvar una marca que hoy, y aunque puede que ella no lo sepa, vive en una atonía propia de un cadáver en la morgue esperando entierro. Sostiene la joven política que dará un paso adelante, que son muchos los que se lo han pedido, pero que respetará los tiempos y esperará al mes de marzo del año que viene a que se celebre la Asamblea General del partido.
Y sostiene Arrimadas -tan culpable del desastre de Cs como Rivera, aunque un poco menos, claro-, que les llegó la ruina porque tras las últimas elecciones se han dado cuenta de que habían desorientado a sus votantes y seguidores. Y sostiene quien esto escribe no entender cómo han hecho falta unos comicios para descubrir que el votante no es que estuviera confundido, en realidad vivía a medias entre la indiferencia y el cabreo. Algunos conozco que después de haberles votado varias veces y hecho proselitismo hasta amargar los cafés de las sobremesas se pasaron las últimas semanas previas al día 10-N maldiciendo a Rivera y aconsejando al personal no votarle.
Arrimadas no parece ser una política al uso. Para mí tengo que detesta tanto la mentira como la traición, y eso es un patrimonio político que le dará réditos si no se le cruza un Rasputín por el camino, a la manera de Iván Redondo, digámoslo pronto. Lo de llamar Rasputín a Redondo es, por cierto, un hallazgo suyo.
Para lo que quiere hacer Inés no tiene que traicionar a nadie, y menos a su mentor, pero ha de saber que o traza una línea bien nítida entre el pasado y el futuro que pretende o será muy difícil aceptar que busca algo nuevo. Y menos que haya aprendido de los errores que reconoce, pero no detalla; que anuncia, pero no concreta. Nos hemos equivocado, dice. ¿Y qué más, y qué más?
¿Quién entiende que un partido que está en la UVI, a la espera de ser absorbido por el PP, pueda permitirse el lujo de esperar a marzo y trasladar a los españoles que ha entendido el mensaje de las urnas?
Marzo, una fecha lejana, es el mes para la refundación de Ciudadanos y el consiguiente liderazgo de Arrimadas. Pareciera que Ciudadanos, un partido joven con artrosis y falta de musculatura por todos sitios, viviera la indolencia propia de los partidos viejos, y no todos, que ya hemos visto como Sánchez y su Rasputín anunciaron su acuerdo con la extrema izquierda el día siguiente al fracaso de PSOE y Unidas Podemos.
Pero, vamos a ver, ¿quién entiende que un partido que está en la UVI y con serias dudas de que no tenga otro futuro que ser absorbido por el PP, pueda permitirse el lujo de esperar a marzo y trasladar a los españoles que ha entendido el mensaje de las urnas? En marzo Ciudadanos puede que esté procesionando, pero detrás de la imagen de la Virgen del Consuelo o del Cristo del Recuerdo, imagen muy querida por todos aquellos que estuvieron a punto de conseguir algo, pero se durmieron en la complacencia, los plazos y los reglamentos. Decía Picasso que hacen falta muchos años para ser joven. ¿Verdad que lo entienden bien?
El ‘veleteo’ de Rivera
Todo será en vano si llega al liderazgo sin claridad. Ciudadanos hizo bueno eso de que los dioses ciegan a aquellos que no quieren ver. Los que veían algo se fueron antes del hundimiento. Los que quedaron no quisieron ver que más que el “veleteo” de Rivera, más que sus giros a la derecha tan descarados como inoportunos, más que la foto de Colón -¿quién fue el imbécil que metió ahí a Cs, decía Pedro Arriola la semana pasada?-, más que la prepotencia y la mala educación de Albert Rivera llamando «líder de la banda» a Sánchez y negándose dos veces, dos, a ir a hablar con él a La Moncloa; más que todo esto -que no es poco-, el problema era y es que sus votantes y simpatizante no sabían explicar en qué se había convertido Ciudadanos y para qué servía semejante formación.
Lo que no es útil siempre sobra. Debería saberlo Juan Carlos Girauta, el exdiputado cunero por Toledo, que, lejos de reconocer errores, ha llegado a culpar a Ana Patricia Botín de la debacle del partido naranja. En consonancia con el disparate Girauta, anuncia ahora que ha fichado como tertuliano de Risto Mejide. Ahí se podrá desquitar con naturalidad.
La última oportunidad
Ignoro si Arrimadas conoce el mito de Sísifo, una criatura castigada a empujar cuesta arriba una enorme piedra por una montaña con la mala suerte de que antes de llegar a la cima la piedra volvía a caer hacia abajo, y así una y otra vez. Sísifo aún lo sigue intentando, entre otras cosas porque sabía que estaba castigado, pero ignoraba la razón. La diputada de Barcelona puede convertirse en Sísifo, piedra arriba y abajo, sin llegar nunca a la cima porque no sabe, o eso parece, qué es lo que le ha pasado.
Tiene una oportunidad -una-, de darle algo de vida al partido que un día las encuestas dijeron que estaba llamado a gobernar España. Coja la piedra, y escoja quien puede ir detrás empujando una mole embarrada y sin forma. A usted que no le gustan los rasputines, reniegue de ellos. A usted que le gusta la claridad, busque quien pueda dársela y elija portavoces a los que se les entienda y no inviten al llanto y al prejuicio. Evite a los políticos de aluvión, por mucho que luzca el resentimiento y guste el sabor de la Coca Cola. Lo de Villegas, al final de la precampaña, era una invitación a la huida. Y así fue.
Aquí lo hemos dicho alguna vez. Los partidos no son lo que dicen ser, son tal y como los perciben sus votantes y simpatizantes. Si consigue resucitar la marca de Ciudadanos, Inés Arrimadas haría bien en asumir de una vez que los españoles nunca los vieron como un partido de gobierno y sí para estar en el gobierno. Les dieron la espalda cuando renunció a su gran patrimonio, que no era otro que ser capaz de dar la gobernabilidad a la derecha o a la izquierda, y de paso congelar para lustros la ladina sonrisa de los nacionalistas y separatistas aferrados a la teta y el desgaste de España.
La piedra volverá a caer antes de llegar a la cima si la diputada por Barcelona alcanza la cúspide de Ciudadanos sin explicar con claridad qué pretenden, y sobre todo, para qué sirven. Si es lo que ya conocemos, para dar gobierno al PP y contarnos la milonga de que la mochila de la corrupción de los populares pesa mucho, mejor deje la piedra en el suelo. Y si es para pillar vicepresidencias con los “repugnantes” votos de Vox, también. Estoy esperando escuchar a alguien de Ciudadanos reconocer que pudieron evitarnos este progresismo de garrafón que nos va a gobernar los próximos años si alguien no lo remedía.
Lo de progresismo de garrafón es de Fernando Savater. A cada uno lo suyo. Y a usted, señora Arrimadas mucha suerte. De verdad.