La visión de la fotógrafas que cambió la mirada de The New York Times
Si se trata de revoluciones, esta empezó de manera silenciosa y sin mucho furor, a principios de los años setenta. Se afianzó lentamente, una fotógrafa a la vez, cada una contratada por The New York Times gracias a su talento con la cámara y sus deseos por practicar el mejor fotoperiodismo.
Los varones que contrataron a las primeras de esas mujeres posiblemente no hayan pensado en cómo iban a cambiar los conceptos del fotoperiodismo. Pero, con el tiempo, con la contratación de más mujeres y la creciente aceptación de ellas en el campo, empezaron a impulsar con éxito que se usaran imágenes y distintos retratos a partir de las verdades que ellos mostraban de personas y de eventos para coberturas en las que antes les habían negado la participación, así como en coberturas que los demás no habían pensado en hacer.
Me habría gustado presenciar la contratación de Joyce Dopkeen, la primera fotógrafa de este grupo talentoso en conseguir un puesto de planta, aunque sí pude trabajar junto a muchas de las fotógrafas que siguieron el camino de Dopkee.
Durante los años en los que fui la editora de fotografía, y en los años posteriores, tuve la suerte de atestiguar algunos de los cambios graduales pero potentes que ellas impulsaron. Vi de primera mano la diferencia que puede hacer en la cobertura el tener un personal más diverso; vi cómo se amplió la perspectiva de lo noticioso; cómo temáticas que parecían un cliché cobraron vida de nuevo con otros puntos de vista, y cómo la gente que antes era ignorada ahora era el punto clave de retratos cautivadores.
Cada fotógrafa contribuyó a su modo a partir de su historial, experiencias e intereses, que a veces eran similares a los de otras fotógrafas del Times y en ocasiones completamente distintos. Las imágenes que captaron fueron tan únicas como ellas.
Gracias a que el trabajo de ellas y otras mujeres talentosas ha sido publicado a lo largo de los años es fácil olvidar que en algún momento sus estilos y elecciones eran muy distintos a lo antes visto en las páginas del Times, cuando muchas de las imágenes eran pensadas solamente para ilustrar y no para fortalecer el entendimiento de los personajes. Ahora es un buen momento para recordar o descubrir cómo el fotoperiodismo del Times cambió cuando las mujeres añadieron sus perspectivas. Bienvenidos a la revolución.
— Carolyn Lee
Carolyn Lee trabajó en The New York Times durante veinticinco años. Fue la primera mujer encargada del departamento de fotografía y después la primera mujer en aparecer en la cabecera del periódico. Se jubiló en 2003.
Joyce Dopkeen
“Una cosa es que a un reportero se le vaya una cita o declaración, puede conseguirla de alguien más”, dijo Dopkeeen durante una visita reciente al Times, donde fue la primera fotoperiodista de planta en la redacción y trabajó entre 1973 y 2008. “Pero si a un fotógrafo se le va el momento, ya no puede recrearlo”.
Recordó de esta imagen de una justa de boxeo: “Estaba a nada de Muhammad Ali. Podría haber desamarrado sus zapatos”.
Teresa Zabala
Zabala se unió al Times en 1974 y fue enviada a la oficina en Washington el año siguiente. Trabajó ahí hasta su salida del periódico en 1983. Zabala retrató a presidentes estadounidenses, campañas políticas y actividades diarias en el Capitolio. También creó y tramitó la patente para una escalinata pequeña para el uso de fotoperiodistas pues, como dijo hace poco: “Tienes que verlo para poder fotografiarlo”.
Ruby Washington
Washington, la primera fotoperiodista negra que fue contratada, empezó su trabajo como técnica de laboratorio a mediados de la década de 1970. Pronto fue ascendida y trabajó en el periódico hasta 2014. Washington falleció en 2018. En un artículo de ese año que le rinde honor, su colega Marilynn K. Yee escribió: “Creo que teníamos una afinidad especial, además de que ambas fuimos madres que trabajaron durante el embarazo. Creo que ambas éramos muy determinadas. Como mujeres también teníamos un mayor entendimiento de cómo trabajar con la gente. Y eso se notaba en su trabajo, donde podía conseguir las fotos más favorecedoras de personas que ni siquiera se sentían cómodas de estar frente a la cámara”.
Marilynn K. Yee
En 1977, Yee se mudó desde California para unirse al Times, la primera fotoperiodista de ascendencia asiática contratada en el periódico, donde trabajó durante 37 años. Dijo sobre sus colegas en el departamento de fotografía: “Las admiro a todas. Cada una tiene sus fortalezas y debilidades, pero cada una tiene una visión única que llevamos a The New York Times y es por eso que nos contrataron”.
Sara Krulwich
Krulwich cumple en abril cuarenta años de trabajar en el Times. Al recordar hace poco los retos de fotografiar a Geraldine Ferraro, la primera candidata a la vicepresidencia estadounidense de uno de los principales partidos, Krulwich dijo: “Ella era de baja estatura y yo también. Los agentes del Servicio Secreto eran altos y siempre bloqueaban mi vista. Entonces siempre cargaba una escalera sobre el hombro para poder retratarla”.
Michelle V. Agins
Agins se unió al Times después de haber trabajado en The Charlotte Observer en junio de 1989 como la segunda fotoperiodista negra. Agins, quien aún trabaja en The New York Times, habló sobre su experiencia de años de retratar eventos, como un concierto de Prince en Radio City Music Hall: “Siempre estás esperando el siguiente momento icónico que tendrás el honor de captar”.
Andrea Mohin
En el verano de 1992, Andrea Mohin hizo su primera cobertura de danza: clases en la School of American Ballet. Poco tiempo antes se había convertido en la séptima fotoperiodista contratada por el Times. Antes cubría política de Estados Unidos como fotógrafa independiente y trabajaba en un laboratorio de impresión en Washington, D. C. La transición a la danza se dio de manera natural. “Bailaba y tomé clases de ballet de niña”, contó. “Entonces ya tengo aprendido el vocabulario coreográfico. Si veo una actuación estoy contando en mi cabeza junto con la música y sé cuál es el mejor momento para disparar. Así se unieron tantos años después mis amores por la danza y la fotografía”. Aún cubre eventos de danza para el Times.
Suzanne DeChillo
DeChillo llevaba un año en el Times cuando tomó esta foto en el Día de la Madre. “Como fotógrafa nueva, con poca antigüedad, me tocaba trabajar cada domingo”, explicó DeChillo hace poco. “No había nota dura en el Día de la Madre; sin delitos, quizá un desfile y nada de conferencias de prensa. Entonces el encargo fue cubrir las celebraciones. Era un día de primavera muy a gusto en parques de todo Estados Unidos que se llenaron de familias para festejar a sus madres. Caminé a un parque en el río Hudson y ahí, sobre un mantel de pícnic, estaba Willie Cole cepillando el pelo de su madre, Evanda, con tal ternura, como un regalo para ella”.
En otras ocasiones, contó DeChillo, las sesiones fotográficas se prestaron a tener conversaciones inesperadas. “Leonard Cohen y yo compartimos anécdotas sobre nuestras experiencias respectivas en monasterios zen y la actriz Jeanne Moreau me dio su receta para un estofado irlandés”, dijo.
Nancy Siesel
“No tenía un tema de cobertura específico”, contó hace poco Siesel, quien empezó a trabajar en el Times en 1992. “Amaba que nunca sabías qué te iba a tocar hacer. Algunas personas disfrutan de tener una vida planeada, pero nunca es así cuando estás cubriendo noticias”. Fotografió a esta familia en el East Village a mediados de 1994. En Times Square, como en el East Village, su trabajo estaba enfocado en la documentación del cambio. Recordó que le impresionaba cómo las personas que ocupaban ilegalmente algún sitio lograban hacer su vida y prosperar en esas circunstancias complicadas, como el convertirlo en un hogar. “Era un momento difícil y se estaban enfrentando a las fuerzas de la gentrificación”, dijo.
Monica Almeida
Almeida, quien trabajó de fijo en el Times entre 1992 y 2016, disfrutaba lo azaroso de los encargos de cobertura: “Amo la variedad y los contrastes de adentrarte en tantos mundos diferentes, de navegar multitudes en eventos masivos hasta los viajes por carretera en los que te mueves por paisajes desolados, siempre en busca de imágenes interesantes en cualquier situación”.
Esta imagen fue captada “de último momento, cuando estaba de caza en mi turno diario”. Después de fotografiar al grupo, Almeida recordó que: “Todos voltearon hacia mí y empezaron a maldecirme y hacer gestos. Ya tenía la foto que necesitaba entonces corrí de regreso a la oficina para revelar, editar la cinta y presentarla a tiempo para el envío a prensa”.