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Laberintos: Crisis en América Latina

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   El viernes pasado el caos se apoderó de las ciudades mellizas venezolanas de San Félix y Puerto Ordaz, sedes de las industrias del hierro, el acero y el aluminio, cuando centenares de ciudadanos, indignados por la escasez de alimentos básicos y el aumento incesante de los precios, saquearon un supermercado en una de ellas, San Félix. La noticia se propagó rápidamente y, antes del mediodía, en previsión de otros posibles estallidos de violencia, la inmensa mayoría de los comercios de ambas ciudades habían cerrado sus puertas.

Esta situación, por supuesto, no es ajena a las turbulencias políticas que a partir de febrero del 2014 estremecen el país y a la brusca caída de los precios del petróleo, de más de 120 dólares el barril en junio del año pasado, a menos de 60 hace un par de meses y a menos de 50 ahora. Se trata de un caso muy particular, fruto de la debacle internacional, de la anacrónica aplicación en Venezuela de principios económicos marxistas-leninistas importados de Cuba y de la insuperable incapacidad de los gobernantes que intentan gestionarla, pero además coincide con las primeras indicaciones de lo que muy pronto puede llegar a ser otra seria crisis económica y financiera regional.

El diario español El País señala en su editorial del sábado primero de agosto, que “no es casual que las divisas de los países emergentes están pagando los platos rotos de las nuevas perspectivas (económicas y financieras) globales. Durante años, países como Brasil, México, Colombia y Argentina han jugado a endeudarse en dólares. La subida de los tipos de interés que prepara la Reserva Federal de Estados Unidos, junto a la desconfianza general en los valores chinos (la presencia de China en América Latina se ha hecho sumamente importante estos últimos años), van a reducir sensiblemente la entrada de capitales, a dificultar la devolución de la deuda y a socavar su estabilidad financiera. El resultado inmediato es una depreciación del real y los pesos mexicanos y argentinos, dañados ya por la caída de los precios de las materias primas.”

La primera consecuencia de esta realidad la ha ofrecido el Fondo Monetario Internacional al revisar hace pocos días sus esperanzadas previsiones de crecimiento económico para la región este año 2015. Según sus nuevos cálculos, Argentina apenas crecerá 0.1 %, Colombia, Perú y Chile verán reducir su crecimiento a 3, 3,2 y 2.5 por ciento respectivamente, y en Brasil el crecimiento será negativo, menos 1,5 %.

Esta situación se hace aún más grave en México, Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador y Argentina, porque son productores y exportadores de petróleo. Tras la debacle petrolera del 2014, durante el segundo trimestre de este año, cuando los precios del crudo experimentaron un súbito aumento de 25 %, parecía que el mercado estaba a punto de dar un vuelco positivo duradero, pero la desaceleración de la economía china, la negativa a frenar la superproducción en los países miembros de la OPEP y la progresiva recuperación de la industria petrolera iraní a raíz del acuerdo nuclear Washington-Teherán han provocado una recaída de 20 % en los precios del crudo. Empresas de la importancia de Exxon Mobil, Chevron y Conoco Phillips ya han sentido el impacto sostenido de esta volatilidad de los precios, al ver reducidas sus ganancias dramáticamente. Chevron, por ejemplo, pasó, de ganar 5.700 millones de dólares en el segundo trimestre del 2014, a solo 571 millones entre abril y junio de este año. La Exxon Mobil ha visto reducidos sus beneficios de estos últimos meses a la mitad de los que obtuvo durante el mismo período el año pasado. Por su parte, la anglo-holandesa Shell anunció hace una semana que había despedido a 6.500 empleados. No en balde las acciones de estas empresas terminaron la semana registrando en Wall Street una pérdida de valor promedio de 5 %.

Esta recaída de los precios del crudo se notó recientemente en México con el fracaso inicial de la esperada política de apertura petrolera adelantada por el presidente Enrique Peña Nieto. En la primera de las cinco subastas de campos petroleros previstas a corto plazo, en lugar de conseguir los 18 mil millones de dólares que se había propuesto el gobierno, sólo pudieron levantar 2.6 mil millones de dólares. Una frustración peor ha afectado las expectativas económicas de Colombia. Una muestra que ilustra la honda conmoción del mercado petrolero en ese país la encontramos en Puerto Gaitán, en el departamento del Meta, una de las poblaciones más pobres del país hace apenas 10 años, convertida de repente en la más rica gracias a la explotación petrolera del vecino Campo Rubiales, que llegó a producir el año pasado 230 mil barriles diarios, el 25 % de la producción total del país, y ahora sufre una franca decadencia por culpa de la crisis del mercado petrolero. Téngase en cuenta que Colombia había planificado perforar 47 nuevos pozos este año y en junio habían iniciado los trabajos en sólo nueve.

El caso de Venezuela resulta prácticamente imposible de analizar, debido a la opacidad del gobierno, del Banco Central y de la estatal Petróleos de Venezuela. Y así tenemos una discrepancia entre las cifras de producción según la información oficial, alrededor de 3.1 millones de barriles diarios, y las de la OPEP, un millón menos. En cambio, sí tenemos cifras exactas sobre las exportaciones de crudo venezolano a Estados Unidos, los únicos que Venezuela vende de contado y a precio de mercado, que han descendido, de 1.4 millones de barriles a menos de 800 mil, a medida que la producción disminuía y aumentaban los costosos programas de asistencia a países “amigos”, como Petrocaribe. A estos datos debemos añadir que el consumo interno de gasolina en Venezuela, a 97 céntimos de bolívar el litro de la más cara, cuando el precio del dólar paralelo ya está llegando a 700 bolívares, se aproxima a los 800 mil barriles diarios. El resto de la producción se envía a China para ir pagando préstamos que superan los 56 mil millones de dólares, a Cuba y a otros países de América Latina y el Caribe, en condiciones de precio y pago especiales, muchas veces en trueque por productos agrícolas. Para completar este cuadro de decadencia absoluta en la gestión petrolera, es preciso tener en cuenta que Petróleos de Venezuela ha duplicado innecesariamente el personal de la empresa y se ocupa, además del negocio petrolero, de financiar y administrar los más diversos programas de beneficencia social puestos en marcha por Hugo Chávez en Venezuela y en el exterior.

Esta crítica situación venezolana y la nueva realidad económica en América Latina genera un cuadro regional de alta peligrosidad. De manera muy especial si a las dificultades económicas de una población cada día más abrumada por las dificultades, le añadimos el explosivo ingrediente de una corrupción a todas luces grosera e insaciable. El malestar de los ciudadanos, el descrédito de los políticos y el incremento incesante de la pobreza, incluso en países como Brasil, donde el principal programa social del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el combate contra la pobreza, si bien resultó muy exitoso, sólo lo fue en un primer momento.

La confluencia de estos factores desestabilizadores apunta hacia un horizonte de tormenta extremo. Y nos hace pensar que quizá la última frase de la gran novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, “porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”, en lugar de resumir en una línea magistral la crónica real-maravillosa que hace Melquíades de la saga familiar de los Buendía, le sirve para presentarnos un atisbo sombrío y trágico del destino latinoamericano.

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