López Maya: «El camino es hacia la transición democrática»

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En esta entrevista se expone la crisis del país desde el punto de vista de una mujer que ha estudiado a profundidad la sociedad venezolana

Se define como una académica, con más de 30 años de experiencia. Intentó incursionar  en política en 2010, para ganarse una curul de la Asamblea Nacional. Quiso romper la polarización con el Patria Para Todos de la época.

Ahora considera que la polarización se rompe desde la misma polarización, en el corto plazo. “El Gobierno hizo del proceso electoral  un sistema cuasimayoritario”, alega.

Aunque no ve al presidente Nicolás Maduro declinar, opina que toca un gobierno de transición dirigido por un personaje que se gane el consenso de todos. Observa que Ramón Guillermo Aveledo y Eduardo Fernández son líderes consolidados que pueden encarar ese tránsito. “La gente pide un líder joven, pero un veterano político es más útil. No aspiraría a reelegirse porque le convendría más quedar bien ante la historia”, resalta.
La profesora del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) teme que la debilidad del actual gobierno dé paso a una transición antidemocrática. “En un hipotético caso, la oposición gana y la actual AN le otorga otra Ley Habilitante a Maduro, qué hará el liderazgo de la oposición”, cuestiona López Maya.

Dice que Venezuela está en manos de un desgobierno, que representa un peligro. “Pero la oposición tendría la legitimidad de los votos, eso en política es muy importante”.

– Quizás falta una revisión interna en los partidos para encarar esa situación. ¿Usted cree que las falencias en el liderazgo se resuelvan en corto plazo?

– Se habla mucho de la democracia y que quieren ir hacia allá, pero tengo serias dudas de la verdadera honestidad. Ha habido investigaciones en América Latina donde se ha comprobado que la posibilidad de llegar a una democracia en un retroceso que hemos vivido en los últimos años depende de la sinceridad del liderazgo y compromiso con la democracia. No es solo el liderazgo político, sino también del económico. A diferencia del Pacto de Punto Fijo, aquí el Estado no tiene dinero. Los distintos actores tendrán que sacrificarse.

– ¿Por qué cuestiona la honestidad del liderazgo opositor?

-Hace unos días el Consejo Nacional Electoral anunció la cuota de 40% de candidaturas legislativas para las mujeres. Es una resolución manipuladora, fuera del tiempo estipulado por la Constitución y las leyes. Eso se hizo con el único propósito de generar ruido y problemas en la Mesa de la Unidad para debilitarla antes de unas elecciones que ellos no ven con claridad que puedan ganar. Entonces, el movimiento de mujeres de la Mesa de la Unidad le celebra que Tibisay Lucena haya violado la ley. Puedes decir que la medida beneficia a la mitad de la población, pero en democracia el interés general es respetar la ley porque le da igualdad a todos. Y tengo otro ejemplo: En un taller que impartí, un jefe de partido de oposición prominente, que no voy a nombrar, se sentó a mi lado para decirme que haría las mismas cosas que Hugo Chávez, entre esas gobernar con leyes habilitantes. Él hasta estuvo preso por esta gente. Cuando pasan esas cosas uno pregunta: ¿Hay confusión en los valores o se habla de democracia siempre que no toque mis derechos?.

– Quizás la educación ha sido determinante. Hay desconocimiento de los deberes y derechos en la sociedad. En definitiva, de ahí salen los líderes.

– Volvemos al mismo problema de siempre. La sociedad venezolana tiene una mentalidad rentista. El sistema político funcionó mientras nadie se sacrificaba. Gracias al petroestado, la economía experimentó un crecimiento sostenido por muchos años: desde la segunda posguerra hasta los 80. Eso permitió que el Estado regalara dádivas. El compromiso por la democracia que se sustentó en 1958 tenía como garante de esos compromisos al Estado con sus petrodólares. Si se aumentaba el salario de los trabajadores, el gobierno otorgaba créditos blandos a los empresarios. Nadie se estaba sacrificando. Nos acostumbramos a que el Estado nos diera las cosas. Es una democracia de derechos y no de deberes. Ese dinero ya no alcanzaba y vimos que los actores son egoístas. Los dirigentes de partidos en los 80 buscaban sus intereses individuales, eso también pasó en los sindicatos. Todo eso disgustó a los venezolanos.

– ¿El chavismo carga esa herencia?

– Esa corrupción de los 80 y 90 es análoga con la que tenemos en la actualidad. El chavismo se comprometió a hacer una cantidad de cosas que no hizo, y tuvo popularidad hasta que se acabó el dinero. ¿Y el liderazgo que se creó en este tiempo? Bueno, la mayoría son jóvenes. La mitad de sus vidas ha transcurrido en el chavismo. Es difícil inculcar valores en el chavismo porque no los hay. Lo que existe es la valoración de un liderazgo único que se supone está por encima de los demás y de las leyes. En eso se han formado algunos de los líderes.

– Analistas dicen que cada 20 años se renueva la generación y, consigo, el liderazgo político. Usted indica que la democracia se basó en la entrega de dádivas, situación que se mantiene. ¿Hay esperanza que en los próximos años se forje un liderazgo honesto?

– La lucha ha sido muy dura por el autoritarismo. Esos actores no están allí por su preparación sino por su audacia y obstinación. Mucha gente se retira de la política porque es sumamente difícil, pues los amenazan, los persiguen y los ponen presos. Previo a 1958, los dirigentes también vivieron situaciones difíciles, pero muchos de ellos se prepararon afuera. Trabajaron en agencias en el extranjero, había redes que los amparaban. Así fue el exilio en México y Costa Rica. Esa generación inició su formación en 1928 y llega a gobernar tras una experiencia traumática (por las dictaduras). Copei contaba con una élite bien formada, de clase media. Ese partido tenía los valores y los recursos para aplicar planes con miras a la modernización industrial del país, pero tenemos una sociedad con profunda desigualdad y exclusión. Venían de una cultura autoritaria y clientelar, y el petroestado fomentó su continuación. Para que ese sistema se desmonte tiene que haber un esfuerzo sostenido en el tiempo.

– El presidente Nicolás Maduro promete resolver el diferendo con Guyana, pero hay quienes dicen que su falta de liderazgo no lo ayuda. ¿El chavismo necesita un apoyo popular significativo para reclamar el Esequibo?

– El problema de él ya no es liderazgo, aunque no lo tenga. Ganó las presidenciales con un margen de diferencia de 1,5%. No emergió con un liderazgo fuerte, ni adentro del chavismo y mucho menos afuera. El problema de Maduro con Guyana supera hasta su incompetencia como gobierno. Hay inconsistencias en la política internacional, en particular con ese tema. Cuba ha sido un aliado de Guyana. Cuando el presidente Hugo Chávez estaba vivo la influencia cubana en las relaciones exteriores fue considerable. En ese contexto, los cubanos buscaron que no hubiera conflicto con Guyana. Por ignorancia, falta de preparación y servilismo con Cuba (Chávez) claudicó. Cuando muere, ese liderazgo se diluyó y ahora todos miran por sus propios intereses. Yo creo que recuperar los trabajos hechos con Guyana en los años 60 y 70 va a ser muy difícil. Ahora entra la Exxon y, por falta de preparación en el Gobierno, este tema se le fue de las manos a Maduro.

– Tanto que se habla del liderazgo avasallante de Chávez, pero no lo ejerció en el diferendo con Guyana.

– Chávez tenía un liderazgo carismático, que no está sujeto a la preparación. Hay líderes como Obama que son carismáticos, pero tienen vocación institucional. Chávez no es el caso. Fue un liderazgo carismático de mala calidad. Debió crear una estabilidad política para la democracia. Sin embargo la destruyó y no creó un Estado alternativo. Levantó un Estado arbitrario. Él fallece y ese carisma no se hereda. Lo que queda en su entorno, en sus discípulos -porque funciona como una cofradía- es generar estabilidad sin carisma. En ese tránsito se trata de divinizar a Chávez y crear esto en una sociedad que no es muy moderna, pero que tampoco está en el Medioevo, es inviable.

– Esta crisis hace que la gente se pregunte cuándo terminará. Imagino que a usted se lo preguntan mucho. ¿Qué responde?

-La crisis de ahora no es distinta a la de los años 70 y 80. Yo creo que es la misma crisis que no se resolvió o se resolvió mal con la llegada de Chávez, con el movimiento bolivariano que prometió acabar con la corrupción, levantar una democracia participativa y buscar un modelo alternativo que no fuera neoliberal. Eso fracasó porque cambió el proyecto. A mitad de camino se sintió fuerte y quiso imponer el socialismo cuando nadie sabía de qué se trataba. Yo sí creo que él tuvo su delirio. Deja el vacío con una caída del precio del petróleo que ya venía en bajada desde 2009. Durante la prosperidad no se hizo el intento de hacer una economía sana que no necesite de la renta, y la sociedad debe entender que tiene que producir. Es difícil responder la pregunta que me hace. Ese problema en este momento no pareciese que sea la preocupación de los actores políticos. Ellos están preocupados en desplazar a Maduro, pero no se atreven a poner sobre la mesa el verdadero problema que tenemos. Hasta cuándo vamos a depender de la economía rentística. Somos 30 millones de venezolanos y no podemos vivir de la renta petrolera. Quizás puedan unos emiratos por ahí que tienen 4 o 5 millones de personas, que se reparten un bono a final de año. Pero nosotros, desde los años 80, no podemos. Y no hay liderazgo que se atreva a decirlo, que esté dispuesto a asumir el costo político de sacarnos de eso. Hay una parte del liderazgo que lo sabe, que está consciente. Pero piensan que si lo dicen pierden las elecciones, y pueda que sí.

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