Democracia y Política

Laberintos: Venezuela-Colombia: De nuevo la crisis

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   El pasado jueves, desde Bogotá, Juan Manuel Santos, le dio un vuelco a la crisis de su país con Venezuela. “Queremos contarle al mundo”, declaró, “lo que está sucediendo, porque es totalmente inaceptable.”

   Por supuesto, el presidente de Colombia se refería a la situación generada al otro lado de la frontera con Venezuela, en la ciudad de San Antonio del Táchira, a raíz del ataque a tiros que sufrió el miércoles 19 de agosto un vehículo en el que viajaban, en misión de inteligencia, tres efectivos militares venezolanos. Esa misma noche el presidente Nicolás ordenó cerrar la frontera que une a San Antonio con la ciudad colombiana de Ureña por un puente llamado Simón Bolívar, sobre el río Táchira, frontera natural que separa a ambas naciones. Dos noches después, decretó el Estado de Excepción en 5 municipios fronterizos, al día siguiente añadió un sexto municipio y desde la madrugada del sábado otros cuatro. Para cumplir esta tarea, a los dos mil hombres ya desplegados en la zona, la Fuerza Armada Venezolana le ha sumado otros 1,500 efectivos.

   ¿Nos hallamos ante una acción de depuración étnica? Por ahora, más de mil colombianos han sido deportados y sus viviendas destruidas, y otros muchos centenares, aterrados por esta política de acoso, han preferido escapar de Venezuela cruzando a pie el río Táchira y creando una crisis humanitaria que hoy por hoy escandaliza al mundo.

   La crisis por venir

   La explosiva declaración de Santos se produjo al anunciar que Colombia ha solicitado a la OEA una reunión urgente de cancilleres para analizar la situación. Simultáneamente, anunció que Bogotá había llamado a consulta a su embajador en Caracas. La respuesta de Maduro no se hizo esperar. Santos, sostuvo al caer la noche de ese jueves, “la embarró, lo están engañando, y a él le gusta que le mientan.” Inmediatamente después, la Cancillería venezolana también llamó a consulta a su embajador en Colombia. Y en la tarde del pasado viernes, en discurso pronunciado para clausurar una concentración popular frente al palacio presidencial, bramó: “a la OEA no la reconocemos para que se meta en nuestros asuntos. ¡Fuera la OEA!”

   No es esta la primera vez que ambos países se colocan al borde de un conflicto de grandes proporciones, sobre todo durante los 8 años de la presidencia de Álvaro Uribe (2002-2010). La primera gran confrontación tuvo lugar en el 2004, cuando agentes de los servicios colombianos, con la colaboración de algunos funcionarios policiales venezolanos, secuestraron y trasladaron clandestinamente a Colombia al jefe guerrillero Rodrigo Granda, llamado el canciller de las FARC por ocuparse desde el exterior de las relaciones internacionales de la organización. En 2007, estalló una nueva tormenta cuando Uribe suspendió las gestiones de paz que adelantaba la senadora Piedad Córdoba en Caracas con representantes de las FARC y la participación del gobierno de Venezuela. La siguiente crisis estalló en 2008, cuando el entonces ministro de la Defensa colombiano, Juan Manuel Santos, ordenó bombardear el campamento guerrillero de Raúl Reyes en Ecuador, y Chávez, indignado, rompió relaciones diplomáticas con Colombia y movilizó tropas y tanques hacia las fronteras con Colombia. En el 2009, el anuncio formulado por Uribe de que su gobierno había autorizado a Estados Unidos instalar 7 bases militares en Colombia, hizo que Chávez amenazara con romper de muevo relaciones diplomáticas con el vecino país. Por último, en 2010, antes de abandonar la Presidencia, Uribe denunció en la OEA la existencia de campamentos guerrilleros en territorio venezolano y Chávez volvió a romper relaciones.

   La llegada de Santos a la Presidencia significó un cambio imprevisto y radical en las relaciones entre las dos naciones. A pesar de la dureza con que Santos había enfrentado a las FARC y al ELN desde el Ministerio de Defensa de Uribe, ahora, como presidente, decidió normalizar las relaciones de su gobierno con Chávez y lo logró tan exitosamente, que tras sostener una cumbre bilateral con Santos en Colombia, Chávez declaró que el nuevo presidente colombiano era “mi mejor nuevo amigo.” Una súbita cordialidad que le permitió a Santos poner en marcha lo que sin duda ha sido el primer objetivo de su gestión presidencial, al conseguir el apoyo de Chávez para iniciar en La Habana las conversaciones de paz con las FARC. Una súbita amistad que, sin embargo, quedó abruptamente rota en mayo del 2013, cuando Santos recibió a Henrique Capriles Radonski, quien había viajado a Bogotá para denunciar el fraude electoral de que se sirvió Maduro para derrotarlo en las elecciones presidenciales celebradas un mes antes. La indignación de Maduro estuvo a punto de provocar la salida de Venezuela de las conversaciones de La Habana, situación que podría repetirse ahora.  

Versiones del suceso

   La versión oficial que ha desatado esta nueva crisis es que el ataque a tiros a una patrulla militar en una oscura callejuela de San Antonio del Táchira fue perpetrado por paramilitares colombianos dedicados al contrabando, el narcotráfico y a la “guerra económica” contra “la revolución bolivariana”, uno de cuyos jefes es el expresidente Álvaro Uribe, a quien Maduro, una vez más, acusó de ser un “criminal”, y Diosdado Cabello, segundo hombre fuerte de Venezuela, calificó de “jefe criminal de los criminales” paramilitares.

   Otra versión de los hechos, sin embargo, apunta en una dirección muy distinta. De acuerdo con una nota de Antonio María Delgado publicada la semana que termina en el Nuevo Herald de Miami, lo que en verdad ocurrió fue un enfrentamiento entre bandas de militares venezolanos contrabandistas. Esta información fue ampliada por Ludmila Vinogradoff, corresponsal en Venezuela del diario español ABC, quien relató en las páginas de ese periódico que “el 17 de agosto una comisión del Ejército venezolano integrada por los tenientes Daniel Veloz Santaella y Alexis Rodríguez Arias, y otros efectivos militares, detuvo una camioneta tripulada por dos efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana. Los funcionarios de la GNB se identificaron, pero se negaron al registro del vehículo, pidiendo la presencia de un fiscal… Con la presencia del fiscal del Ministerio Público el vehículo fue abierto y se incautaron drogas y dinero en efectivo en una cantidad cercana a los 47 millones de bolívares fuertes y tres millones de dólares… Dos días después, los tenientes Veloz Santaella y Rodríguez Torres, y el cabo primero Miguel Núñez Martínez fueron emboscados por un motorizado durante un operativo de inteligencia…”

     El gobierno de Venezuela no se ha referido a esta denuncia y no parece probable que lo hayan hecho Deisy Rodríguez y María Ángela Holguín, ministras de Relaciones Exteriores de Venezuela y Colombia respectivamente, durante la reunión de 6 horas que sostuvieron a puertas cerradas el pasado miércoles en la ciudad de Cartagena. Más allá de las sonrisas y las declaraciones de las ministras para crear un falso clima de apaciguamiento, la frontera tachirense entre ambas naciones, reiteró Maduro el viernes antes de viajar el sábado a China y Vietnam en busca de financiamiento para evitar una inminente catástrofe financiera de su gobierno, continuará cerrada hasta nuevo aviso. Por otra parte la anunciada reunión de los presidentes Maduro y Santos no se realizará por ahora y la tensión vuelve a agudizarse porque Santos trató de comunicarse telefónicamente con Maduro, quien sencillamente no atendió su celular.

   Escribo estas líneas el sábado por la mañana. A estas horas, la tensión no ha dejado de aumentar en ambas riberas del río Táchira y amenaza desbordar la esfera de lo delincuencial para afectar seriamente la política interna de los dos países y el escenario latinoamericano, convulso por la crisis económica y financiera. Para Santos, a menos de dos meses de unas importantes elecciones regionales, porque cada día está más acorralado por la necesidad de superar sus diferencias con Maduro y la exigencia continua de Uribe, en cambio, de endurecer su respuesta a las acciones militares venezolanas contra los colombianos. Para Maduro, porque siente la urgencia de no encontrarle una salida a la crisis antes del 6 de diciembre, cuando están previstas unas decisivas elecciones parlamentarias, que en estos momentos, de acuerdo con todas las encuestas, perdería por más de 30 puntos porcentuales. Debacle que trató al menos de posponer generando hace un par de meses una situación pre bélica con Guyana, pero que debió dejar de lado y olvidar por la fuerte presión de Cuba y del Caricom, situación que ahora, a todas luces, pretende reproducir en la frontera con Colombia.

   Imposible anticipar el rumbo entrecortado que seguirá la crisis estos días. Por ahora baste decir que ya han comenzado las deportaciones en la Guajira, otro punto caliente de la frontera colombo venezolana, habitada por la etnia indígena wayú, de reconocida audacia y valentía, y que todo permite suponer que Venezuela, con precios del petróleo a la baja, apenas 35 dólares por barril al terminar la semana, insostenible desabastecimiento de productos básicos y la hiperinflación, mientras el ruido de las protestas y la furia de los ciudadanos se hace sentir con intensidad creciente en todos los rincones de la geografía venezolana, con este conflicto en las fronteras con Colombia, se adentra en un sendero sembrado de peligros y cambios imprevisibles, uno de los cuales, sin la menor duda, es la militarización del país.    

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