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Las consecuencias de una puñalada en plenas elecciones

 

El ataque al ultraderechista Jair Bolsonaro puede repercurtir en unos comicios ya de por sí inestables

«Ahora es la guerra». Había pasado poco más de una hora desde la puñalada al ultraderechista Jair Bolsonaro en un acto de campaña del Partido Social Liberal y su mayor aliado, el presidente de su formación, Gustavo Bebianno, ya estaba previendo dramáticas consecuencias políticas en el diario Folha de S.Paulo. No fue el único. Otros intentan culpar al candidato y sus llamadas al odio y a la violencia. La agresión puede desestabilizar todavía más unos comicios ya de por sí impredecibles y caóticos.

Los comunicados empezaron a llegar como un vendaval. En cuanto se confirmó que un hombre, Adélio Bispo de Oliveiro, de 40 años, había apuñalado al candidato favorito a la presidencia, el ultraderechista Jair Bolsonaro, en un acto electoral en la ciudad Juiz de Fora, los principales políticos del país comenzaron a emitir mensajes condenando el ataque. Pero no todos lo hacían igual. Algunos aprovecharon para recordar con más o menos pudor que el propio Bolsonaro lleva años defendiendo la violencia como solución a todos los problemas. «Incentivar el odio crea ese tipo de actitud», subrayaba la expresidenta Dilma Rousseff en su mensaje. El presidente Michel Temer, quien últimamente ha estado atacando a los candidatos que menos le convienen, también recordó: «Que sirva de ejemplo para las personas que están haciendo campaña, que la tolerancia es una derivación de la democracia».

Se entreveía un intento de contener el tremendo potencial desestabilizador que este ataque tiene sobre los comicios, que ya antes eran extremadamente volátiles. Pocas imágenes podían despertar más pasiones en Brasil. Bispo de Oliveiro, un exmilitante de la izquierda, defensor del comunismo y de Nicolás Maduro, las dos bestias negras de muchos candidatos y buena parte del electorado, ha perpetrado el peor acto que se haya visto en las tres décadas de proceso democrático brasileño. Ha apuñalado a un candidato como un vulgar bandido en una favela.

Y no a uno cualquiera. Precisamente, al que más divide al país, capaz de ser a la vez quien más intención de voto atrae (22%) y quien repele a más votantes (44%). A uno que precisamente se arroga la imagen de outsider, se dice rodeado de enemigos invisibles e incita al odio con la retórica de yo-contra-ellos. Hoy es un mártir del proceso democrático y pocos dudan de que se verá beneficiado en las encuestas en el cuando salga del hospital dentro de, como mínimo, una semana.

En su agrupación, el Partido Social Liberal, ya se muestran preparados para explotar la situación. «Ahora es la guerra«, sostuvo el presidente de la formación, Gustavo Bebianno, en el diario Folha de S.Paulo. Tras la agresión, se sienten libres para radicalizar más a sus bases, explotar el interés por Bolsonaro en todos los medios, y aprovechar que sus rivales no podrán criticarle durante la semana que tarde en recibir el alta (uno de los candidatos, Geraldo Alckmin, tenía hasta hoy una estrategia basada en ataques al herido). «Va a salir de esta mejor de lo que ha entrado», se jactaba para el periódico el número dos de Bolsonaro y candidato a vicepresidente Antonio Hamilton Mourão. «Tal vez la gente con dudas ya no las tenga», apostilló.

La gente con dudas tendrá que ver cómo los rivales de Bolsonaro se ahogan en sus propios problemas mientras él permanece en el hospital. Lula da Silva, el favorito en las encuestas pero que no puede seguir con su candidatura por estar en la cárcel, cumpliendo una condena de 12 años por corrupción, es quien está más asfixiado. La semana que viene tendrá que anunciar la decisión que lleva días retrasando: si recurre la sentencia de su veto y alarga su agónico via crucis por los tribunales o si se rinde y delega toda su campaña en su número dos, Fernando Haddad: una situación difícilmente favorecedora.

Y los candidatos del establishment tampoco andan especialmente boyantes. Tienen que negociar su tremenda impopularidad y que la economía siga sin apenas mejorar tras años de recesión: la semana pasada se supo que había crecido apenas un 0,2% en el segundo trimestre de 2018.

Bolsonaro, mientras tanto, seguirá una semana en el hospital y no tiene nada que perder. Para bien o para mal, el juego acaba de cambiar irremediablemente.

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