Las elecciones del 6D: Una lucha por la verdad
Que Venezuela tiene muchos años derrumbándose es ya un tópico común y obvio. Hemos vivido, además, en un eterno presente que ha durado un largo tiempo. Ese presente, que como diría Robert Frost, “es demasiado para los sentidos, demasiado concurrido, demasiado confuso, demasiado presente para imaginarlo.”
Hannah Arendt, la ilustre pensadora antitotalitaria, recordada recientemente por cumplirse más de medio siglo de la aparición de su libro “Eichmann en Jerusalén”, nos señala que en esa dimensión del presente, ese espacio de tiempo que yace entre lo que ya ha sucedido y lo que está por suceder, es donde prevalecen siempre las luchas por la libertad, prioridad máxima de la política. Esta última es ejemplo fructífero de la colaboración dialógica de los seres humanos en búsqueda de ese misterioso y difícilmente asible bien común. Es parte fundamental de la experiencia humana, reconociendo sin embargo que no es la única: es distinta de “lo que podemos hacer y crear en lo singular, en el aislamiento de un artista, en la soledad del filósofo, en el inherente alejamiento del mundo de ciertas relaciones humanas, como el amor, o algunos tipos de amistad.” Pero no por ello es menos importante. Todas las actividades del hombre, según Arendt, deben manifestar y expresar ese inmenso regalo de la condición humana que es la libertad.
En el centro de su análisis sobre el totalitarismo, la actividad política, de acuerdo con Arendt, incluye como elementos indispensables la acción y el juicio, y ambos, para hacerse visibles, demandan necesariamente la verdad del pluralismo. Ese pluralismo que niegan los actuales factores de poder venezolano. Sin pluralismo no hay real lucha por la verdad política y democrática, y su expresión máxima, la esencial libertad humana. El hombre no nace libre, como creía Rousseau, pero sí nace para la libertad, como afirma Arendt.
En su magistral obra “Sobre la Revolución”, donde compara las revoluciones norteamericana –victoriosa y, según ella, la gran refutadora de las ideas de Marx- y francesa –que terminó en desastre, devorando a sus propios hijos-, Arendt cita a Sófocles, quien en su vejez afirmara acertadamente que el sentido original de la libertad implica que cuando la misma se vive políticamente –experimentada como acción pública- puede dotar a la vida de esplendor.
Arendt afirmará entonces que “la acción y la política, entre todas las capacidades de la vida humana, están entre las pocas cosas que no pueden concebirse sin al menos asumir que la libertad existe…Sin libertad la vida política como tal pierde todo significado. La razón de ser de la política es la libertad, y su campo de experiencia es la acción…”
Es en ese presente de lucha y acción por la libertad que concurrimos los venezolanos el 6D a un proceso electoral, expresión vital de la verdadera política democrática. Unas elecciones que, en una situación menos confusa y más democrática, producirían alta abstención e incluso desdén. Elecciones locales en un país ahíto de elecciones.
Asistimos a votar, sin embargo, ante la responsabilidad que conllevaba la importancia de la decisión. Porque si bien las decenas de candidatos estaban en todo su derecho de proclamar sus programas y visiones locales, lo que estaba en juego en forma plebiscital, era la confrontación de dos modelos: el de la verdad democrática, el de la verdad política, el de la vida en concordia, inclusión y paz, y el proyecto de la antipolítica, del odio y de la muerte, liderado por el ilegítimo Maduro. La causa de la libertad contra la tiranía.
Contra el proyecto democrático siguen estando los sectores de la mentira. Aquellos que proclaman, con su discurso esquizoide, la falsedad antipolítica de que el futuro de este país debe estar en manos de una coalición militar-civil, o aquellos que piensan que la respuesta al actual estado de desarreglo social, económico y político corresponde, como muchas veces en nuestra historia, a una solución meramente militar. Como si no se dieran cuenta que siempre la aventura del uniforme, con su inevitable topografía mental plena de hegemonía vertical y de insoportable y mediocre rigidez, es la negación de la justicia, del respeto por el Otro, del pluralismo.
Cada nuevo tirano, nos recuerda el Premio Nobel de Literatura Joseph Brodsky, introduce una nueva combinación de hipocresía y de crueldad.
Todas las libertades arendtianas, las públicas –políticas- y las privadas (el hombre en el pleno ejercicio de su creatividad, de su vida interna) las hemos venido perdiendo los venezolanos, poco a poco, durante estos últimos 17 años. Son tantos los destrozos realizados a la auténtica vida en comunidad de ideales buenos y honestos durante la oscura etapa chavista que suena ya a rancio insistir en las fallas pasadas para tratar de justificar –que no explicar- las iniquidades presentes.
El 6-D fue un nuevo encuentro con nuestro destino, por vía de un sobrio y genuino análisis de nuestro presente y los retos crecientes que enfrentamos. Una nueva lucha por la verdad. Y triunfamos y seguiremos triunfando, porque la lucha por la verdad nunca se entrega, nunca admite rendiciones ni desánimos. Porque, como recuerda Albert Camus, las luchas por la libertad y contra los totalitarismos, “poseen la certeza de la victoria porque tienen la obstinación de las primaveras.”