Latinos en Estados Unidos: La raíz que no se puede arrancar
Con cada avión que despega lleno de familias deportadas, con cada niño que se despide llorando de su escuela y cada trabajador que desaparece de su puesto de trabajo sin previo aviso, el país se arranca un pedazo de sí mismo.
Las deportaciones masivas promovidas por el presidente Donald Trump no solo tienen un altísimo costo humano, también suprimen, con una violencia silenciosa, el tremendo aporte económico, social, cultural y político de los latinos en Estados Unidos. Borran, además, el verdadero rostro de la nación, un rostro con rasgos latinos, con acento en español, con manos que han sembrado, edificado, cuidado y creado durante generaciones.
Hoy más que nunca es urgente recordar, en cifras, con nombres y con memoria, lo que los latinos representan para esta nación. No son un apéndice incómodo, son parte vital de su cuerpo, su historia y su porvenir. Deportarlos no es una solución. Es una amputación autoinfligida.
En un momento en que se criminaliza su presencia y se reduce su contribución a una narrativa de amenaza, es necesario mirar los hechos con claridad. Los latinos no somos una carga: somos un pilar fundamental del dinamismo económico estadounidense. Representamos más del 18% de la fuerza laboral. En muchos estados como California, Texas, Florida y Arizona, sostenemos sectores clave como la agricultura, la construcción, la hotelería, la manufactura ligera y los servicios de cuidado.
Los datos del American Immigration Council con sede en Washington son contundentes:
IMPACTO ECONÓMICO DE LOS HISPANOS EN EE.UU. SEGÚN EL AMERICAN IMMIGRATION COUNCIL
2022
-Ingresos generados por hogares hispanos: $1.4 billones
–Impuestos pagados:
-Federales: $210.3 mil millones
-Estatales y locales: $123.2 mil millones
–Total impuestos: $333.5 mil millones
-Poder de compra neto: $1.1 billones
-APORTES DE INMIGRANTES INDOCUMENTADOS:
-Impuestos generales: más de $11 mil millones
-Aportes al Seguro Social: más de $35 mil millones, sin acceso a beneficios directos
2023
(estimaciones basadas en continuidad de tendencia y crecimiento del PIB)
-Ingresos estimados de hogares hispanos: $1.5–1.6 billones
-Poder de compra: $1.2 billones
-Impuestos pagados (estimado proporcional):
Federales: ~$220 mil millones
Estatales/locales: ~$130 mil millones
2024 (proyección conservadora)
-Ingresos generados: $1.6–1.7 billones
-Poder adquisitivo estimado: $1.3–1.4 billones
-Impuestos totales estimados: $350–370 mil millones
-Aportes de indocumentados al Seguro Social: $37–38 mil millones
Fuente: American Immigration Council
Es importante señalar que la comunidad hispana conformada por ciudadanos, residentes y migrantes indocumentados constituye uno de los pilares económicos de EE.UU., tanto en consumo como en recaudación fiscal.
Eliminar esta fuerza económica sería desestabilizar industrias enteras, colapsar mercados laborales locales y disminuir de forma drástica la base fiscal del país.
Pero los latinos no solo trabajan. También cuidan, educan, transportan y sostienen comunidades enteras. Durante la pandemia fueron clasificados como «trabajadores esenciales», mientras sufrían tasas desproporcionadas de contagio y muerte.
Inmigrantes latinos constituyen el 15.9% de las enfermeras y buena parte del personal en hospitales, hogares de ancianos y servicios domiciliarios.
Representan el 23.6% de los trabajadores en áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), lo que desmiente el mito de la “baja cualificación”. En muchas zonas del país, son quienes mantienen activas las iglesias, las redes escolares comunitarias, los mercados locales, los servicios de entrega y el cuidado infantil.
Eliminar esta red de soporte humano significaría no solo deteriorar la calidad de vida de millones de ciudadanos, sino sobrecargar a un sistema que ya sufre de escasez de mano de obra calificada y esencial.
Con más de 62.5 millones de hispanos, los latinos ya no son una minoría marginal: representan el 18.8% de la población total y fueron responsables del 58.6% del crecimiento demográfico entre 2016 y 2021. Su influencia cultural es omnipresente:
- La música latina domina las listas globales: Bad Bunny, Karol G, Peso Pluma, por solo nombrar unos pocos.
- La gastronomía hispana se ha convertido en cultura mainstream: arepas, tacos, pupusas, ceviche.
- El español es la segunda lengua más hablada en EE.UU., y se proyecta que para 2050 el país será la nación con más hispanohablantes del mundo.
Pero el aporte cultural va mucho más allá del arte y la lengua. En el ámbito científico y tecnológico, los latinos han dejado una huella profunda:
- Rafael Reif, venezolano, fue presidente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), siendo un referente en innovación y reforma educativa.
- Ellen Ochoa, primera mujer hispana astronauta de la NASA y exdirectora del Centro Espacial Johnson, y Franklin Chang-Díaz, físico costarricense-estadounidense que participó en siete misiones espaciales, encarnan el liderazgo latino en la exploración espacial.
- En educación, miles de maestros, investigadores y catedráticos latinos fortalecen escuelas públicas y universidades en todo el país.
- En ciencia, lideran investigaciones en medicina, ingeniería, astronomía, sostenibilidad y tecnología.
- En emprendimiento, las empresas fundadas por latinos crecen a un ritmo del 34% anual, casi el doble que el promedio nacional.
Criminalizar esta cultura no es solo una injusticia: es un acto de negación del nuevo rostro de Estados Unidos, que no solo consume cultura latina, sino que la incorpora como parte de su estructura de innovación y futuro.
La historia de los latinos en EE.UU. también es una historia de valentía y sacrificio por la nación. Más de dos millones han servido en las fuerzas armadas estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy. Han participado en conflictos clave: Corea, Vietnam, la Guerra del Golfo, Irak, Afganistán.
Más de 40.000 latinos han muerto defendiendo la bandera estadounidense. Entre ellos destacan el Sargento Primero Félix Conde-Falcón, condecorado por su valor en combate en Irak, y el Sargento Mayor Ramón Núñez-Juárez, uno de los veteranos más distinguidos. Varios han recibido la Medalla de Honor, la máxima distinción militar del país. Este sacrificio demuestra que los latinos no solo construyen a Estados Unidos en lo civil: también lo defienden con honor en el frente militar.
De una fuerza social silenciada, los latinos han pasado a ser una fuerza política emergente. En 2019, casi 30 millones eran elegibles para votar, un aumento del 39% desde 2010. En estados clave como Nevada, Arizona, Georgia y Pensilvania, su voto fue decisivo.
Actualmente hay más de 50 legisladores latinos en el Congreso, y la cifra crece con cada elección. También hay alcaldes, gobernadores y funcionarios electos que ejercen influencia a nivel local, estatal y federal. Además, existen más de cinco millones de empresas propiedad de latinos en EE.UU., muchas de ellas generadoras de empleo y parte de una nueva élite empresarial. La respuesta política al desprecio ha sido el fortalecimiento de su conciencia cívica. Deportarlos sería desarticular una base democrática emergente que oxigena a un sistema político agotado.
Las deportaciones masivas implicarían pérdidas multimillonarias para el fisco, las industrias y el consumo interno. Solo los hogares con indocumentados pagan más de 89.8 mil millones de dólares en impuestos al año. Deportar a millones implica costos logísticos, judiciales y humanos incalculables: rompe familias, traumatiza niños nacidos en EE.UU. y genera crisis humanitarias en los países receptores.
A nivel internacional, EE.UU. perdería legitimidad moral: no puede sostener su liderazgo global mientras persigue a quienes construyen su riqueza. La hipocresía entre el discurso de libertad y las acciones de exclusión mina la credibilidad en el país. En lo interno, la persecución masiva de latinos agravaría tensiones sociales, movilizaciones y violencia, lo cual ya está sucediendo en casi la mitad de los estados de la unión. Y esto ocurre en momentos en que la juventud latina es el segmento poblacional que más crece. Por lo que apostar a las deportaciones es apostar contra el porvenir del país.
Los latinos no están llegando: están aquí. Han estado aquí por siglos. Y serán una parte ineludible del mañana estadounidense. Deportarlos es mutilar el cuerpo nacional, renunciar a su dinamismo, sacrificar su humanidad.
El país tiene una elección; puede construir muros o puentes, puede elegir el miedo o la convivencia. Puede repetir los errores de los imperios que se derrumbaron por expulsar a sus propios pilares, o puede optar por integrar, abrazar y reconocer.
Porque los latinos no son el otro. Son el mañana.
Luis Velásquez