Laurence Debray: ¿Tenemos cada vez más miedo?
«Ahora, la guerra en Gaza, en Ucrania y el caos internacional sembrado por Trump nos hacen entrar en otra era: la de la incertidumbre, la angustia. Todo puede pasar»

Alejandra Svriz
En Francia se está distribuyendo entre la población un folleto sobre el kit de supervivencia en caso de crisis climática y guerra. ¿Has preparado el tuyo? ¿Hay que prever siempre lo peor a partir de ahora? La naturaleza nos da sorpresas, los amos del mundo son impredecibles y juegan con el destino de los países como quien juega a las cartas. Antes las huelgas de trenes en los días de salida de vacaciones o las manifestaciones que bloqueaban la ciudad eran los imprevistos más comunes a los que estábamos resignados.
Los atentados de 2015 nos unieron. Todos estábamos en las terrazas de los cafés como un desafío a los islamistas, porque nuestro modo de vida y nuestros valores debían imponerse al oscurantismo. Había soldados patrullando por todas partes, los cacheos se normalizaron y entrar en una tienda o en un museo parecía pasar el control de seguridad de un aeropuerto. Pero mirábamos al miedo de frente, a los ojos, y luego la vida cotidiana acabó por imponerse con su parte de despreocupación.
Actualmente, la alerta antiterrorista sigue en su nivel máximo, y los intentos frustrados por el Ministerio del Interior se han vuelto algo habitual. Nos hemos acostumbrado y lo hemos aceptado. Ahora, la guerra en Gaza, en Ucrania y el caos internacional sembrado por Trump nos hacen entrar en otra era: la de la incertidumbre, la angustia. Todo puede pasar. Pero ningún francés teme expresarse, mientras la libertad de expresión se mantenga, lo cual supone una serie de reglas y limitaciones como los límites a la difamación. La libertad de expresión no significa que se pueda decir cualquier cosa sin consecuencias.
En Venezuela, hablar y no someterse al régimen conlleva riesgos inmensos. Demasiados jóvenes pagan el precio: prisión, torturas, intimidación a sus familias. Todas las dictaduras se sostienen por la fuerza. Nunca imaginé que el miedo al poder pudiera llegar a Estados Unidos, la tierra de las libertades y de las oportunidades individuales.
El país está irreconocible. Ahora la ley del más fuerte reina. Hemos vuelto a la era del lejano oeste. Yo creía que la democracia estadounidense estaba grabada en mármol. La primera grieta fue la toma del Capitolio, que no fue una fiebre pasajera. La segunda grieta es que «la Corte Suprema no tiene ejército», por lo tanto, el Estado de derecho no puede garantizarse. La tercera grieta es el miedo que devora a toda la sociedad, sin importar las clases sociales. Reina la intimidación, el miedo a represalias es real.
El gobernador del Estado de Pensilvania, Josh Shapiro, estaba dentro de su residencia oficial con su familia cuando un incendio provocado se desató la noche del pasado domingo. No sólo los inmigrantes indocumentados temen ser deportados. Los universitarios tienen miedo, el mundo empresarial está sometido a las decisiones volátiles e infundadas del presidente, los abogados (¡incluido el marido de Kamala Harris!) han hecho compromisos contrarios a su función y deber moral, los ciudadanos temen intercambiar mensajes de WhatsApp sobre Trump. Incluso Hollywood, el bastión woke, se somete: menos programas inclusivos y más series y películas basadas en valores familiares y tradicionales. ¡Era inimaginable hace unos meses!
Los años 60 a los 90 promovieron la libertad: sexual, económica, cultural. Una liberación del pesado yugo moral, familiar y social heredado de la Segunda Guerra Mundial. El final del siglo XX fueron años desinhibidos, de conquistas en todos los frentes, no sólo tecnológicos, también políticos, con la construcción de Europa y múltiples alianzas económicas. La afirmación del yo, del individualismo, de la mujer, iba de la mano con la normalización de los viajes y el ocio.
Teníamos la visión de un futuro brillante, abierto, sin guerras, donde el libre comercio se imponía sobre los nacionalismos. Las preocupaciones ecológicas recientes y el movimiento Me Too, pese a sus excesos que con el tiempo se irán atenuando, se inscriben en ese impulso. Los jóvenes quieren una sociedad más igualitaria y más sostenible. Pero el caos llegó con Trump y Putin: la guerra, el proteccionismo, la falta de respeto entre naciones.
«Las primeras grietas de la democracia pasan por la aversión al riesgo y la docilidad. Veremos si Estados Unidos sabrá vencer al miedo para salvar su democracia»
¿Estamos entrando ahora en la década del miedo, del repliegue, de la deuda, del declive, con la certeza de que nuestros hijos vivirán peor que nosotros? ¿También se tiene miedo en España? Los debates políticos a menudo parecen ejercicios de humillación personal. Las Cortes se reducen a un diálogo de sordos. Ir en contra del discurso dominante de los medios afines al gobierno, o de los medios sensacionalistas en busca desesperada de audiencia, interesa poco a una opinión pública apática. ¿Es este el síntoma de un país próspero económicamente pero aletargado políticamente?
Las primeras grietas de la democracia pasan por la aversión al riesgo y la docilidad. Veremos si Estados Unidos sabrá vencer al miedo para salvar su democracia. En el oscuro túnel en el que han entrado, tal vez escuchen el eco de la voz de su antiguo presidente Franklin Roosevelt al asumir el cargo en el peor momento de la Gran Depresión de los años 30, hace casi un siglo: «Lo único que debemos temer es al miedo mismo».