Leïla Slimani gana el Goncourt
La autora de ‘Chanson douce’, es la decimosegunda mujer que vence en el premio más prestigioso de la literatura francesa
El jurado del Goncourt ha otorgado el premio literario del mejor libro editado en francés en 2016 a Leïla Slimani por su novela Chanson douce, publicado con el sello de la editorial Gallimard. Se trata tan solo de la segunda novela de la joven escritora francesa de origen marroquí, un thriller sobre la historia de una niñera que asesina a los dos niños que cuida, y que ya antes del premio se había convertido en un récord de ventas. Slimani era también finalista al premio Renaudot que ha recaído finalmente en Yasmina Reza, autora de Babylone.
La escritora, de 35 años, recibía a la prensa en el restaurante Drouant de París, donde el jurado se reúne anualmente para elegir al ganador. «Estaba muy tranquila porque me preparé para no ganar nada y así no sentirme decepcionada», dijo Slimani que agradeció a sus padres el premio por su apoyo moral durante toda su vida. La autora bromeó con la «intuición» de su madre, residente en Marruecos, que había cogido un vuelo esta misma madrugada «al sentir que iba a ganar». Su padre, que le «enseñó el valor de la libertad» murió hace diez años.
Slimani, que comenzó a trabajar en 2008 como periodista en Jeune Afrique, una revista de la actualidad en el continente africano, ha intentado con esta novela rendir homenaje a la figura de las niñeras y «el lugar extraño que ocupan en las casas». «Siempre me emocionó el lugar difícil, a veces incluso humillante que pueden llegar a tener», explicó la recién galardonada, que opina que se trata de «un personaje novelesco» que «dice mucho de nuestra sociedad».
Su obra precedente, Dans le jardin de l’ogre (En el jardín del ogro, traducido literalmente), publicada también en Gallimard hace un año y medio, cuenta la vida de Adèle, una joven periodista adicta al sexo. Una historia, por cierto, inspirada en el escándalo sexual de Dominique Strauss-Kahn.
Tradicionalmente, el Premio Goncourt consagra la carrera de autores ya reconocidos y garantiza un récord de ventas para los premiados, con una venta media que supera los 345.000 ejemplares. La juventud de Slimani y su corta carrera parecían ser un problema entre los que la señalaban como favorita aunque finalmente al jurado no ha parecido importarle la edad o la posible falta de experiencia.
Un perfil de la autora, publicado en Libération en septiembre de 2014, bajo el título Madame Bovary X, da algunos detalles de su vida privada: casada con un banquero con el que comparte «el gusto por la fiesta» -él mismo la puso en contacto con el periodista que realizó la entrevista que supuso una de las primeras apariciones en prensa de la autora-, la pareja tiene un hijo de cinco años y vive en el pintoresco barrio de Montmartre, a los pies del tempo del Sagrado Corazón.
Slimani llegó a París con 18 años, en 1999, desde Rabat, donde había realizado sus estudios en el Lycée Francés. Apenas habla árabe. La carrera de escritora no fue inmediata: estudió Letras y Estudios orientales en Sciences-Po y viajó con su madre por Europa del Este y Rusia siguiendo las huellas de algunos de sus escritores favoritos. En Francia se daría por vencida en su intento de ser actriz -«era una actriz mediocre y la industria del cine dejó de interesarme», relató-, y pronto entró en contacto con el mundo de la prensa donde ha trabajado estos últimos años.
Tanto a la hora de recibir la noticia del premio como en varias entrevistas publicadas recientemente, Slimani insiste en la influencia de sus padres, que educaron a sus tres hijos en «la libertad y la laicidad». Su padre, banquero y Secretario de Estado de Asuntos Económicos en Marruecos en los años 70, se vio implicado en un escándalo financiero que supuso el fin de su carrera, aunque él siempre reivindicó su inocencia. Un cáncer se lo llevó en 2004. Su madre, franco-argelina, es médico. «Una de las primeras mujeres médico de Marruecos», como contaba orgullosa su hija en el periódico galo. «En mi casa no había imperativos ideológicos ni a la hora de vestir. Éramos libres, hablábamos de todo».