Leopoldo López
HOY, HACE un año que fue detenido el líder democrático venezolano Leopoldo López, alcalde dos veces electo del municipio de Chacao. Aún sigue sometido a juicio, sin las garantías de un Estado de Derecho, prácticamente a puertas cerradas, en el que no se ha permitido la presencia de observadores internacionales. Sorprende, además, la nula información oficial al respecto, por estos días, en que se deberían realizar nuevas audiencias. Se le acusa absurdamente de un llamado implícito para subvertir violentamente el orden institucional, un cargo fuera de toda realidad y contrario a los principios del derecho penal.
También hace unos días se cumplió un año de las protestas estudiantiles, reprimidas sin medida por las fuerzas policiales, la Guardia Nacional Bolivariana y grupos parapoliciales partidarios del gobierno. Según acaba de informar la fiscal general, hubo en ese momento 43 muertos, 878 lesionados y 3.351 detenidos, de los cuales 41 quedan aún privados de libertad.
Leopoldo permanece encarcelado hasta el momento de escribir esta columna. Amnistía Internacional, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la Comisión contra la Tortura, el Parlamento Europeo, el Vaticano y líderes mundiales como el premio Nobel Oscar Arias, así como un grupo de ex ministros de la Concertación chilena, han exigido su liberación y de los demás presos políticos, entre ellos decenas de estudiantes. Estos denunciaron en su momento trato cruel, vejaciones, golpes, tortura psicológica, tortura física y robo, en una audiencia a la que fueron presentados inusualmente en horas de la madrugada.
A la crisis política que vive el hermano país, se suma una crítica situación económica, agravada por la baja del petróleo, cuyos ingresos durante el auge de los precios no se tradujeron en mejoras estructurales ni inversiones. Ha aumentado la pobreza. La comunidad internacional se ha movilizado ante el creciente clima de enfrentamiento, haciendo llamados al diálogo, el respeto a los principios democráticos y a los compromisos internacionales de Venezuela en materia de derechos humanos. Sin embargo, vemos en su gobierno y las fuerzas que lo respaldan una inconcebible incapacidad política para entender las dinámicas de la democracia. La democracia no se legitima solamente por actos eleccionarios formalmente realizados. Es de la esencia que exista libertad de expresión, separación de los poderes, transparencia, protección a los derechos humanos y un clima de “amistad cívica”. Maritain plantea, con razón, que “si la estructura de la sociedad surge ante todo de la justicia, el dinamismo vital y la fuerza creadora interna de la sociedad surgen de la ‘amistad cívica’”. Estas condiciones son un deber primordial de los gobiernos y las fuerzas políticas, que en caso del hermano país se están deteriorando.
Desde Chile debemos seguir solidarizando con los sectores reprimidos, apoyando soluciones para encauzar el ciclo político dentro de las reglas que el sistema multilateral prescribe.
Soledad Alvear es una abogada, académica y política chilena. Ex-presidente de la Democracia Cristiana. Fue la primera mujer en la historia de Chile en ocupar el cargo de Canciller, bajo el gobierno de Ricardo Lagos. Ocupó asimismo el Ministerio de Justicia bajo la presidencia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.