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Lo que nunca logrará Sánchez

El líder socialista es el presidente menos querido, menos votado y más rechazado de los últimos 46 años

Cientos de miles de españoles, un cálculo ponderado los situaba en casi dos millones en toda España, salieron a llenar plazas y calles y elevar su protesta e indignación ante la traición que Sánchez está perpetrando contra la democracia, la Constitución y España. Es tremenda la frivolidad con que actúan y se despachan algunos letrados cercanos al PSOE y a Conde-Pumpido. Mientras ellos frivolizan y juegan con la vida de la gente, miles y miles de españoles no se resignan. Ayer lo evidenciaron y es algo que Sánchez, el okupa de la Moncloa, nunca logrará: que salgan centenares de miles de ciudadanos a apoyar alguna iniciativa suya. Al contrario, el líder socialista es el presidente menos querido, menos votado y más rechazado de los últimos 46 años.

Quienes se manifestaron pacíficamente en más de sesenta ciudades de España no eran unos extremistas. Eran ciudadanos de buena voluntad, gente de bien, que quieren que se cumplan las sentencias, que el Estado de derecho funcione, que la Constitución sea el marco para convivir en paz, que creen en la unidad de España, que defienden la igualdad, que valoran la libertad y que consideran que todos los españoles somos libres e iguales ante la ley.

No había simpatizantes de terroristas, esos hermanos de Bildu que mataban a niños y embarazadas. Tampoco estaban lo que apoyan a los golpistas catalanes, ni los que se emocionan cuando le dan una paliza a un policía nacional, ni los que hacen arder las calles de Barcelona o bien ocupan el aeropuerto de El Prat, lo que muchos fiscales consideran terrorismo. Tampoco estaban los que amparan a corruptos de toda especie, muy especialmente a la familia Pujol, que puede estar en el origen de gran parte de nuestros problemas, después de protagonizar un latrocinio sin precedentes. Ninguno de esos estaba clamando ayer en las plazas y calles de España. Estaban los españoles que, dentro de su más variada personalidad y pluralidad política, no quieren que les roben la democracia, ni la ley ni la unidad de su patria.

Nota final: en el país de Rubiales, en ese lugar donde un «pico» retransmitido ha ocupado días y días y regueros de tinta, en esa tierra nadie se preocupa ni ocupa de que le hayan disparado a un político como Vidal-Quadras, o que el hijo del presidente del TC haya protagonizado un escándalo sexual y salga libre sin ningún tipo de medidas. Es en este país donde se parió la ley de ‘solo sí es sí’. Como diría Forges, país.

 

 

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