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Los aliados de Rousseff huyen en estampida del Gobierno de Brasil

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Diputados y activistas protestan contra la presidenta Dilma Rousseff, con carteles en los que se lee «Chao querida», este martes frente el Palacio del Planalto, en Brasilia – EFE

El abandono del Partido Progresista (PP), con 47 diputados, de la coalición de gobierno en Brasil complicó aún más la situación de la presidenta Dilma Rousseff, en un momento en que cada voto es decisivo. El Ejecutivo brasileño teme que esta decisión provoque una estampida que deje a Rousseff más aislada y confirme su proceso de destitución en la votación prevista este domingo en la Cámara de Diputados.

El presidente del PP, Ciro Nogueira, negociaba un acuerdo con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva hasta hace unos días, pero finalmente confirmó la salida del partido y entregó su cargo al frente del Ministerio de la Integración Nacional. También el Partido Republicano Brasileño (PRB), con 22 votos, anunció su salida el mismo día.

Estas decisiones se producen tras la derrota del Gobierno en la comisión especial del juicio político, que el lunes recomendó la destitución de la presidenta por 38 votos frente a 27, y la marcha del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), con 66 votos. El líder del PMDB, el vicepresidente Michel Temer, ha afirmado abiertamente que asumirá el cargo si Rousseff cae.

Los analistas ven el origen de esta estampida en el incumplimiento de promesas como el Ministerio de Salud o la presidencia del banco público Caixa Econômica Federal. «El Gobierno le hizo la misma oferta a más de un partido, lo que motivó que creyesen que la promesa no se iba a cumplir», precisó el analista político José Marcio Mendonça.

El Gobierno solo tiene seguros los votos de los grupos de izquierda: el oficialista Partido de los Trabajadores (PT), el Partido Comunista do Brasil (PC do B) y el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Juntos suman 95 votos. El pasado miércoles, el Partido Democrático de los Trabajadores (PDT), tradicionalmente de izquierda, confirmó su apoyo a Rousseff. «No es el momento de saltar del barco como si fuéramos ratas», declaró Weverton Rocha, líder del PDT en la Cámara, que tiene 20 votos y los ministerios de Comunicaciones y de Trabajo.

Con 115 votos seguros, de los 171 que necesita para mantenerse en el poder, Rousseff sigue apostando por conseguir el apoyo de los disidentes de los partidos tránsfugas. Lula y su equipo de negociadores hacen todo lo posible por garantizar la permanencia de otros dos partidos indecisos: el Partido de la República (PR, 20 votos), y el Partido Social Democrático (PSD, 36 votos). Ambos grupos se encuentran en pleno proceso de debate y más bien se inclinan hacia la destitución, pero el Gobierno no tira la toalla y espera un milagro.

Quinielas de los periódicos

Las quinielas de los periódicos, que a diario entrevistan a los parlamentarios, tampoco permiten sacar conclusiones. Según «O Globo», 304 legisladores están a favor de la destitución, 110 en contra y hay 99 indecisos. Al mismo tiempo, «O Estado de Sao Paulo» considera que 306 son partidarios de la salida de la presidente, 125 son contrarios y hay 82 indecisos. «Folha de Sao Paulo», que cuenta con la empresa demoscópica Datafolha, informa de que hay 284 votos favorables a a la destitución, 114 contrarios y 115 indecisos. Para salvarse Rousseff necesita 171 votos en contra del «impeachment».

Los parlamentarios están pendientes del pulso de la calle y de las empresas. «El instinto de supervivencia habla más alto que cualquier compromiso programático e ideológico», afirma Mendonça.

Las asociaciones empresariales también hacen campaña por la destitución. La Confederación Nacional de Agricultura (CNA) –una entidad conservadora que estuvo presidida por la ministra de Agricultura, Katia Abreu, una de las mejores amigas de Rousseff– ha convocado a los hacendados a apoyar las manifestaciones a favor de la destitución. La Federación de las Industrias de Sao Paulo, que hace campaña contra Rousseff desde que tomó posesión de su segundo mandato, en enero de 2015, convoca manifestaciones en su sede en la Avenida Paulista y exhibe un gran pato inflable gigante con el lema: «Quién paga el pato».

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