Democracia y Política

Los catalanes van a elecciones

 

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El próximo domingo 27 se celebran elecciones en Cataluña. El actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, las quiere usar para dar un impulso, según él definitivo, a la independencia catalana, a su ruptura con España. ¿Cómo puede observarse la situación desde estas playas caribeñas?

Simón Bolívar, autor esencial de muchas cosas en Venezuela -según se nos enseña en los libros de historia- diferenció entre españoles y canarios en un fragoroso decreto de guerra a muerte durante las luchas por la independencia; decreto que afectaba muy negativamente la salud y bienes de todos aquellos venidos de tierras ibéricas que no apoyaran al bando criollo. El Padre de la Patria no hizo mención diferencial de los habitantes de otras comarcas hispanas, como por ejemplo los vascos (él era de origen vasco), extremeños, gallegos, asturianos, andaluces o catalanes; si no eran canarios, eran españoles.

Soy venezolano, nacido en el estado Zulia, una tierra reconocida por su riqueza petrolera, la extrema calidez de su clima (“la tierra del sol amada”, la llamó Rafael María Baralt, poeta zuliano y primer hispanoamericano en ocupar un sillón de Número en la Real Academia Española), su fervor por el béisbol, y un muy particular regionalismo (algunos políticos desde las parcelas centralistas nos consideran independentistas; el último en hacerlo fue Hugo Chávez). Dichas acusaciones nos las endilgan los caraqueños casi desde que nos independizamos de la Madre Patria. Por esa razón (obviamente aceptando que no hay comparación posible con los acontecimientos catalanes), además de los muy gratos recuerdos que tengo de diversos viajes por la tierra natal de mis admirados Eduardo Punset y Joan Manuel Serrat, he seguido con interés los debates sobre la relación de Cataluña con el resto de España.

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Artur Mas y Jordi Pujol

Al señor Artur Mas lo percibí por primera vez cuando estaba en el once titular gobernativo del entonces muy popular presidente de la Generalitat Jordi Pujol (hoy acusado, con buena parte de su familia, de corrupción), y ya se le notaban maneras de aspirante a heredero. Viendo todo lo ocurrido desde que fue electo presidente de la Generalitat, pienso que con él al parecer se cumplió el viejo dicho de la abuelita de un querido amigo, que cuando oía conversaciones sobre las supuestas virtudes de futuros aspirantes a cargos de elección popular, siempre ripostaba con una pregunta: ¿ya mandó? La sabiduría de la doña era clara: sólo sabemos qué puede ofrecer un ser humano que ambiciona poder cuando ejerce realmente el mando efectivo, cuando deja las maneras de obediencia y las sustituye por las de dominio. Y vaya qué maneras las del muy divisivo señor Mas, quien luce cada día más prisionero de dilemas que él mismo ha ayudado a crear, aunque el hombre no parezca preocupado por sus reales causas, ni desvelado por sus posibles efectos.

En estos tiempos cada vez más globalizantes, un inevitable corolario después de quince años de nuevo milenio es que las comunidades humanas nos necesitamos unas a otras (veamos la reciente tragedia siria), especialmente si hay siglos compartiendo felicidades y penurias. No porque debamos mecánicamente resaltar similitudes, sino al contrario. Partiendo precisamente de la muy rica diversidad de sueños, esperanzas, talentos y esfuerzos hay que buscar unir, no separar, dialogar, no confrontar.

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La civilización europea, luego de siglos de luchas y conflictos, de dos guerras mundiales que causaron millones de muertos, logró desarrollar ese instrumento de unidad, esa institución de hombres libres que es la actual Unión Europea (este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social”, lo llama Arturo Pérez- Reverte). A pesar de sus defectos y problemas, de sus actuales carencias de liderazgo, sigue siendo un ejemplo para el resto del mundo. Su éxito debe medirse, en gran medida, en su capacidad de producir ciudadanía, seres humanos responsables y autónomos, comprometidos con los logros de su propia vida y ambición, pero que no olvidan su solidaria responsabilidad hacia sus congéneres, en especial los más débiles. Y los mecanismos fundamentales para arreglar controversias son el diálogo y la negociación dentro del paraguas inclusivo de las leyes, y partiendo de una cultura sensatamente dialéctica, porque la verdadera confrontación se debe dar entre ideas, único camino que permite lograr un perpetuo y positivo esfuerzo de superación.

Es un error, un terrible retroceso, plantear la separación de Cataluña de España.

El verdadero progreso (político, moral, económico) de la humanidad, y de sus unidades regionales y nacionales, no pasa por las rupturas, los odios hacia el otro, hacia el extraño, al distinto. Si lo sabremos hoy los venezolanos, asfixiados por la aridez de un odio proveniente del poder, y que hemos padecido y seguimos padeciendo un verdadero doctorado en desdichas divisionistas.

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