Los cinco retos que tiene la alianza opositora en México
Ante esta realidad, el 22 de diciembre de 2020 los partidos opositores Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD) anunciaron la coalición electoral “Va por México”, con el objetivo de enfrentar como un solo bloque al oficialismo. En términos de discurso, esa formación política tiene cinco grandes retos por delante:
Balancear la conversación sobre lo que representa la alianza.
Un discurso de campaña persuasivo se construye a partir de una buena narrativa, un relato que permita a las audiencias entender qué representa una opción política y por qué es mejor que las otras alternativas. ¿Dónde debería empezar el relato de una alianza formada por los tres antiguos rivales? Si comenzara en 2018, entonces tendrían que contarnos por qué perdieron las elecciones ante AMLO, qué lecciones aprendieron de esa derrota y por qué las cosas serían diferentes si la gente votara por “Va por México”. Si la historia empezara antes, entonces nos tendrían que persuadir sobre las cosas positivas que tenían los gobiernos locales y federales del PAN, PRI y PRD, así como balancear el severo juicio que el electorado tiene sobre los errores y abusos del pasado. Nadie en la alianza ha contado esa historia en los últimos dos años, por lo que AMLO no ha tenido obstáculo para imponer su versión, que caracteriza absolutamente todo lo que se hizo antes de su gobierno como indeseable y negativo.
Activar a sus propios votantes convencidos.
Antes de lanzarse a convencer a “los de afuera”, los aliancistas deberían estar haciendo un esfuerzo enorme de comunicación interna con “los de casa”, para asegurar que su militancia y los votantes más fieles estén realmente convencidos de la pertinencia y posibilidades de éxito de la unión de los tres partidos. De lo contrario, cuando los mariscales de campo avancen ordenando “¡A la carga!”, podrían voltear hacia atrás y ver con horror que no tienen a nadie siguiéndolos, tal como le pasó a los candidatos José Antonio Meade (PRI) y Ricardo Anaya (PAN) en su derrota ante AMLO en 2018. Si los militantes y simpatizantes de PRI, PAN y PRD no están emocionados con la alianza, si no creen que esta es la opción ganadora, ni que pueden salir buenas cosas de este matrimonio político, será difícil lograr buenos resultados en las urnas.
Hacer una crítica del populismo y, al mismo tiempo, evitar pelear en el terreno populista.
Un inexplicable lugar común de los comentaristas políticos mexicanos es exigirle a la oposición que “no se dedique solamente a criticar a AMLO”, como si la principal arma de campaña opositora en los últimos 20 años de elecciones democráticas en México no hubiera sido atacar lo más duramente posible al presidente en funciones. Nuestra política electoral nunca ha sido un ágora de contraste de propuestas y el populismo la ha degradado todavía más, pues tenemos a un presidente que centra su discurso en el insulto a críticos y opositores.
Al mismo tiempo, los resultados de la gestión presidencial han sido desastrosos. A la fecha, se acumulan 150,000 muertes por coronavirus en el registro oficial y muchas más al calcular el exceso de mortalidad. Estimaciones de calificadoras y de organismos internacionales indican que la economía tardará entre dos y cuatro años en recuperar el tamaño que tenía al arranque del sexenio. El cierre definitivo de empresas y el desempleo no ceden. Sería ilógico no aprovechar ese panorama para llamar al voto en contra del partido gobernante. Dicho eso, los aliancistas no están buscando formas innovadoras para conectar con los votantes lastimados por esta situación. Sus primeros spots son débiles y no logran transmitir ni un sentido de urgencia ante la crisis ni un llamado claro a la acción. Algunos voceros parecen más interesados en persuadir a los integrantes de Morena y otros usan el lenguaje y los marcos de referencia de AMLO. La alianza debe generar un discurso crítico que no caiga en la agresión populista, pero que tampoco se quede en simple repetición de diagnósticos y propuestas genéricas.
Renovar el lenguaje político.
Tal vez uno de los daños más graves que AMLO ha causado al ya muy averiado sistema político mexicano tiene que ver con el lenguaje. Si la alianza nos empieza a hablar de términos como “honestidad”, “justicia”, “lucha contra la corrupción” o “combate a la pobreza”, no podrá evitar que muchos votantes activen en su mente los marcos de referencia creados por el populismo y reforzados por su incesante propaganda. El enorme reto es renovar el lenguaje político para darle nuevo contenido y significado a las palabras. Esa tarea podría ser menos difícil si la alianza postula perfiles frescos en sus candidaturas. De lo contrario, veremos de un lado a candidatas y candidatos populistas usando el agresivo y efectivo lenguaje de AMLO y, del otro, a candidatas y candidatos aliancistas replicando el lenguaje político rígido y programático que los llevó a la derrota en 2018.
Cómo construir un futuro deseable.
En 2018 se decía que AMLO ofrecía a muchos mexicanos algo que la política les había negado: esperanza. Esta afirmación ya no se sostiene a la luz de los resultados de su gestión. Sin un futuro promisorio que ofrecer y con un presente desolador, el principal activo político del presidente radica en su capacidad para mantener encendida la llama de descontento con el pasado. De ahí que la alianza tenga como reto enfocar la mirada de los votantes en un futuro deseable y hacer que la visión de una sociedad posterior a AMLO comience a ser creíble y atractiva. Los caminos discursivos para llegar ahí son dos: la polarización total o la reconciliación nacional. Ambos tienen ventajas y desventajas en términos de comunicación. De cuál ruta elija la alianza y de la elocuencia y credibilidad de sus voceros dependerán, en mucho, sus posibilidades de éxito.