Los cuadernos de la corrupción de Kirchner apuntan a las Madres de la Plaza de Mayo
Hebe de Bonafini, la titular de la asociación de Madres de Plaza de Mayo – Félix Ordóñez Villafranca
Los llamados «cuadernos de la corrupción» se han convertido en una caja infinita de sorpresas. El destino de cientos de millones de dólares (pesos y euros) en sobornos se esparce como un ventilador del saqueo de la triple administración kirchnerista (Néstor y Cristina Fernández). Nada -y pocos- se salva. Ernesto Clarens, el llamado «financista arrepentido», confesó al juez federal, Claudio Bonadío, el nombre de un centenar de empresas que pagaban religiosamente al por entonces matrimonio presidencial por medio de sus subordinados. Clarens, en su declaración, confirmó la entrega de treinta millones para los proyecto urbanísticos de Hebe de Bonafini, la titular de la asociación de Madres de Plaza de Mayo, procesada por apropiación indebida y malversación de fondos públicos.
Bajo el paraguas de la fundación «Sueños compartidos», que presidía Bonafini, ésta y sus dos lugartenientes, Sergio y Pablo Schoklender, se llenaron los bolsillos con las entregas de dinero que les llevaba José López, el ex secretario de Estado, descubierto cuando trataba de ocultar cerca de nueve millones de dólares en un monasterio. Esta sería la versión de Clarens, hueso duro de roer que únicamente confesó cuando advirtió que el juez Bonadío, sabía más de lo que parecía. De este modo, el nombre de Bonafini volvió a estar ligado al desprestigio propio y de rebote, al de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo.
Clarens, hombre meticuloso, como el chofer que registró, como en un diario, los circuitos, cantidades, direcciones y personas que entregaban y recibían sobornos, dio cuenta de ciento veinte empresas sometidas al plan sistemático de «coimas» diseñado por el matrimonio Kirchner. El financista le relató a Bonadío que las entregas a «Sueños compartidos» se concretaron, en su mayoría, en el 2003, año en el que, como recoge Daniel Santoro en el diario «Clarín», publicaron el escándalo de los agujeros negros de la fundación y el tren de vida (avión privado, etc.) de Sergio Shoklender, parricida con su hermano Pablo y «adoptado» (en sentido virtual) por Hebe de Bonafini mientras cumplía sentencia por el asesinato de sus padres.
«La araña» y «Rico MacPato», apodos por los que conocían a la pareja que concentró más poder en la historia de Argentina, recibían, según Clarens, la «recaudación» en su piso del barrio porteño de la Recoleta, en habitaciones del Hotel Faena (diseño y decoración de Norman Foster y Philippe Starck) o en el Panamericano, frente al teatro Colón. «La plata» viajaría semanalmente al sur donde la familia de Néstor y Cristina Kirchner echó raíces en los años 70. Daniel Muñoz, su fallecido secretario, le contó a Clarens una anécdota que da idea de la avaricia y voracidad por el dinero del poder, según publica Clarín, «Llegamos con cajas tan grandes a la casa de Los Sauces (hotel y casa del Calafate del matrimonio) que no entraban por la puerta principal. Entonces, tuvimos que meterlas por la puerta de la cocina ante la sorpresa de los cocineros y otros empleados».