BitácoraDemocracia y PolíticaEleccionesMarcos Villasmil

Los Demócratas, las matriohskas y las elecciones 2020

Saber cuántos y quiénes son los precandidatos del partido Demócrata a enfrentarse a Donald Trump ya debería formar parte de la sección de preguntas difíciles de cualquier programa del tipo “Quién quiere ser millonario”. Casi no hay semana sin que se lance alguien nuevo a la arena; al momento de escribir esta nota son 24, con seis mujeres en el grupo.

Puestos a competir, se decidió que 20 de ellos (10 y 10; el resto quedó fuera) debatieran en dos noches consecutivas, los días 26 y 27 de junio, en la muy republicana ciudad de Miami. ¿Cómo se decidió la selección? Los participantes debían superar por lo menos uno entre dos criterios establecidos: un 1% de apoyo en tres encuestas; u obtener donaciones para la campaña de al menos 65.000 personas repartidas en  20 estados o más (un mínimo de 200 por entidad).

¿Qué esperar de semejante demostración de hemorragia candidatural, además de ser la prueba de que no hay un líder opositor indiscutible?

Casi todos lucieron en los debates como una gigantesca matrioshka (esa suma de muñecas rusas, una más grande que la otra, y cuya  originalidad consiste en que todas se encuentran huecas, albergando en su interior una nueva muñeca, y esta a su vez otra, sucesivamente.  Todas son multicolores, suvenires favoritos de los turistas que visitan Rusia). Nuestros aspirantes lucharon desesperadamente para diferenciarse,  destacarse de los demás, ser la muñeca más visible.

Para colmo, tal jolgorio candidatural tenía que producir necesariamente excentricidades, que se dieron incluso fuera de la función televisiva. Bill de Blasio, alcalde de Nueva York, culminó un discurso a los trabajadores del aeropuerto de Miami con esta frase: “hasta la victoria siempre” (sic). O sea, algo así como elogiar a Hitler en medio de una boda judía. El operativo contra incendios de su campaña no pudo impedir que en cuestión de nanosegundos la muy atribulada –por la presente situación de los demócratas en el “sunshine state”- presidenta del partido estatal, Terrie Rizzo, le exigiera a de Blasio, con lenguaje gélido, que se retractara: “El alcalde de Blasio no habla por la gente de Florida, ni por el partido Demócrata, y sería inteligente que se disculpara”.

Y así lo hizo de Blasio, o al menos lo intentó, ya que puso aún más la torta afirmando que “desconocía que la frase que usé se “asocia” (otro sic)  con el Che Guevara”; “me disculpo por no entender esa historia”. ¿Cuál? ¿La de la revolución cubana, y uno de sus más destacados líderes, el sociópata argentino? ¿Y desplegar esa ignorancia, entre todos los lugares posibles, precisamente en Miami?

Al alcalde se le asocia con el ala “progresista” del partido, esa que tiene tantos candidatos a la presidencia como líderes, y que pasa buena parte de su tiempo tratando de explicarle a la ciudadanía la diferencia entre ser“progresista”, ‘liberal”, “socialdemócrata” o “socialista”. Y es que las discusiones ideológicas, para deleite de quienes pastan en terrenos de la izquierda gringa, han vuelto una vez más a hacer su aparición en el partido de Kennedy y Roosevelt. ¿Hay que girar hacia la izquierda, para amarrar el voto juvenil, o atracar la nave en el centro, para asegurar el voto suburbano y femenino? Shakespeare se hace una vez más presente, con su hamletiano “ser o no ser (socialista), he allí el dilema”.

Laurence Olivier, en el papel de Hamlet

En estos primeros debates se dio asimismo otra confrontación: los jóvenes dirigentes contra la “vieja guardia”. Hace su aparición en escena la senadora californiana Kamala Harris, dispuesta a enviar al retiro al ex-vicepresidente Joe Biden, que por los momentos lidera los sondeos. Los medios la dieron como ganadora  del segundo debate, al atacar con pasión y buenos argumentos a Biden sobre el tema racial.

Para colmo, uno de los más ilustres entre tanto desconocido -o viceversa-, Eric Swalwell,  de 38 años, afirmó: “Yo tenía seis años cuando un precandidato presidencial visitó California, afirmando que había que pasar el testigo a las nuevas generaciones… esa declaración, hace 32 años, la hizo Joe Biden”. Ouch.

Y es que los candidatos con más apoyo inicial no son precisamente recién llegados no digamos a la política, sino a la vida: Biden tiene 76 años; Bernie Sanders 77, y la tercera en discordia, otra de las orgullosas portadoras de los lanzallamas de la izquierda, Elizabeth Warren, 70.

Mientras, Kamala Harris tiene 54 años. En el otro extremo etario tenemos al joven alcalde de South Bend (indiana), Pete Buttigieg, quien con sus 37 años podría ser hijo –hasta nieto- de los arriba mencionados. El hombre, además de tener un apellido impronunciable, es todo un emblema de los temas a la orden del día: ex-veterano de Afganistán,  creyente religioso, homosexual, graduado en Harvard y con un bien muy escaso en la política del siglo XXI: fama de buen orador. Su tema en el debate fue el control de la venta de armas.

Con la excepción de Warren (participó en el primer encuentro, y lució como la más centrista entre todos los izquierdistas) cada vez que los más mayorcitos tomaban la palabra, parecía que salían telarañas de sus bocas; si se les hubiera jurungado la ropa, seguro habría aparecido alguna bola de naftalina.

Representaron un claro contraste Beto O’Rourke, el tejano de 46 años, quien ganara notoriedad en las elecciones legislativas del pasado noviembre, pero que en el debate deslució,  y el también tejano exalcalde de San Antonio y exsecretario de Vivienda de la Administración de Obama, Julián Castro (44 años),  que en las encuestas no se veía ni con periscopio, pero quien ganó enteros con su atrevido programa a favor de la inmigración.

A rey muerto…resulta que casi todos atacaron al vice-presidente Biden arremetiendo contra su presidente, Barack Obama; en medio de la ola izquierdista, Obama luce como hoy un conservador. Qué tiempos aquellos, cuando todos eran obamistas radicales.  Eso sí, hay que estar claro que la única ruta hacia la victoria impone el resurgir de la alianza que le dio la presidencia al hawaiano: jóvenes + mujeres + latinos + negros + asiáticos.  Y que todos voten en masa, especialmente las mujeres. Recordemos que ellas fueron decisivas en la victoria demócrata de noviembre pasado, cuando uno de cada cuatro escaños en juego (entre Senado y Cámara de Representantes) fue ganado por una candidata.

Conclusiones: los dos debates fueron ganados por mujeres, Warren el primero, Harris el segundo.  Además, se demostró que la “identity politics” sigue siendo el tema central de la discusión demócrata. Y, por último, no se ha resuelto una pregunta estratégica fundamental: ¿Puede ganar las elecciones un candidato de izquierda, algo impensable hasta hace poco en los EEUU?

¿Un pronóstico? Apuesten lo que quieran a que si el partido Demócrata no escoge a una candidata presidencial, el hombre seleccionado incluirá en la boleta a una mujer para la vice-presidencia.

Es probable que Biden baje en las encuestas y que Warren y Harris suban algo; pero faltan casi 500 días para las elecciones presidenciales y es bien sabido que ganar un debate no es ganar las primarias, no digamos ser capaz de enfrentarse a Donald Trump.

Si no lo creen, pregúntenle a la señora Clinton.

 

 

 

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