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Los dos récords mundiales nefastos del castrismo

Ser 'amigo de Cuba' hoy es apoyar a la mafia militar que está acabando con el país, es ser enemigo del pueblo cubano y de toda la humanidad, su progreso y futuro.

Miguel Díaz-Canel en la Duma Estatal de Rusia, Moscú.
Miguel Díaz-Canel en la Duma Estatal de Rusia, Moscú. AP

 

 

Entre los muchos récords impuestos por la dictadura castrista hay dos que sobresalen por su dimensión global: es la autocracia que ha disfrutado de más impunidad internacional en la historia moderna, y es la que más ha perdurado en el hemisferio occidental.

¿Y por qué ese «encanto» hipnótico perenne de la dictadura castrista y su cuasi infinitud? La hipnosis la hizo Fidel Castro cuando al asaltar el poder vendió al mundo la «revolución cubana» como lámpara de Aladino para alcanzar un «futuro luminoso», un justo y equitativo desarrollo social y económico para elevar el nivel de vida de los cubanos y de todos los pueblos del planeta. A la vez, el astuto orador convirtió a Cuba en un David bíblico enfrentado al malvado gigante Goliat, EEUU.

Otra causa de la impunidad del castrismo es que hasta los años 80 la izquierda no tuvo la fuerza política global, gubernamental e institucional, que ha logrado en los últimos 40 años. Paradójicamente, luego de ser sepultado en 1991 el cadáver del marxismo-leninismo en las murallas del Kremlin es cuando más influyente es la izquierda marxista y gramscista.

Por eso, no importó para nada que al fallecer el «paganini» soviético se supiera que la «obra de la revolución» era un gran embuste, pues se financiaba con dinero ajeno regalado, no por Cuba. Tan poco importó aquella mentira, que aún hoy casi todo el mundo se niega a criticar oficialmente o sancionar al castrismo. Haga lo que haga.

¿Hubo igual complacencia, inacción, apoyo y excelentes relaciones con las dictaduras de Pinochet, Trujillo, los Somoza, los Duvalier, Stroessner, Noriega, Sadam Hussein, Gadafi o el régimen de apartheid en Sudáfrica?

Si la dictadura brasileña en los años 70 hubiese hecho pasar hambre masiva a los brasileños se habría producido una lluvia de sanciones contra ese régimen militar.

Un enjambre de izquierdistas pulula en la ONU, y en todas partes

Por otra parte, un enjambre de marxistas reciclados, gramscistas en auge, anticapitalistas, socialistas, y de enemigos de la cultura democrática occidental influyen o dominan la estructura orgánica de la ONU. El propio secretario general, Antonio Guterres, es un militante socialista «amigo de Cuba».

En la Asamblea General, con 193 países participantes, impera una robusta mayoría de unos 120 gobiernos no muy amantes de la democracia que digamos, y dictaduras de izquierda, o que se hacen querer por ella, Rusia e Irán entre ellas.

El colmo es que Cuba es miembro del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU, y casi vitalicio. En octubre de 2023 fue reelecta por ¡sexta ocasión! Cuba fue la que más votos obtuvo de los 146 gobiernos miembros del CDH. Las gallinas reeligieron a un zorro para que las proteja.

Cada año la Asamblea General de la ONU aprueba una resolución presentada por La Habana de condena a EEUU por un embargo comercial cuya ley (Helms-Burton) no conocen ni los embajadores ni los jefes de Estado que la votan, y que establece que el embargo no es contra Cuba, sino contra las empresas estatales comunistas, y que sin los miles de millones de dólares que fluyen de EEUU hacia la Isla ya el castrismo no existiría.

La posición de la Unión Europea, cuyas relaciones con Latinoamérica y Cuba son manejadas por España —hoy con los socialistas en el Gobierno—, favorece al castrismo política y económicamente con millones de dólares para planes fantasmas que no se concretan, o cuyos fondos son malversados por la cúpula dictatorial. El Parlamento Europeo condena al castrismo, pero los gobiernos le hacen el caso del perro a los eurodiputados.

La Administración Biden no presiona a La Habana. Le levanta o suaviza sanciones, y hace nuevas concesiones al régimen sin pedir nada a cambio.

En América Latina, dominada mayormente por gobiernos de izquierda y otros que callan o vacilan por temor a manifestaciones violentas en las calles teledirigidas desde La Habana, solo Argentina (ahora con Milei) y Uruguay levantan la voz contra el totalitarismo castrista.

México, Brasil, Colombia, Honduras, Bolivia, Chile, y las dictaduras de Venezuela y Nicaragua apoyan al castrismo. El populista presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, envió gratuitamente a Cuba 20.100 barriles diarios de petróleo en 2023, por valor de 405 millones de dólares, y ha contratado a 1.200 médicos cubanos para que la dictadura castrista les confisque el 94,4% de sus salarios.

Nunca hubo en América una dictadura más devastadora y larga

Pasemos ahora al nunca acabar del totalitarismo castro-comunista. Es cierto que América Latina desde 1810, luego de la independencia, tiene una larga historia de dictaduras. Bien por una a veces no muy perceptible hibridación del caudillismo heredado España y Portugal con reminiscencias del caudillismo de los cacicazgos precolombinos. Y también por el populismo nacionalista-chovinista de vividores «salvadores de la patria».

Pero ninguna como la dinastía Castro Ruz. Por su duración y por la magnitud de la devastación ocasionada a su pueblo, y a toda América Latina. Recordemos que desde 1959 Cuba ha intervenido militarmente en 16 países: Panamá, República Dominicana, Bolivia, Venezuela, Colombia, Perú, Uruguay, Chile, Paraguay, Brasil, Argentina, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y Granada.

La dictadura cubana en enero próximo cumplirá dos tercios de siglo, algo nunca visto en el hemisferio occidental. La más cercana es otra dinastía, los Somoza en Nicaragua, con 43 años (1936-1979). Luego Alfredo Stroessner en Paraguay, con 35 años (1954-1989); Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961) en República Dominicana; y Porfirio Díaz en México (1977-1911, con intervalos), ambos con 31 años en cada uno. Después los Duvalier en Haití, 29 años.

En África, sus naciones se independizaron en los años 60 del siglo XX, pero muchas de ellas siguen como inmersas en una interminable etapa postcolonial, con gobiernos autoritarios y corruptos hasta la médula, golpes de Estado, guerras civiles, o tribales.  De 54 países africanos, en 22 de ellos hay dictaduras, el 40% del total.

Pero tampoco ninguna ha sido tan larga como la castrista. La más duradera es la de Obiang Nguema, en Guinea Ecuatorial (se habla español), en el poder desde 1979, hace 45 años. Luego viene Paul Biya, de Camerún (también aún en el poder), con 42 años. Y después Muamar Gadafi, Libia, con 42 años.

Con respecto a Asia, no hay allí una sólida tradición de democracia liberal. Se percibe aún en muchos países la influencia de una milenaria cultura, en alguna medida de origen confuciano, que prioriza el culto a una autoridad fuerte (hoy el Estado), y la armonía social por encima de las libertades individuales y la separación de poderes a la occidental.

No por casualidad es en Asia es donde más dictaduras totalitarias comunistas se implantaron, con más de 60 años de duración, y tres de ellas aún vivitas y coleando con 75 años de duración: China, Vietnam y Corea del Norte.

Japón es el único país de Asia plenamente democrático, según el «Democracy Index» de The Economist, En mi opinión en buena medida se debe a la influencia ejercida por EEUU durante la ocupación del país al terminar la Segunda Guerra Mundial, con el general Douglas MacArthur como gobernador militar desde agosto de 1945 a abril de 1951.

En Medio Oriente, con la excepción de Israel, predominan los regímenes teocráticos autoritarios. Y en Oceanía, con 14 países, y solo tres de ellos grandes (Australia, Nueva Zelanda y Papúa Nueva Guinea) no hay dictaduras.

Por último, en Europa, asumiendo que se clasificase al euroasiático imperio soviético como europeo, también ha habido una sola dictadura inacabable, no por casualidad también comunista, con 74 años (1917-1991) de duración: la soviética e imperialista.

De las 15 repúblicas de la Unión Soviética seis eran asiáticas, el 75% del territorio de la propia Rusia es asiático, y de las nueve repúblicas soviéticas europeas cuatro tenían culturalmente más de Oriente que de Occidente.

En fin, que se advierte cómo la izquierda global y sus socios tácticos o estratégicos y antidemocráticos están enrareciendo el panorama mundial. Constituyen hoy la antítesis del progreso de la civilización, de la democracia liberal occidental. El propósito es imponer un autoritario liderazgo global con valores más cercanos a las monarquías absolutistas del siglo XVIII que al siglo XXI.

Y a los cubanos eso nos toca de lleno. Tanto, que con todo derecho podemos decir: ser «amigo de Cuba» (léase dictadura) hoy, apoyar a la mafia militar que está acabando con el país es ser enemigo del pueblo cubano y de toda la humanidad, su progreso y futuro.

 

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