Los generales de Guaidó
La impaciencia por ver resultados ha llevado a muchos a desesperar del joven presidente y a poner en entredicho no solo su entrega, su valor personal y su entereza, sino también su cordura y honestidad
Uno de los motivos del osado gambito de Juan Guaidó que aún pone en riesgo su integridad y su libertad personales fue dramatizar la estrategia que, con ejemplar perseverancia, viene proponiendo a sus compatriotas con su consabida jaculatoria civilista : “cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”.
Con todo y la virtud de ser compartidas por millones de venezolanos dentro y fuera del país, y del apoyo internacional que ha concitado la presidencia interina, esas sencillas y bien cinceladas consignas han comenzado a espejear, a los ojos de muchos, como metas huidizas, quizá inalcanzables.
Tal como ha ocurrido en otros difíciles lances opositores, la impaciencia por ver resultados inmediatos ha llevado a muchos a desesperar del joven presidente y a poner en entredicho no solo su entrega, su valor personal y su entereza, sino también su cordura y honestidad. ¿Qué se le reprocha a Guaidó con tanta acritud?
Que su política hacia el mundo militar venezolano no haya rendido todavía el fruto esperado de ver docenas de generales, con las respectivas unidades a su mando, desconocer a Maduro y ponerse bajo la civil potestad que la Constitución otorga a Guaidó.
Que no invoque de una buena vez cierto artículo de la Constitución que lo autoriza a solicitar el auxilio de una fuerza militar multinacional que, se nos dice, resolvería todo en un periquete.
Los debates que se entablan en los “hilos” de Twitter dejan ver a menudo una arrogante ignorancia, muy clasemediera y muy venezolana, acerca de cómo funcionan las cosas del mundo.
Se diría que para ciertas mentalidades, a Guaidó le bastaría discar un número telefónico, como quien hace un pedido a Pizza Hut, y ordenar al militar gringo que responda al otro lado una o dos andanadas de misiles Tomahawk – mejor mande tres – y una brigada de la 82a División Aerotransportada de los EE.UU hasta fin de mes.
Poniendo a un lado el infantilismo que delatan esas ensoñaciones, pienso que lo más grave es que prescinden por completo de lo que nos viene contando la realidad. Y una observación, frecuente y hecha de buena fe, es la de que hasta ahora ni un solo general bolivariano ha atendido al llamado de Guaidó.
Las excepciones son, hasta donde se alcanza a ver, un antiguo director de inteligencia, peligroso hombre de avería, señalado por el Departamento de Justicia estadounidense como ficha muy importante del narcotráfico. Y un desalmado exjefe de los servicios de salud, responsable, entre otros delitos de lesa humanidad, de la muerte de miles – ¡miles!- de pacientes renales a quienes la Seguridad Social bolivariana les privó oportunamente de medicamento y asistencia por infames motivos electorales.
Se señala a este general, muy documentadamente, como defraudador continuo, durante años, de dineros destinados a la salud. El monto de los defraudado por él y otros de su misma ralea se calcula en miles de millones de dólares. Tránsfuga de última hora y en tránsito en Colombia, el general se presentó a una entrevista televisada en Bogotá vistiendo el uniforme venezolano como si éste por sí solo lo nimbase de alguna heroicidad, como si acabase de llegar de la batalla de Ayacucho. Este general no es una excepción; es un espécimen, un ejemplar cuyo estudio permite inferir las características del resto de la colmena.
Nada más escuchar su lambdacismo – infaltablemente, el general arrepentido trueca la “r” por “l”- y el cínico fárrago de burocratismos con que pretende exculparse permite imaginar la proterva mafia de nulidades que desoye la generosa, pero hasta ahora inconducente, oferta de amnistía que ha hecho Guaidó.
En un ejército como el bolivariano, que dispone de más generales que la Otan, cabe suponer cuántos más tendrán la catadura moral del asesino confeso del Seguro Social bolivariano.
En este instante, sin embargo, dignos oficiales venezolanos permanecen secuestrados y sometidos a bárbaras torturas potencialmente letales. En Colombia, más de un millar de elementos de tropa regular y suboficiales, desertores todos, languidecen en los refugios de Acnur o se han sumado ya a la desamparada y trashumante masa de desplazados.
¡Pero es por los desalmados, estultos generales de la cleptocracia madurista por quienes aún esperamos desde comienzos de año!
Mientras, Mike Pompeo anuncia más sanciones financieras y aterrizan aviones rusos trayendo resfuerzos. ¿Alguien quiere apostar?