‘Los médicos cubanos siempre sentimos que alguien nos está vigilando’
Una doctora que cumplió dos misiones en Venezuela y una en Brasil cuenta las presiones que ha recibido de las autoridades cubanas.
La doctora Yuliet cumplió dos misiones en Venezuela y una en Brasil, en el programa Más Médicos. Pero solo se atreve a dar nombre de pila, ni siquiera se arriesga especificar las localidades en las que trabajó. «Sabemos cómo funciona Cuba», contesta cuando se le pregunta por qué. «Aquí todo es del Estado y los médicos no podemos trabajar con más nadie. Te hacen tierra por cualquier cosa», dice.
«Regresé al país, sí, a pesar de que estando en Brasil finalmente abrí los ojos con respecto a este sistema», afirma. «En Venezuela seguía ciega porque, a pesar de lo que uno pasa allí, el aislamiento es tan grande y la política tan persistente, que sigues con la venda».
«En Brasil era diferente. Aunque querían hacer lo mismo con nosotros, el control era más difícil y uno iba palpando la realidad, comparando. Si no hubiese tenido a mi esposo aquí, esperándome para tener finalmente un hijo, me hubiese quedado», asegura.
Según esta doctora, en Venezuela no tenía «libertad de movimiento». A las 7:00 de la noche debía estar en su alojamiento, una casa asignada.
«Nos llamaban (los jefes cubanos) a cada rato, por la noche, para comprobar si estábamos en casa, y nos pedían que informáramos cosas sospechosas que notáramos en los compañeros. Si éramos tres, por ejemplo, no bastaba que dijeras que estaban, había que ponerlos al teléfono», recuerda.
«En un alojamiento que estuve desertó un médico y fue terrible para nosotros», cuenta la doctora. «Nos tuvieron encerrados en la casa, trancados como presos durante una semana. Todos los días venían jefes de la misión en el estado para interrogarnos, preguntando lo mismo siempre a ver si ocultábamos algo: Que si no notamos algo, que si hizo algún comentario, que por qué no lo informamos… Para ellos éramos cómplices».
«Algunos jefes no parecían ser médicos sino oficiales de la Seguridad del Estado o de contrainteligencia. Aunque nunca dijeron nada sobre eso, todo el mundo se lo imaginaba. Simulaban ser trabajadores administrativos de la salud», añade.
Según Yuliet, la «misión» que cumplió en Brasil no se puede comparar con la de Venezuela, pero solo porque las condiciones obstaculizaban la vigilancia de las autoridades cubanas.
En Brasil «estaba muy aislada y no me podían chequear», explica. No obstante, «el temor de que te cogieran fuera de base y te botaran de la misión, perdiendo el dinero acumulado, siempre estaba presente. Uno tenía una mezcla de miedo y libertad extraña, porque estás en un país libre, eso se siente, pero los médicos cubanos siempre creemos que alguien nos está vigilando. Es como un trauma».
Interrogada sobre si las autoridades cubanas le pedían inmiscuirse en la vida política de los países en los que estuvo, la doctora respondió que así fue en el caso de Venezuela.
«Sí, claro que había que participar, pero con sutileza. Eso era solo en Venezuela, en Brasil nunca me pidieron eso. En la misión venezolana todo es política. Se nos pedía que, al conversar con los pacientes, resaltáramos los logros sociales de Cuba y que culpáramos al bloqueo de los problemas económicos que tenemos».
«Era para contrarrestar la propaganda de la oposición sobre el miedo a que Venezuela se pusiera pobre como Cuba. Cuando estaba allá, todavía no se había puesto tan malo aquello. Pero cuando más nos exigían era en tiempos de elecciones», recordó.
«Nos cogían para el monitoreo durante las votaciones. Cada una hora nos llamaban para preguntar cómo iban las votaciones en donde estábamos, calculando según nos decía la gente por quién había votado. Y nos pedían que dijéramos durante la campaña que, si no salía Chávez, y después Maduro, se acabarían las consultas gratis y tendríamos que regresar a Cuba».
Como han denunciado otros doctores que han cumplido misión en Venezuela, Yuliet afirma que en ese país tuvo que falsificar estadísticas sobre pacientes y destruir medicamentos.
«Claro que lo tuve que hacer, todos teníamos que hacerlo en Venezuela. En Brasil no. Como dije, la misión en Venezuela es más política, te exigen más consultas de las que se pueden dar y no puedes fallar con eso. Entonces, hay que inflar los reportes y el medicamento no puede sobrar. Da lástima destruir o botar medicamentos sabiendo que están en falta en Cuba, pero es obligatorio, no hay remedio. Si no lo haces, te buscas tremendo rollo. Todo el mundo lo sabe, hasta los jefes, pero si te cogen te suspenden la misión», relata.
«Hubo un caso de suspensión de un médico porque unos opositores al chavismo descubrieron medicamentos en el depósito de la basura cercano al CDI (Centro de Diagnóstico Integral). Se formó tremendo alboroto y la cosa se puso fea».
«En Brasil, al menos donde yo estaba, teníamos que seguir el protocolo de trabajo de allá, que está diseñado como es, no había que inventar. Teníamos tiempo de hacer las consultas y visitar los pacientes, sin fraude», compara.
Sobre los objetivos del Gobierno con el envío de misiones médicas al exterior, Yuliet considera que el argumento de la solidaridad es más «política que otra cosa».
«Todos tenemos que repetirlo tantas veces que llegas a incorporarlo al lenguaje cotidiano, pero en el fondo todo el mundo sabe que primero es una cuestión de dinero».
«Todo es relativo. Lo que ganamos los médicos aquí en Cuba es muy poco, no alcanza para nada, aunque comparado con otros trabajadores parece alto. En las misiones nos pagan también una miseria, comparado con el salario de los médicos del país donde estemos, pero para nosotros es varias veces más que lo que ganamos en Cuba. Esa es la motivación real para nosotros. Para el Gobierno, no sé, creo que es una mezcla de negocio, política y un poco de solidaridad también. Puede ser».
Para Yuliet, es difícil aceptar que las misiones en el exterior sean «esclavitud», como consideran gobiernos y organizaciones de derechos humanos, pero el choque con las evidencias no deja mucho espacio para la duda.
«A nosotros nos lo enfocan desde la óptica de la solidaridad y desde nuestra realidad económica lo vemos como una oportunidad. Pero una vez fuera, terminamos comparando lo que recibimos y lo que uno se entera que pagan al Gobierno por nuestro trabajo. Es difícil también no sacar la cuenta y no sentirse utilizado».
«Donde más yo sentí esa insatisfacción, esa sensación de estar siendo explotada, fue en Brasil. Allí todo se veía más claro. Incluso había que soportar el descaro de que nos quitaran la mayor parte del dinero que la Prefectura de donde uno trabajaba asignaba para nuestra instalación inicial. Creo que para no sufrir mucho y poder soportarlo, uno se consolaba con que nunca antes habíamos tenido nada».
Tras regresar de las misiones, la doctora ha vuelto a su trabajo en Cuba. Interrogada sobre si cree que el Gobierno invierte lo que recauda con el trabajo de los médicos en el sistema de Salud nacional, responde: «Seguramente invierten una parte, pero no creo que todo, porque de ser así no estuviésemos trabajando en tan malas condiciones. Los hospitales son reparados por pedacitos, los baños están en pésimas condiciones y no hay medicamentos en las farmacias ni en los hospitales».
«No tenemos para trabajar ni bolígrafos y no sabemos ni qué recetar, porque todos los fármacos están en falta. Incluso las recetas que nos dan no alcanzan ni para tres días de la semana. Pienso que si no nos pagan lo que realmente nos toca en la misión, al menos lo deberían invertir en la salud del pueblo. Sería lo correcto».