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¿Los países pobres pagarán sus deudas? Varias crisis afectan a las economías menos dinámicas

Las economías en desarrollo se ven afectadas por la subida de las tasas de interés, la fortaleza del dólar y la ralentización del crecimiento mundial.

                                                       Credit…Carlo Giambarresi

 

WASHINGTON — En los próximos meses, los países en desarrollo harán frente a una desastrosa crisis de deuda cuando la inflación galopante, la desaceleración del crecimiento, las tasas de interés al alza y un dólar cada vez más fuerte sean la combinación perfecta que podría desencadenar una oleada de complicados incumplimientos de pago y provocar dificultades económicas para las poblaciones más vulnerables del mundo.

Algunos cálculos sostienen que los países pobres les deben hasta 200.000 millones de dólares a los países ricos, a bancos multilaterales de desarrollo y a grupos de acreedores privados. Las tasas de interés al alza han aumentado el valor del dólar y dificultan el pago de préstamos para los prestatarios extranjeros con deuda en dólares.

El incumplimiento de pago de una enorme cantidad de préstamos elevaría todavía más los costos de endeudamiento para los países vulnerables y podría generar crisis financieras cuando ya casi 100 millones de personas se han sumido en la pobreza este año por los efectos combinados de la pandemia, la inflación y la guerra de Rusia en Ucrania.

Este peligro plantea otras condiciones desfavorables para una economía mundial que ha estado acercándose a la recesión. Durante las últimas semanas, los líderes de las economías avanzadas del mundo han sostenido conversaciones privadas para hallar maneras de impedir crisis financieras en mercados emergentes como Zambia, Sri Lanka y Ghana, pero han tenido problemas para desarrollar un plan que acelere el alivio de la deuda y, al mismo tiempo, enfrente sus propios problemas económicos.

Mientras los países ricos se preparan para una recesión mundial e intentan resistir los elevados precios de la energía y los alimentos, han estado disminuyendo los flujos de inversión hacia el mundo en desarrollo, y los grandes acreedores, sobre todo China, no han restructurado los préstamos con tanta rapidez.

Es poco probable que los impagos masivos en países de bajos ingresos originen una crisis financiera global debido al reducido tamaño de sus economías. Pero esa posibilidad está haciendo que los legisladores vuelvan a considerar la sostenibilidad de la deuda en una era de tasas de interés al alza y transacciones de préstamos cada vez más opacas. Esto se debe, en parte, a que los incumplimientos de pago pueden dificultar que países como Estados Unidos exporten mercancía a los países endeudados, con lo cual se desacelera aún más la economía mundial y tal vez se da lugar a una hambruna generalizada y a un descontento social. Cuando Sri Lanka se acercó al incumplimiento de pagos este año, su banco central se vio obligado a concertar un acuerdo de intercambio para pagar el petróleo iraní con hojas de té.

“Encontrar maneras de reducir la deuda es importante para que estos países vean la luz al final del túnel”, señaló el mes pasado David Malpass, presidente del Banco Mundial, en una entrevista durante la cumbre del G20 en Bali, Indonesia. “Esta es una carga pesada para los países en desarrollo que, si continúa así, será cada vez peor con impactos posteriores sobre las economías avanzadas en términos de mayores flujos de migración y mercados perdidos”.

El apremio es una consecuencia de los confinamientos para contener el coronavirus en China y de la guerra de Rusia en Ucrania, la cual ha obstaculizado la producción global y elevado los precios de los alimentos y la energía. La Reserva Federal ha estado aumentando con rapidez las tasas de interés en Estados Unidos, lo que consolida el fortalecimiento del dólar y lo encarece para que los países en desarrollo importen lo necesario para las poblaciones que ya están batallando con los precios al alza.

Los economistas y las instituciones financieras globales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, han estado dando la voz de alarma acerca de la gravedad de la crisis. Este año, el Banco Mundial proyectó que cerca de una decena de países podrían enfrentar incumplimiento de pago durante el próximo año, y el FMI calculó que el 60 por ciento de los países en desarrollo de bajos ingresos estaban sobreendeudados o en un alto riesgo de estarlo.

Desde entonces, las finanzas de los países en desarrollo han seguido deteriorándose. La semana pasada, el Consejo de Relaciones Exteriores señaló que ahora 12 países llegaron a su calificación más alta de incumplimiento, hace 18 meses solo eran tres.

Brad Setser, un investigador sénior de ese consejo, calcula que se tienen que reestructurar 200.000 millones de dólares de deuda soberana en los mercados emergentes.

“Desde luego que es un problema sistémico para los países afectados”, comentó Setser. “Debido a que, entre 2012 y 2020, una cantidad anormalmente grande de países se endeudaron con el mercado y con China, hay una cantidad excepcionalmente grande de países en incumplimiento de pago o en riesgo de estarlo”.

La restructuración de la deuda puede incluir ofrecer periodos de gracia para el rembolso, reducir las tasas de interés y condonar parte del principal que se debe. Por lo general, Estados Unidos ha encabezado extensas iniciativas de alivio de deuda, como el Plan Brady para Latinoamérica en la década de 1990. Sin embargo, el surgimiento de acreedores comerciales que prestan a tasas de interés muy altas y los prolíferos préstamos de China —que no ha estado dispuesta a asumir pérdidas— han complicado las iniciativas de alivio de la deuda a nivel internacional.

Fitch, la empresa de calificación crediticia, advirtió en un informe del mes pasado que “es probable que haya más impagos” en los mercados emergentes el próximo año y lamentó que el llamado Marco Común que estableció el G20 en 2020 para facilitar la reestructuración de la deuda “no está siendo eficaz para resolver las crisis con rapidez”.

Desde que se estableció este marco, solo Zambia, Chad y Etiopía han buscado un alivio de la deuda. Ha sido un proceso agotador en el que participan los comités de los acreedores, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, todos los cuales deben negociar y llegar a un acuerdo sobre cómo reestructurar los préstamos que deben los países. Después de dos años, finalmente Zambia está a punto de reestructurar su deuda con los bancos estatales de China y, el mes pasado, Chad llegó a un acuerdo para reestructurar su deuda con acreedores privados, entre ellos Glencore.

Bruno LeMaire, ministro francés de Economía, afirmó que los avances con Zambia y Chad eran un paso positivo, pero que aún quedaba mucho trabajo por hacer con otros países.

“Ahora debemos acelerar”, declaró Le Maire al margen de la cumbre del Grupo de los 20.

China, que se ha convertido en uno de los acreedores más grandes del mundo, sigue siendo un obstáculo para el alivio de la deuda. Los especialistas en desarrollo la han acusado de poner “trampas de deuda” a los países en desarrollo con su programa de préstamos de más de 500.000 millones de dólares, el cual ha sido calificado de abusivo.

“En realidad, hablamos de que China no quiere reconocer que sus préstamos han sido inviables y que se está demorando en llegar a acuerdos”, comentó Mark Sobel, exfuncionario del Departamento del Tesoro y presidente del Foro Oficial de Instituciones Monetarias y Financieras por parte de Estados Unidos.

Estados Unidos ha instado periódicamente a China a mostrarse más complaciente y se ha quejado de que los préstamos chinos son difíciles de reestructurar debido a la opacidad de los términos de los contratos. Ha descrito las prácticas de préstamo de China como “poco convencionales”.

“China no es el único acreedor que frena la aplicación rápida y eficaz del libro de jugadas típico”, dijo Brent Neiman, asesor de la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, en un discurso pronunciado en Washington en septiembre. “Pero en todo el panorama crediticio internacional, la falta de participación de China en el alivio coordinado de la deuda es la más común y la que más consecuencias tiene”.

China ha acusado a los acreedores comerciales y a las instituciones multilaterales de Occidente de no hacer lo suficiente para reestructurar las deudas y negó haber emprendido una práctica de préstamos abusivos.

“Estas no son ‘trampas de deuda’, sino monumentos de cooperación”, aseveró Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores de China, este año.

La propia economía china está desacelerándose debido a su estricta política “covid cero”, la cual ha incluido pruebas masivas, cuarentenas y confinamientos de su población. Una crisis inmobiliaria interna también ha dificultado que China acepte pérdidas en los préstamos que ha hecho a otros países.

Esta semana, funcionarios del FMI viajarán a Pekín para una mesa redonda “1+6” con los dirigentes de las principales instituciones económicas internacionales. Durante esas reuniones, ayudarán a China a comprender mejor el proceso de reestructuración de la deuda a través del marco común.

Ceyla Pazarbasioglu, directora del departamento de estrategia, política y revisión del FMI, reconoció que llegar a un acuerdo sobre el alivio de la deuda podría llevar tiempo, pero dijo que transmitiría la urgencia a los funcionarios chinos.

“El problema que tenemos es que ahora no tenemos tiempo porque los países son muy frágiles a la hora de hacer frente a la vulnerabilidad de la deuda”, declaró a los periodistas Pazarbasioglu, que viajará a China.

En las reuniones anuales de octubre del FMI y el Banco Mundial en Washington, los legisladores mencionaron que el ritmo de la reestructuración de la deuda era demasiado lento e hicieron un llamado a llevar a cabo una acción coordinada entre acreedores y deudores con el fin de encontrar soluciones antes de que fuera demasiado tarde.

Durante un debate del panel acerca de la reestructuración de la deuda, Gita Gopinath, primera directora gerente adjunta del FMI, afirmó que los países y los acreedores deben evitar la clase de ilusiones vanas que dieron origen a los incumplimientos.

“Hay una gran tendencia a apostar por el rembolso”, mencionó Gopinath. “Hay una gran tendencia a que los acreedores esperen que se apueste por el rembolso y luego nada se resuelve”.

Pero al concluir la reunión del Grupo de los 20 en noviembre, parecía que se había avanzado poco. En una declaración conjunta, los líderes expresaron su preocupación por el “deterioro de la situación de la deuda” en algunos países vulnerables de renta media. Sin embargo, ofrecieron pocas soluciones concretas.

“Reafirmamos la importancia de los esfuerzos conjuntos de todos los actores, incluidos los acreedores privados, para seguir trabajando en la mejora de la transparencia de la deuda”, rezaba la declaración.

El texto incluía una nota a pie de página que decía que “un miembro tiene opiniones divergentes sobre cuestiones de deuda”. Ese país, según personas familiarizadas con el asunto, era China.

En la entrevista, Malpass dijo que China había estado dispuesta a discutir el alivio de la deuda, pero que “el diablo está en los detalles” cuando se trata de reestructurar los préstamos para reducir la carga de la deuda.

El presidente del Banco Mundial pronosticó que era poco probable que los problemas fiscales que enfrentan los países en desarrollo derivaran en una crisis de deuda global del tipo que hubo en la década de 1980 cuando muchos países latinoamericanos no pudieron pagar su deuda externa. Sin embargo, planteó que había una exigencia moral de hacer más para ayudar a los países pobres y a poblaciones que habían caído en una mayor pobreza durante la pandemia.

“Habría continuos retrocesos de desarrollo en términos de pobreza, en términos de hambre y desnutrición, mismos que ya se están incrementando”, señaló Malpass. “Además, esto llega en un momento en que los países necesitan más recursos, no menos”.

 

​​Alan Rappeport es reportero en materia de política económica residenciado en Washington. Cubre el Departamento del Tesoro estadounidense y escribe sobre impuestos, comercio y asuntos fiscales. Antes trabajó para The Financial Times y The Economist@arappeport

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