Cultura y Artes

Los placeres de «Peanuts»

¿Quién es el más famoso perro de la ficción? ¿Lassie, Rin Tin Tin o el Toto de Dorothy en «El Mago de Oz»? Todos tienen su atractivo. Pero la respuesta es sin duda Snoopy. Su creador, Charles Schulz, nacido un 26 de noviembre hace 100 años, tradujo su adusta infancia en Minnesota en «Peanuts», una tira cómica en la que los niños se enfrentan a verdades incómodas prácticamente sin la intervención de los adultos. Schulz reimaginó a su mascota de la infancia, Spike, un juguetón mestizo, como un beagle: el fiel compañero del desventurado Charlie Brown.

 

Los personajes humanos de Schulz, con sus grandes cabezas y pequeños torsos, parecen vulnerables. Reflexionan de forma sombría sobre el amor no correspondido y la naturaleza esquiva de la felicidad. Pero Snoopy es una presencia soleada, el único personaje de «Peanuts» al que se le permite dar besos. Además de inspirar a mucha gente a tener un perro, el Snoopy de Schulz animó a otros artistas a dotar de profundidad psicológica a sus propias creaciones animales. Y a Schulz se le pagó más que «cacahuetes» (peanuts): cuando murió en 2000, los productos de Snoopy le reportaban entre 30 y 40 millones de dólares al año.

 

 

 

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NOTA ORIGINAL:

The Economist

The Pleasures of Peanuts

Who is the greatest dog in fiction? Lassie, Rin Tin Tin and Dorothy’s Toto in “The Wizard of Oz”? All have their appeal. But the answer is surely Snoopy. His creator, Charles Schulz, born 100 years ago on Saturday, translated his dour Minnesotan childhood into “Peanuts”, a cartoon strip in which children confront uncomfortable truths virtually free from adult intervention. Schulz reimagined his boyhood pet, Spike, a playful mongrel, as a beagle: the loyal companion of the hapless Charlie Brown.

Schulz’s human characters, with their large heads and tiny torsos, look vulnerable. They muse bleakly about unrequited love and the elusive nature of happiness. But Snoopy is a sunny presence, the only “Peanuts” character allowed to give kisses. Besides inspiring many people to own a dog, Schulz’s Snoopy encouraged other artists to imbue their own animal creations with psychological depth. And Schulz was paid more than peanuts—by the time he died in 2000, Snoopy merchandise was netting him $30m-40m a year.

 

 

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