Los Putin, una familia de sobrevivientes
Los rusos que votaron por primera vez ayer no conocen otro jefe del Kremlin que no sea el antiguo coronel del KGB, Vladimir Putin, quien llegó al poder en el año 2000 y aspira a sobrevivir como único líder de los rusos, por lo menos, hasta 2024. Para llegar a su destino final, Putin, un aplicado alumno de la escuela de la Guerra Fría, no dejó cabos sueltos. En 2007, cuando diseñaba su estrategia, presentó un manual de historia que se convirtió en el libro de texto obligatorio de todas las escuelas del país.
La enseñanza básica de su manual: valorar la importancia de los enemigos. “Cuanto más potente sea la amenaza exterior, más fuerte se sentirá el gobernante ruso”, dice la cartilla. En otro capítulo expone otro principio: “Si el combate es inevitable, hay que ser el primero en golpear”. Por eso Putin no espera. Con una lucha paciente y obstinada, que aprendió durante su infancia en las calles de Leningrado (hoy San Petersburgo) el mandatario ruso ha dejado su impronta: ante cualquier síntoma de debilidad de su adversario, responde.
Las elecciones son una muestra de su manual: aunque participaron siete candidatos más, Putin los hizo casi invisibles. El más cercano al mandatario, el candidato del Partido Comunista, Pável Grudinin tenía apenas el 7 % de la intención de voto; el ultranacionalista Vladimir Zhirinovski, 5 %; la periodista liberal Xenia Sobchak, 2 %, y otros casi imperceptibles, alcanzaron, juntos, el 1 %. Inhabilitado hasta 2024 a causa de una sospechosa condena judicial, el principal opositor al Kremlin, Alexéi Navalny, instó a los rusos a boicotear los comicios.
Una parte de la población le copió el mensaje y protestó por su eternización en el poder. Pero son más los que lo quieren y respetan porque, dicen, “está haciendo lo que se espera de un gobernante: dirige el país con mano de hierro y hace que el mundo lo respete como una potencia”. Así sea recurriendo al envenenamiento de exespías, aliándose con los actores contrarios a Occidente o presentando un arsenal nuclear que “nos hará invencibles”, como dijo frente al Parlamento a principios de marzo. “Nadie quería hablarnos, nadie quería escucharnos. ¡Escúchennos ahora!”, amenazó.
“Mientras Putin agita al mundo, creando olas de incertidumbre que agitan a cancilleres y presidentes, Putin sonríe. Encantado ante el espectáculo, encantando de que se hable de él y de su Rusia, encantado porque parezca que, de nuevo, el mundo se divide entre Estados Unidos y Rusia. Encantado de que se hable de algo como una nueva Guerra Fría, “los buenos viejos tiempos”, según él”, escribió en este diario el historiador, Miguel Benito Lázaro.
Cuestión de familia
Cuando era niño, Vladimir Putin se divertía cazando ratas en las escaleras del edificio de un barrio de Leningrado. Nació en el seno de una familia obrera muy pobre que debía compartir su poco espacio con otros tres grupos de vecinos, por lo que el niño Putin debía divertirse con lo que encontrara, según reza su biografía autorizada. En un ejercicio inédito, el mandatario decidió el año pasado hablar de su infancia. Contó que su padre participó en la Gran Guerra Patria. “Era un empleado de una planta militar y no debía ir al frente, pero se presentó como voluntario”.
En la revista Russkiy Pioner, Putin escribió una columna en la que describió cómo la función de su papá era sabotear la retaguardia alemana para darle al Ejército rojo más margen de maniobra. Pero el grupo fue descubierto y Vladimir Putin papá debió esconderse. “Sobrevivió sumergido en un pantano durante varias horas, respirando con una caña de junco”. Después llegaría el sitio de Leningrado, que duró del 9 de septiembre de 1941 al 27 de enero de 1944, y en el que 1,2 millones de personas murieron. Los Putin sobrevivieron.
Su padre volvió al frente de guerra, pero esta vez fue herido gravemente en una pierna. Gracias a que un soldado lo reconoció y lo cargó en su espalda hasta un hospital, Vladimir Spiridonovich Putin logró sobrevivir. Había perdido mucha sangre. Era invierno en Leningrado y el frío y el hambre mataban a miles. Putin papá renunció a su ración de comida de enfermo para entregársela a su esposa para que alimentara a Viktor, su hijo de 3 años. El patriarca de los Putin estuvo al borde de la muerte por desnutrición, pero logró pararse de su lecho de enfermo e irse para su casa en Peterhof.
Allí lo esperaba su esposa, María Ivanovna Putina, madre del actual mandatario, con un mala noticia: Viktor había muerto de difteria. Era el segundo hijo de la pareja que moría, el primero había fallecido a los pocos meses de nacer. Cuando el patriarca del clan Putin llegó se encontró con un espectáculo atroz: un bombardeo había borrado el barrio y su esposa yacía en una camilla muerta. “A él le pareció que ella respiraba y no dejó que se la llevaran”. Tenía razón, era uno de los pocos habitantes que habían sobrevivido. Aunque las heridas eran muy graves y no tenían ni medicinas ni comida, Putin papá la cuidó y ella mejoró. En 1952, María Putina, de entonces 41 años, dio a luz a Vladimir Putin, el actual mandatario. La mamá del líder del Kremlin murió en 1989.
El padre de Putin perdió a sus cinco hermanos en esa época; su madre, a todos sus parientes cercanos. “Yo soy un niño tardío porque nací cuando mi madre tenía más de 40 años. A pesar de todo el dolor y de todo lo que vivió, ella no odiaba al enemigo. Algo que no he podido entender bien. Mi madre decía, ‘¿qué odio?, son gente que también perdió en la guerra, trabajadores que fueron obligados a luchar’. Eso es lo que más recuerdo de mi niñez”, escribió Putin en la revista Russkiy Pioner.
Para el presidente Putin, la sobrevivencia de su familia fue una mezcla de resistencia y voluntad de lucha, características que formaron su carácter. Según un documental, emitido el año pasado y titulado “Sangre cercada”, “los sobrevivientes de esa terrible experiencia en Leningrado, así como sus descendientes, tienen una mutación genética que les otorga ciertas condiciones como un alto sentido de responsabilidad y una resistencia sin igual”.
Características que sin duda tiene el presidente ruso. De acuerdo con un artículo publicado por el periódico español El Mundo, el genetista Oleg Glotov, investigador de la Universidad de San Petersburgo, quien ha estudiado el genoma de los sobrevivientes de Leningrado, sostiene que esas personas que se sometieron a las terribles privaciones de comida y agua durante el cerco cambiaron su metabolismo, que es más lento que el de cualquier persona normal”.
Putin no es una persona normal, coinciden críticos y seguidores. Se aseguró la victoria en las presidenciales de ayer tras dejar claro que éste será el último mandato. “Nunca he reformado la Constitución, y menos aún en mi propio beneficio. Y, a día de hoy, sigo sin tener esos planes”, dijo en una entrevista. Pero expertos dicen que las élites política y económica presionarán para que siga al frente del timón después de 2024, a fin de garantizar la supervivencia del sistema que creó. Un sobreviviente.