Magdalena Skipper: «No somos una revista política, pero hay políticos que ponen en peligro la ciencia y no podemos callar»
El ADN, el 'Australopithecus', la oveja Dolly... todos 'nacieron' como artículos en Nature, la prestigiosa revista científica. Al frente está ahora, por primera vez, una mujer. Ella misma nos cuenta los desafíos a los que se enfrenta: desde evitar que les 'cuelen' falsas investigaciones hasta los poderes que cuestionan la ciencia en sí misma.
Magdalena Skipper, directora de la revista «NATURE»
Magdalena Skipper es la editora jefe de la revista Nature: la primera mujer en el puesto en los más de 150 años transcurridos desde que se publicó el primer número de la publicación científica, en noviembre de 1869. Aunque desconocida para el gran público, esta genetista británica ocupa, por tanto, uno de los cargos más influyentes del mundo científico. Hablamos con ella en Madrid, donde acude a recoger el Premio Personalidad Ambiental Ecovidrio.
«Hay mucha presión por publicar para avanzar en la carrera, y han aparecido revistas depredadoras que publican rápido y donde la revisión de los artículos es una falsa pretensión»
XLSemanal. Tomó el cargo poco antes de la pandemia.
Magdalena Skipper. ¡No me podía imaginar que a los 18 meses llegaría la covid! En aquel momento lo más emocionante era el 150.º aniversario de Nature, una buena oportunidad para repasar la historia de la revista y de la ciencia.
XL. Nature es un buen reflejo de esa historia.
M.S. Es un espejo de cierto tipo de investigación científica. Y esta ha evolucionado mucho desde que se publicó el primer número. La pandemia fue un momento muy representativo.
XL. ¿Por qué?
M.S. Hace 150 años, la investigación era algo individual. Nature nace como plataforma para que estas personas, casi exclusivamente hombres, comunicasen sus hallazgos. Hoy, las cosas han cambiado mucho. Y la pandemia fue un momento en el que algo fundamental para nosotros, el intercambio de datos, demostró su importancia desde el inicio. Con una nueva enfermedad entre manos, compartir resultados es fundamental, y la comunidad científica estuvo a la altura de las expectativas desde el principio.
XL. Es usted la primera mujer que ocupa el cargo de directora en Nature. ¿Es representativo?
M.S. Lo es en muchos sentidos. Las cosas están cambiando; un poco tarde para mí gusto, pero mejor tarde que nunca. Necesitamos una ciencia hecha por un grupo de gente diverso, diversidad en todos los sentidos.
XL. ¿Ha llegado el #MeToo a la ciencia?
M.S. El movimiento #MeToo ha sido muy importante en la sociedad. Y la ciencia es parte de ella. Hemos visto casos en la ciencia, por supuesto. Víctimas que se han atrevido a hablar por primera vez.
XL. ¿Y han cambiado las cosas?
M.S. Necesitamos trabajar y en un sentido más amplio: no es solo el acoso sexual, todo tipo de acoso afecta al ecosistema de la investigación. En Nature apoyamos a quienes tienen el coraje de hablar y señalamos a quienes no se comportan como deberían.
XL. Cada año, Nature publica una lista con diez investigadores reseñables… Este año, uno de ellos no era humano.
M.S. Refleja un cambio social que ha sido muy debatido en Nature. ¿Cómo afecta la inteligencia artificial a la ciencia? Es importante subrayar que es una disciplina con décadas de trayectoria.
XL. Pero más presente que nunca.
M.S. Por la inteligencia artificial generativa y, en concreto, ChatGPT, que se lanzó hace algo más de un año. Es una herramienta increíble y muy poderosa. Y, si la aplicamos de un modo juicioso, puede ser de gran ayuda. Y uso esta expresión de modo consciente: somos nosotros quienes usamos esa herramienta que existe.
«Una inteligencia artificial no puede aparecer como autor de un artículo científico. Firmarlo quiere decir que te haces responsable de tu investigación. Y no puedes pedirle responsabilidad a ChatGPT».
XL. Ha surgido otro debate: ¿puede la inteligencia artificial figurar como autor?
M.S. Y hay un motivo claro para rechazarlo. Firmar un artículo científico quiere decir que te haces responsable de tu investigación. Pero no puedes pedirle responsabilidades a ChatGPT: no es más que una herramienta estadística que aplica un cálculo de probabilidades para predecir qué palabra viene a continuación. Por eso, ya a principios de este año, descartamos esta posibilidad en un editorial de la revista. Se puede usar con transparencia, eso sí.
XL. Ustedes usan una figura que son los detectives de artículos.
M.S. Por desgracia hay una proporción pequeña de investigadores que no son completamente honestos. Independientemente de los motivos que haya detrás, nuestro trabajo es desarrollar herramientas que nos permitan detectar estos casos.
XL. ¿Algún caso llamativo?
M.S. No puedo mencionar casos concretos, pero puede ser algo tan sencillo como el uso de Photoshop para manipular una imagen. Seguimos una serie de pasos para detectar plagios, manipulaciones… En ocasiones, alguien de la comunidad científica da la alerta y tanto los propios científicos como las instituciones en las que trabajan o las revistas científicas analizamos si ha habido alguna conducta inapropiada. También puede haberse producido un error.
XL. En 2023 se ha batido un récord: más de diez mil artículos retirados según un estudio de Nature.
M.S. No olvidemos una cosa: hay veces en que los propios autores se retractan de un artículo porque han perdido la confianza en sus resultados. Puede ser el mayor ejemplo de integridad por su parte.
XL. Pero no siempre es por eso.
M.S. Por supuesto. No olvidemos que los científicos son personas, viven en el seno de la sociedad y entre ellos encontramos todo el catálogo de valores morales que existen en su entorno. Con respecto a esos otros casos ilícitos, hay dos maneras de verlo: ¿han aumentado los casos o hemos mejorado la detección?
XL. ¿Usted qué cree?
M.S. No tengo la respuesta. Entre otros motivos porque sabemos lo que detectamos, pero no podemos saber lo que se pasa por alto o lo que se ha pasado por alto en el pasado. Pero es cierto que hemos visto una creciente presión por publicar, para graduarse o para avanzar en la carrera, y esto ha dado lugar a la aparición de revistas depredadoras que ofrecen la oportunidad de publicar de manera muy rápida y a costos extremadamente bajos y donde la revisión de los artículos es una falsa pretensión.
XL. Los riesgos del llamado ‘publicar o morir’.
M.S. Es algo sobre lo que llevamos mucho tiempo escribiendo en Nature. La ciencia necesita ser comunicada, pero aquello que se publica debe ser evaluado con rigor. Y nunca debería medirse el valor de esas publicaciones por la cantidad, sino por la calidad de su contribución. Es algo sobre lo que toda la comunidad científica tiene que reflexionar.
XL. Hay casos aberrantes, como investigadores que publican un artículo cada dos días. ¿Afecta a la credibilidad de la labor científica?
M.S. Algunas veces puede haber un motivo que justifique la publicación simultánea o en poco tiempo de varios trabajos. Otras se trata de un gran trabajo colaborativo que ha analizado gran cantidad de datos y es como si llegase el momento de cosechar los resultados. Pasa con la genómica o, en otro campo, con el telescopio James Webb: arroja tantos datos que incluso nos hemos dado cuenta en Nature de que estamos publicando más artículos astronómicos que nunca.
XL. Pero hay comportamientos ilícitos.
M.S. Hay incluso casos donde se compra o se vende la autoría de un artículo: basta una cantidad de dinero para que el nombre figure. Ocurre, sí, y debemos fijarnos en las causas que lo provocan. Tiene que ver con esta presión por publicar que hemos comentado, y la responsabilidad recae sobre diferentes actores: editores como yo, la comunidad científica, pero también los periodistas, las instituciones…
XL. ¿Quién controla al controlador, a la propia revista Nature o a los encargados de revisar los artículos?
M.S. La comunidad. A menudo asumimos que, cuando el trabajo de investigación se ha publicado, queda inscrito en piedra y se convierte en intocable. Pero la ciencia no funciona así: sus resultados quedan ahí y la comunidad sigue trabajando sobre sus datos. Es la belleza de la ciencia. Cuando decimos que nos alzamos sobre los hombros de gigantes, nos referimos precisamente a esto: son los hombros del progreso, y este implica que esos datos del pasado pueden ser incorrectos o incompletos a la luz de nuevos avances científicos.
XL. En las elecciones estadounidenses de 2008, por vez primera, Nature se involucró en unas elecciones apoyando abiertamente a Obama.
M.S. No somos una revista política. Pero tampoco existimos en un espacio vacío. La política afecta a la ciencia, e influye sobre qué se investiga y qué no, en qué áreas se adjudican fondos económicos… Casos más recientes como Donald Trump o Jair Bolsonaro en Brasil suponen una amenaza para la ciencia. Y nosotros hablaremos en su defensa cuando lo creamos necesario. Porque las consecuencias pueden afectar al planeta entero.
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LOS GRANDES ENIGMAS DE LA HUMANIDAD, AL DESCUBIERTO
Tres artículos para la historia
La doble hélice
«Nos gustaría sugerir» la estructura del ADN, escribieron James Watson y Francis Crick en Nature el 25 de abril de 1953. Habían descubierto la estructura en doble hélice del ADN, que revolucionaría la biología.
El niño de Taung
En 1924, Raymond Dart utilizó las agujas de punto de su mujer para extraer un fósil de un trozo de piedra: era el rostro de un niño de un género desconocido. Lo bautizaron como Australopithecus. Se publicó en 1925.
La oveja Dolly
La oveja Dolly vivió seis años inconsciente de su celebridad: fue famosa por ser el primer mamífero clonado del mundo. El hallazgo -del Instituto Roslin de Edimburgo (Escocia)- se publicó en Nature en 1997.
Tres errores para olvidar
El bochorno
La bióloga Haruko Obokata ‘coló’ en 2014 un artículo en el que aseguraba tener un método para transformar células adultas en células madre. Era falso y lo denunció el propio centro donde trabajaba en Japón.
Sutil engaño
El físico alemán Jan Hendrik Schön publicó cinco artículos sobre nanotecnología y semiconductores en 2000 y 2001. Estaban repletos de falsedades, pero ‘sutiles’. La revista Science también cayó en la trampa.
Datos falsos
Un artículo del año pasado aseguraba que se estaban reduciendo las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y que el miedo climático estaba sobredimensionado. Una revisión obligó a los autores a retirarlo.