Malcolm Deas: “Con Petro y Hernández tenemos una versión del pueblo en contra de otra versión del pueblo”
El historiador británico llama populistas a los dos candidatos a la Presidencia de Colombia pero considera que no cayeron en el error del uribismo: quedarse estancados en el pasado.
El historiador Malcolm Deas en su casa en Bogotá, el 1 de junio. GLADYS SERRANO
Malcolm Deas, un historiador británico que llegó a Colombia en los años sesenta y ha dedicado medio siglo a publicar investigaciones sobre la historia política del país, escucha en estos días las noticias electorales con una mezcla de intranquilidad y curiosidad. Se pregunta, como muchos, si en estas elecciones presidenciales el país entra a un nuevo capítulo de su historia. “Sin duda esto es un cambio”, afirma desde su casa, en el norte de Bogotá, donde recibe a EL PAÍS en su sala enteramente cubierta de libros. Deas se refiere a los resultados electorales del pasado domingo 29 de mayo, cuando los dos candidatos antiestablecimiento, Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, lograron pasar a la segunda vuelta presidencial. “Con estos dos candidatos, tenemos una versión del pueblo en contra de otra versión del pueblo”, añade el académico.
Deas (Dorset, 81 años) es un historiador al que no le gusta hablar de la ‘oligarquía’ –le parece retórica populista– y desconfía de cualquiera que se adjudique ser ‘el representante del pueblo’. Es decir, desconfía de los dos candidatos. Pero también, como estudioso del tiempo, considera que los dos lograron construir lo que el uribismo no logró este año: una promesa de futuro. Uribe, explica Deas, se quedó estancado en el pasado.
“A la gente, en general, en todos los países, le interesa más el futuro que el pasado”, dice este historiador. “Uribe, desde el 2016, no es el hombre del futuro. No es la foto del futuro, y era inevitable el declive de su influencia. Ya no es un innovador”.
Pregunta. ¿Qué opina de la derrota del uribismo en las elecciones?
Respuesta. Uribe fue un presidente muy importante en la historia de este país, y esto que digo a veces enoja a mis interlocutores: que Uribe fue el salvador del país en el 2002. Uno tiene que ser bastante bogotano para no reconocer eso. En 2002, al final del Caguán, tuvimos a los paras muy campantes y las FARC muy campantes en el país. ¿Y quiénes eran los candidatos? Horacio Serpa, Noemí Sanín, y Luis Eduardo Garzón. El único que sabía a dónde conducir el país, con convicción y con brújula, fue Uribe. Uribe es un político extraordinario y la gente es muy olvidadiza sobre eso.
Bueno, ¿pero qué pasó después? Tuvo ese gran rifirrafe con [el expresidente Juan Manuel] Santos y ahí me parece que Uribe tiene un síndrome de Napoleón, que es un político 100% y no pudo dejar la cosa. Ahí sigue en su oposición a la paz, pero eso ya es el pasado. A mí me parece que en 2016, cuando Santos logra su paz, aunque ese acuerdo no le gustó a todo el mundo, pues era un gran paso y nadie quiso regresar a la guerra. Aunque Uribe logró elegir a su candidato [Iván Duque, en 2018], aún tenía un énfasis sobre el pasado. Y a la gente, en general, en todos los países, le interesa más el futuro que el pasado. El país se frustró porque no llegó una nueva política reformista después del 2016. Eso empieza lo inevitable, el declive paulatino de Uribe. Porque Uribe, desde el 2016, no es el hombre del futuro.
P. ¿La crisis del uribismo entonces es no tener una propuesta hacia adelante?
R. Sí. ¿Cuál sería la propuesta? ¿Joder a la JEP [Justicia Especial para la Paz, tribunal del acuerdo de paz] hasta la eternidad? ¿Quejarse más de los tipos de las FARC en el Congreso? Eso ya no le interesa a la gente.
P. ¿Por qué fracasó también la coalición de derecha (Equipo por Colombia) y del centro (la Coalición Centro Esperanza)?
R. Tampoco tenían una propuesta a futuro clara. En cierto modo no reconocían que, desde el año 2016 en adelante, la oferta política tenía que cambiar, un nuevo reformismo fuerte. Eran demasiado complacientes y malgastaban el tiempo en concursos de belleza en los que se critican entre ellos. ¡Qué estupidez! Mientras tanto Petro estaba visitando al Papa Francisco o desayunando con Piketty.
P. ¿Le parece que Rodolfo Hernández y Petro tienen una oferta de futuro?
R. En cierto modo, sí. No es que me gusten, pero sí, obviamente, y ambos son populistas. Me parece cómico que los colombianos bien pensantes, después de tildar mucho tiempo a Petro de populista, que lo es, aparece Hernández, que es un populista más vulgar, y ahora dicen que Petro es un gran líder de izquierda.
Ambos candidatos, en cierto modo, canalizan esa frustración de que las cosas no han cambiado. Los otros dos equipos –del centro y la derecha– pensaban que la cosa podía seguir igual, con los mismos tecnócratas en las mismas posiciones. Esas son figuras que están gastadas. ¿Cuántas veces ha sido Fajardo candidato? ¿Qué novedad ofrece? Petro sí ofrece novedad, preocupante o peligroso para unos, porque el tipo es un populista que dice que él es el mesías que encarna al pueblo y hace grandes discursos prometiendo el cambio que “nunca ha llegado a este sufrido país”. Esa es otra pendejada, cuando dicen que Colombia nunca ha tenido un gobierno de izquierda. Bueno, los ingleses nunca hemos tenido un gobierno de izquierda en esos términos, un gobierno populista. Pero Colombia ha tenido gobiernos progresistas.
P. Pero es cierto que nunca ha sido elegido a un partido de izquierda para la Presidencia.
R. Colombia no ha elegido un gobierno socialista, aunque hoy en día nadie entiende perfectamente qué es el socialismo. No pasa, primero, por el conflicto. El conflicto ha tenido una influencia derechista en la evolución del país. Los que perdieron con la lucha armada fueron los de izquierda, porque eso contamina. La segunda razón es que sí ha habido ciertos gobiernos progresistas. En parte porque este país está lleno de políticos, y hay mucha competencia política, y la izquierda no ha logrado un appeal [atractivo] mayoritario aún.
P. ¿Le parece que a Petro le pesa aún esa historia del conflicto para poder ganar?
R. Bueno, no sé qué vaya a pasar, tal vez el país sí elija a Petro. Pero no hay una voluntad clara de los colombianos. Petro es mesíanico, es demasiado narcisista, y hay mucha gente a la que eso le genera una fuerte resistencia. Y en cierto modo el electorado colombiano es un electorado conservador, con mucho regionalismo y poca solidaridad. El sindicalismo es más débil que cuando yo vine a este país hace 50 años. Sí ha habido mucho reformismo eficaz, este país tiene enormes problemas pero no es un desastre, y la gente tiene prudencia.
P. ¿Y qué opina de Rodolfo Hernández?
R. Hernández también es imprevisible. Creo que es como Andrés Manuel López Obrador, leí una entrevista en la que Hernández habla de las maravillas de Amlo, como eso de vender el avión presidencial. Pero no puedo pretender ser un experto en Hernández. Lo fascinante, en este enfrentamiento de Hernández con Petro, es que en cierto modo se cae esto de que esta vaina es una pelea ‘del pueblo contra la oligarquía’. Porque con estos dos candidatos tenemos una versión del pueblo en contra de otra versión del pueblo. Si la oligarquía existe, en estas elecciones ahora está mirando qué pasa desde la ventana.
P. Algunos dicen que tener dos opciones anti establecimiento es un cambio histórico en la política del país.
R. Sin duda es un cambio. Ninguno de los dos candidatos, ni Petro ni Hernández, son los candidatos favorecidos por la mayoría de los políticos obvios, los tecnócratas o los grupos empresariales. No lo son. Pero cuando uno dice que es un ‘cambio histórico’, ¿con H grande o h chiquita? ¿Eso va a transformar al país? Eso es distinto y eso me parece mucho menos probable. Lo que yo veo es que los cuatro años venideros van a ser bastante difíciles. No van a ser catastróficos, pero sí bastante bumpy [agitados]. Porque ambos son imprevisibles, es un hito histórico, chiquito, porque el país no ha estado aún ante una incertidumbre así.
P. ¿No recuerda en la historia de Colombia unas elecciones con este nivel de incertidumbre?
R. Quizás las elecciones de 1970, entre el conservador Misael Pastrana y Rojas Pinilla, de la Anapo. El partido conservador, que le tocaba su turno en la alteración, estaba dividido, y los liberales no querían elegir al partido conservador, y Rojas estaba arriba. La Anapo era una colección de muchas corrientes, pero no era tampoco mayoría, no sumaba el 50% de los votos. Petro, ahora, no ha podido romper su 40% de votos. Y eso que Petro, hay que reconocer, es un político hábil, trabajador, no solo un tipo que da discursos a grandes multitudes.
P. ¿Le preocupa esta incertidumbre?
R. En Colombia uno nunca sabe 100% quién va a ganar y creo que sí hay indudablemente algo nuevo en esta coyuntura, y que es preocupante. No creo que ninguno de los dos candidatos sea el ideal, pero así es la vida, la política consiste en escoger entre gente que no es la ideal.
Pero, como ya lo mencioné, una de las posibles ventajas de tener ‘Hernández versus Petro’, ambos reclamando que son los representantes del pueblo, pues me parece menos peligroso. Porque uno de los peligros era que, si la segunda vuelta era ‘Fico Gutiérrez versus Petro’, con un resultado muy estrecho, uno pensaba que si se anunciaba la victoria de Fico pues los petristas iban a salir a la calle. Ahora los petristas no pueden reclamar ser los únicos dueños del pueblo.
Yo no me explico por qué los colombianos díscolos prefieren a Hernández en vez de Petro. El tipo Hernández, que viene sin preparación, tiene casi seis millones de votos, y esos son de disidentes. Supongo que en parte están aburridos por Petro, y en parte no quieren lo que Petro ofrece. Yo creo que son conservadores con c chiquita. Quieren echar rateros y quieren desahogarse, aunque tampoco creo que sean uribistas.
P. Usted es ciudadano colombiano. ¿Ya sabe por quién va a votar?
R. No sé, no sé. No voy a decir porque no he decidido. Yo sé que no puedo votar por Hernández, y no quiero votar por Petro, porque no me gusta lo mesiánico, lo narcisista, y lo imprevisible. A mí nunca me ha gustado la gente que reclama que ellos definen qué es el pueblo.
Deas posa para unas fotos, cuenta que tiene amigos tan perdidos como él, que tener a dos populistas enfrentados le parece “la pesadilla de los politólogos”. Pero deja otra de sus dudas en el aire sobre el futuro antes de despedirse. “No es imposible que Petro haga un gobierno bueno. De Hernández, tengo más dudas”.