Manuel Valls exige como candidato al Elíseo la unión de la izquierda
El primer ministro, que deja su puesto, afirma que quiere «dar todo por Francia»
Manuel Valls, nacido en Barcelona hace 54 años, ha dado este lunes el gran salto de su carrera política. En su feudo de Evry, la localidad de la que fue alcalde entre 2001 y 2012, el primer ministro desde abril de 2014 ha anunciado que es candidato socialista a la jefatura del Estado. Valls, que ya había adelantado su intención de aspirar al Elíseo, da el paso cuatro días después de que el actual presidente, François Hollande, hundido en las encuestas, haya renunciado a intentar sucederse a sí mismo.
«Soy candidato a la presidencia de la República», ha sido el anuncio de Valls, que ha comunicado sus planes a Hollande en un encuentro en el palacio del Elíseo esta mañana, y que origina una importante remodelación gubernamental porque incluirá la dimisión del jefe del Gobierno. Según la ley, no está obligado a dimitir pese a ser candidato, pero él ha asegurado que, «en coordinación con el presidente Hollande», dimitirá mañana.
Rodeado de su madre, su mujer y decenas de leales, Valls eligió para el anuncio la sala del ayuntamiento de Evry en la que se casó. «Quiero dar todo por una Francia que me ha dado tanto». Repasó los principios generales y globales de su programa, pero hizo toda una declaración de principios en política internacional: «Quiero que Francia sea independiente, inflexible en sus valores», «frente a la China de Xi Ping, la Rusia de Vladímir Putin, la América de Donald Trump, la Turquía de Erdogan».
Los sondeos pronostican que Valls tiene grandes posibilidades de ganar las primarias abiertas que organizan el Partido Socialista y los Verdes los próximos 22 y 29 de enero. Se sitúa en cabeza con el 45% de apoyos, según una encuesta de Ifop, seguido a 20 puntos de distancia por el exministro de Economía Arnaud Montebourg, del ala izquierdista del partido.
Si finalmente gana esas primarias, los rivales de Valls serán el nuevo líder salido de las recientes primarias de la derecha, el también exprimer ministro François Fillon, y la presidenta del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen.
Todos los sondeos coinciden en que estos últimos pasarán a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de la próxima primavera, mientras que el candidato del gubernamental Partido Socialista será eliminado en la primera ronda.»No quiero que Francia reviva el traumatismo de una extrema derecha en la segunda vuelta», ha alertado al recordar lo ocurrido en 2002. «Francia necesita a la izquierda».
La única vía para evitar esa amenaza es lograr la unidad de la izquierda, que solo haya un único candidato de los partidos y corrientes progresistas. El objetivo parece imposible de conseguir. Por eso, Valls ha dicho que su candidatura es «de reconciliación«. «Constato la división de la izquierda, ¿pero hasta cuándo vamos a sufrir este espectáculo? Cada cual debe hacer un esfuerzo. Yo, el primero».
Para esas primarias han presentado ya su candidatura seis aspirantes, además de Valls. Varios de ellos, declarados enemigos del primer ministro, de quienes se consideran víctimas. Es el caso de Montebourg y del también exministro (de Educación) Benoït Hamon. Los dos fueron expulsados del Ejecutivo por Hollande y Valls en agosto de 2014 por oponerse a las reformas planteadas por el jefe del Gobierno. Nada más presentar Valls su candidatura, Montebourg dijo ayer que ahora pide la unidad de la izquierda el que “nos ha dividido”.
La senadora Marié-Noëlle Lenemann, otra candidata socialista del ala izquierda, propone una candidatura única pactada con Montebourg y Hamon frente a Valls. Un cuarto candidato, Gérard Filoche, pide que «los cuatro candidatos de la izquierda socialista» se pongan de acuerdo «contra Valls». «Podemos ganarle, pero será más fácil juntos». Son maniobras que muestran la difícil situación de «las dos izquierdas irreconciliables» a las que Valls alude a veces.
Fue la política reformista de Hollande y Valls la que, en 2014, dio pie a la rebelión de 40 diputados socialistas que se abstuvieron o votaron en contra de varias iniciativas de su Gobierno. Falto de apoyos parlamentarios, el primer ministro aprobó por decreto las leyes más controvertidas, incluida la reforma laboral. Ahora, esa corriente de rebeldes se resiste a apoyar a Valls.
Fuera del PS, la división de la izquierda también es patente. Al menos tres candidatos dividirán y fragmentarán el voto progresista. El más significativo, el también exministro de Economía Emmanuel Macron, que dimitió en agosto pasado para dedicarse a su carrera hacia el Elíseo. Macron mantiene una pésima relación con Valls y ha animado a los “hollandistas” a que se sumen a su proyecto.
Jean-Luc Mélenchon, candidato apoyado por los comunistas, es otro cuyo acercamiento al aspirante socialista es casi imposible. “Los socialistas aplican las mismas recetas que la derecha”, argumenta.
Como consecuencia de ese panorama, las primarias abiertas de los socialistas levantan escaso entusiasmo en sus propias filas. El partido organizó el sábado un acto en París para lanzarlas. Acudieron menos de 3.000 personas, cuando se esperaban unas 10.000. Varias corrientes, como la de los rebeldes, no estuvieron presentes.
Con esta tensión y división, Valls aborda una complicada etapa. Aunque es apoyado por la cúpula del partido como el único capaz de frenar el augurado desastre electoral —tras otros seis fracasos ininterrumpidos desde 2014—, afronta la división interna y el cierre de filas sin fisuras en la derecha y la ultraderecha.
Valls ya fue candidato al Elíseo en las primarias de 2011, las primeras abiertas de la izquierda. Pero las circunstancias eran radicalmente diferentes. En aquel momento se presentó para poder apoyar después a Hollande, el favorito y posterior ganador de las elecciones. Valls solo obtuvo el 5,63% de los votos. Le superaron cuatro aspirantes. Uno de ellos, Montebourg, que consiguió el 17% de los votos.