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Marcelino Miyares: UNA BITÁCORA CUBANA (CXIII)
1–Al castrismo la lista de Washington le salió por la culata
Rafaela Cruz, en Diario de Cuba, analiza el final del Gobierno de Joe Biden, el inicio de la administración Trump, y cómo afecta ello al régimen comunista cubano. Para ella, expresiones como “tiro por la culata”, o “regalo envenenado”, merecen ser redefinidas.
Mientras Biden sacaba a Cuba de la lista de países colaboradores con el terrorismo, Trump la volvió a meter.
Para Cruz, “habría que ser suicida para responderle el teléfono a Díaz-Canel. ¿Cuántos inversores kamikazes hay?”
Lo cierto es que la imagen económica internacional del régimen de La Habana está “muy enfangada”. La periodista afirma asimismo lo siguiente:
“Y es que, contrario a lo que muchos imaginan, la economía no evoluciona según pérdidas y ganancias, pues a los inversores solo les importa el pasado para interpretar el futuro; así que, más que por resultados conseguidos, la inversión se mueve según resultados por conseguir, guiada por las expectativas, y las expectativas sobre Cuba son hoy peores a las existentes antes de que Joe Biden se acordara de esta isla.
Si antes de la entronización de Donald Trump ya heraldos negros sonaban trompetas fúnebres sobre la economía cubana, ahora que hemos visto a la orquesta entera con Trump como director y Marco Rubio como primer violín interpretando nada más que subieron a escena la sonata «De cabeza pa’ la lista de terroristas» en fa sostenido, no queda la más mínima duda de que sí, eliminar al castrismo está en la agenda de Washington… y eso asusta a cualquiera que estuviese pensando en negociar con la finca de Raúl Castro.
Estados Unidos tendrá otras prioridades geoestratégicas, sí, pero ni contra los narcoterroristas de Caracas, ni contra el eslavoterrorista del Kremlin, ni contra China, Panamá, Dinamarca o cualquier otra de las líneas de política exterior anunciadas se hizo nada en las primeras horas de mandato. Fue contra el castroterrorismo contra quien se movió la nueva presidencia nada más poner pie en la oficina oval. (…)
«Tardarán meses en revertir las medidas, si no años»… «La última vez Trump no hizo nada contra Cuba —en realidad es contra el castrismo— hasta el final de su mandato». Con tales mensajes los voceros del crimen intentaban consolidar expectativas halagüeñas para el régimen castrista, pero visto lo visto, el tiro les ha salido por la culata, y ahora no solo siguen en la lista de la que nunca debieron salir, sino que todo el mundo está avisado de que el ojo del águila está vigilante. (…)
Ahora se puede o no estar de acuerdo con la política del garrote de Trump-Rubio, pero el único responsable del pueblo cubano es su Gobierno —elegido o no—, que puede decidir si mantendrá la confrontación con Estados Unidos, si mantendrá su sistema totalitario, si mantendrá alianzas activas con los enemigos de las democracias occidentales, si mantendrá como rehenes a miles de presos políticos, si mantendrá un sistema económico demostradamente disfuncional… Es decir, está en manos del castrismo que Cuba salga de la lista de países patrocinadores del terrorismo e incluso el fin del embargo”.
Pero no parece estar Díaz-Canel por la labor. No porque no quiera (que no querrá), sino porque ha demostrado desde el día 1 de su entronización como sucesor de Raúl Castro, o sea como heredero encargado de los cerrojos de la cárcel que es Cuba desde hace 66 años, que carece de las condiciones de liderazgo, de experiencia, de conocimiento real del entorno internacional, de cómo conducir una negociación con un mínimo de seriedad -palabra esta inexistente en todo el periodo dictatorial-. Y lo más importante, de un mínimo de preocupación por la cada día más desastrosa situación en que viven los cubanos.
La palabra empatía no ha aparecido nunca en ningún léxico castrista.
2-Un Martí distinto para cada cubano
Frase cierta, de Luis Cino en Cubanet: Y es que ese es el destino, al menos en América Latina, de cada uno de nuestros héroes. Pasa lo mismo con Simón Bolívar, o con José de San Martín, si nos referimos a la historia independentista; o a grandes intelectuales y artistas, como Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Vinicius de Moraes, Jorge Luis Borges. Incluso ocurre con jefes que hicieron más daño que bien, como el argentino Juan Domingo Perón, o Fidel Castro.
Nuestro gran héroe patrio, José Martí, no podía ser excepción.
Como señala Luis Cino, Martí no es citado exclusivamente por los políticos, todos los cubanos lo tenemos siempre presente, y a tiro de cita. Y ello no depende de lo bien o mal que conozcamos su pensamiento y obra.
Luis Cino recuerda una frase fundamental en el pensamiento de Martí:
¿En qué quedó aquella frase tan citada de Martí que nunca pudo materializarse, la de una república y una nación «con todos y para el bien de todos»?
Por supuesto, si hubo alguien que abusó y mal usó su pensamiento, fue el dictador supremo, Fidel Castro. Otros ejemplos que se señalan en la nota:
Batista, que aseguraba “seguir las huellas santas de Martí”, había retomado en 1953, con motivo del centenario, su iniciativa de 1937 de construir un gran monumento a Martí, lo que encomendó al escultor Juan José Sicre, y que fue el que se erigió en la Plaza Cívica, que sería rebautizada por el régimen castrista como Plaza de la Revolución.
A su vez, Carlos Prío, el presidente derrocado por el cuartelazo de Batista, el 10 de marzo de 1952, afirmaba que su partido, el Auténtico, “había recogido la antorcha del Partido Revolucionario Cubano que quedó en Dos Ríos, invisible para toda una generación, pero alumbrando, calentando el mejor rescoldo del alma cubana”.
Prío se refería al partido creado en 1934 por su antecesor en la Presidencia, Ramón Grau San Martín, bautizado con el mismo nombre del que creó Martí para organizar la guerra de independencia, pero al que agregó “Auténtico” entre paréntesis, según dijo, para diferenciarse de “los falsos martianos”.
Detrás de tanto recuerdo, de tanta emoción fingida o no por parte de los políticos, hay por supuesto una clara manipulación, una apropiación indebida, un esfuerzo por venderse, junto con sus esfuerzos, como los auténticos herederos del ejemplo y del pensamiento de nuestro supremo héroe.
Ahora bien, nadie como Castro en el abuso; hasta lo nombró el “autor intelectual” del asalto al cuartel Moncada.
El problema es que con tanta manipulación de la memoria histórica, los héroes son convertidos en mitos. Bien lo muestra Cino en su nota:
Hemos hecho un mito de Martí, pero no hacemos mucho caso de sus enseñanzas. Más bien las contrariamos. Y seguimos idealizándolo, creyendo que de no haber muerto en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, la historia nacional hubiese sido muy diferente.
¿Hubiese podido Martí, después de la independencia, hacerlo mejor que como lo hizo en La Mejorana y lidiar con los que pretendían dirigir la república cual si fuese un campamento militar? ¿Habría podido imponerles su visión civilista y democrática a caudillos mambises, voluntariosos y de armas tomar, como José Miguel Gómez, Mario García Menocal y Gerardo Machado?
Martí, desde el exilio, donde vivió poco más de 20 de sus 42 años, creó con su pluma una Cuba ideal. La que soñó indudablemente hubiese sido mucho mejor que la real si sus paisanos hubiésemos logrado realizarla. Pero nunca pudimos.
3– ¿Qué va a ocurrir en Cuba?
Roberto Álvarez Quiñones, en Diario de Cuba, se hace esta cada vez más pertinente pregunta, ante el agravamiento de todas los indicadores sociales y económicos en la isla. Y si bien esto ya tiene muchas décadas, lo cierto es que la situación es cada vez más desesperanzadora.
Esa vieja frase, “algo va a pasar” quizá no se dé en el corto plazo, pero luego de la experiencia del 18J de 2021, y sucesivas protestas que se vienen dando aisladamente, pero sin descanso, son algunas muestras de que puede haber nuevas rutas para la esperanza. El mayor de los Castro ya no está, su hermano está cada vez ido de las mesas del poder por razones biológicas, y su substituto, Díaz Canel, es un colosal monumento a la incapacidad, a la improvisación, a la ignorancia sin carisma ni atractivo popular. Se acaban las excusas, las ofertas de un cambio que nunca se da, las ayudas del extranjero escasean, el turismo se derrumba, y las antiguas joyas del orgullo revolucionario, la salud, la educación y las hazañas deportivas hace tiempo que se han ido desvaneciendo. Cuba está, en todos los órdenes, en ruinas.
Están casi colapsados el sistema electroenergético, la red vial, transporte de carga y pasajeros, las comunicaciones, la construcción, el abastecimiento de agua. Y no hay propiamente un mercado interno.
Lo que queda no solo es malo, improvisado e insuficiente, es incluso absurdo.
En su nota, Álvarez Quiñones, se pregunta ¿Qué tipo de cambio? ¿Cómo? ¿Quiénes serán sus protagonistas? El autor menciona algunas posibles conjeturas:
“Es prácticamente imposible poner fin al totalitarismo castrista sin la participación de las Fuerzas Armadas. Para lograr realmente la libertad plena de Cuba será indispensable la participación de la sociedad civil en cualquier nuevo gobierno que surja”.
Asimismo, que
“A no dudarlo, hoy en la cúpula castrista hay nerviosismo y divergencias sobre qué hacer para no perder el poder. Para los jerarcas más pragmáticos es estúpida la «continuidad de la revolución», el inmovilismo impuesto por Raúl Castro en espera de que aparezca un príncipe azul «paganini» que subsidie al régimen. (…)
Ese inmovilismo explica el anuncio insólito hecho por Miguel Díaz-Canel de un plan-fórmula para «superar este momento»: 1) «fortalecimiento de la unidad», 2) «perfeccionamiento de la labor político-ideológica», 3) «corrección de distorsiones negativas y reimpulsar la economía», y 4) «atención a las desviaciones y tendencias negativas presentes en la sociedad cubana».
Es una irresponsable payasada este deja vu del «Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas» orquestado por un Fidel Castro horrorizado por la perestroika de Gorbachov, y que hundió la economía al regresarla al hambreador centralismo estalinista. Es una burla aparecerse a estas alturas con las momias del «fortalecimiento de la conciencia revolucionaria», y del «hombre nuevo» nazi-guevarista.
Y a la vez, choca con los planes «liberales» de GAESA de pasar del castrismo ortodoxo (fidelista-raulista) a un neocastrismo mezcolanza de modelo chino, ruso, con más restricciones para evitar la fuerte competencia del sector privado independiente.
Ese neocastrismo sería una variante de la fórmula autocrática que Pekín considera «perfecta» para el desarrollo de un país: dictadura arriba y capitalismo regulado abajo. (…)
El país está descapitalizado, endeudado y no paga a sus acreedores, por lo cual no tiene acceso a créditos internacionales. No genera capital y tampoco tiene cómo captarlo. Con una economía que agoniza ningún inversionista serio va a arriesgar su capital en Cuba. Ni siquiera recuperaría su inversión”.
Lo que puede ocurrir, en realidad, es que se produzca una grave crisis humanitaria que impulse estallidos sociales aún mayores. Si el régimen ordenara reprimir estas nuevas protestas, más generales y profundas, la respuesta de las fuerzas policiales y militares podría ser preguntarse:
. ¿A santo de qué? ¿Para defender qué y a quién?
Queda también esperar qué va a ocurrir con la nueva administración norteamericana. Un hecho claro es que nunca ha habido en ua administración norteamericana tantos altos cargos con vínculos familiares, personales y biológicos con Cuba, empezando con el secretario de Estado, Marco Rubio. Otros altos cargos, como buena parte del equipo de política exterior de Trump, tienen un pronunciado interés en el hemisferio y en Cuba en particular: Waltz, el National Security Advisor; Landau, el Vice de Rubio y Claver-Carone, enviado especial para la región. A estos hay que sumar al influyente Senador Rick Scott, los congresistas Alvarez y Diaz Balart, la poderosa Chief of Staff S. Wiles y la fiscal general P. Bondi, todos políticos del estado de Florida.
¿Podrá ahora sí, darse una convergencia de presión exterior y de creciente protesta interior que lleve al Gobierno a pensarse bien cuál puede ser su futuro?
4- Dagoberto Valdés: ¿Quién debe resolver el problema de Cuba?
En una senda parecida, Dagoberto Valdés publica en Convivencia un análisis sobre quién debe resolver el problema cubano. Siempre deben ser bien recibidos sus trabajos, porque combinan profundidad -va a la raíz de cada tema- honestidad intelectual, y la referencia perenne a los valores del humanismo cristiano.
Considera Dagoberto que “el cambio de gobierno en Estados Unidos, la nueva Alta Representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, la asunción de gobiernos democráticos de centro y de derecha en varios países de la región, entre otros factores que confluyen para crear un ambiente internacional favorable a las democracias, han provocado el aumento de las expectativas de cambio en Cuba”.
Ello es cierto, si bien las diversas decisiones que ha venido tomando la nueva administración norteamericana en materia de relaciones exteriores ha enredado, en vez de aclarar, unos escenarios de conflicto en frentes geográficos diversos.
Pero Valdés, en su nota, va más allá: él considera que son mucho más importantes, incluso decisivos, los escenarios que se están presentando en nuestro país, y por ello aumenta la esperanza de que se dé lo que todos queremos: un cambio pacífico en Cuba. Destaca tres, que presentamos resumidos:
“A partir del 11 y 12 de julio de 2021 en que ocurrieron aquellas manifestaciones pacíficas y masivas a lo largo y ancho de toda Cuba, quedó claro para el mundo y también para los cubanos más escépticos, cuál era la voluntad y la principal aspiración del pueblo cubano: Libertad, Patria y Vida. Cayó el mito del apoyo mayoritario y de que los que disienten son grupúsculos insignificantes. Los análisis sobre Cuba son otros a partir del 11J.
La gravísima crisis estructural y sistémica terminal que ha demostrado la ineficacia y la ineficiencia crónicas del modelo cubano. Otros dos mitos cayeron: el del Estado benefactor y el de “que nadie quedará desamparado”.
Se ha consolidado un estado de opinión generalizado y extendido a todos los sectores de la sociedad cubana, como nunca antes, de que “esto no aguanta más”, de que los cambios estructurales y sistémicos son la única salida de una etapa y un proyecto que fenece.
En resumen: que nadie, o casi nadie, se plantea hoy en Cuba si es necesario un cambio profundo hacia la libertad, la democracia y la prosperidad. Ese cambio es el clamor mayoritario de nuestro pueblo. Ahora lo que nos preguntamos es el “cómo” y el “cuándo”. Sin embargo, considero necesario y urgente, comenzar a preguntarnos el “quiénes”.
El “quiénes”
En efecto, es indispensable que reflexionemos acerca de quiénes deben ser los protagonistas del cambio estructural en Cuba. Subrayo: quiénes, no quién. Porque considero que el cambio hacia la democracia debe ser con métodos y participación democrática desde el inicio. Es hora ya de que los cubanos abandonemos la fatídica herencia de caudillismos, populismos, mesianismos y “hombres fuertes”. Es absolutamente indispensable dejar de hacernos esta única pregunta: “¿quién es el líder para el cambio en Cuba?”.(…)
Es hora de que los cubanos compitamos por propuestas cada vez más posibles, eficaces, efectivas, participativas, democráticas y no que nos pongamos a inflar o competir entre currículos individuales.
Ahora que las nuevas circunstancias internacionales, unidas a la situación crítica irreversible interna, nos motivan a pensar en cambios reales en Cuba, entonces es hora de que los cubanos no volvamos a “esperar” que las soluciones de los problemas de Cuba vengan de fuera. Nada verdaderamente bueno y aceptable para Cuba puede venir de fuera si no tiene su inspiración, su origen, su protagonismo y su responsabilidad dentro de nuestro país, entre cubanos”.
Las propuestas (…)
Los cubanos somos y debemos ser “los protagonistas de nuestra propia historia personal y nacional”, como dijo el Papa San Juan Pablo II en su inolvidable visita a Cuba en 1998. (…)
Los cambios hacia la libertad, la democracia y la prosperidad en Cuba son responsabilidad de todos los cubanos, los que vivimos en la Isla y los que viven en la Diáspora.
Somos nosotros los cubanos los que debemos decidir: qué cambios, hacia dónde esos cambios, cómo los haríamos, cuándo los haríamos y quiénes lo harían. (…)
Ningún apoyo internacional será posible y significativo si la iniciativa, la responsabilidad y el protagonismo de los cambios en Cuba no surgen, se explican, se realizan y se sostienen desde dentro de nuestra nación, por parte de nosotros los cubanos.
Estas son las urgencias que debemos resolver entre nosotros, estas deberían ser las fuentes de nuestra verdadera esperanza realista.
Crearnos falsas expectativas venidas de fuera, solo producirá grandes frustraciones si los cubanos no asumimos nuestra propias responsabilidades personales, cívicas y políticas”.
Análisis claro, preciso y directo al centro de la situación.
Marcelino Miyares, 23 de febrero 2025