BitácoraDerechos humanosDictaduraÉtica y MoralMarcelino MiyaresPolíticaRelaciones internacionalesSalud

Marcelino Miyares: Una Bitácora cubana (LXIX)

 

  

1) Han pasado un mes y doce días desde el histórico 11 de julio. Como señala Tania Díaz Castro en una nota de Cubanet, es seguro que Fidel Castro jamás hubiera pensado que más de sesenta años después de su triunfo, para ese entonces con un inmenso apoyo popular dentro y fuera de Cuba, el pueblo cubano saldría a la calle a protestar contra su régimen.

Para la articulista, hay un problema sin resolver: ¿cómo llamar a los “valientes, desesperados y humildes” ciudadanos que se lanzaron a las calles en demanda de libertad, pan y justicia social?

La respuesta del régimen y su prensa esclava ha sido la automática, la de toda la vida: “mercenarios, delincuentes, anexionistas, incluso malandrines”.  

La respuesta contraria tiene una gran virtud: no solo la comparte el exilio, la oposición interna, o los grupos políticos democráticos del mundo que tienen años denunciando a la dictadura; AHORA LA COMPARTEN CIUDADANOS, SOCIEDADES Y NACIONES QUE GRACIAS A LAS REDES SOCIALES Y SU PUBLICIDAD DE LOS SUCESOS DEL 11-J POR FIN LE HAN VISTO EL ROSTRO DEFORME, SIN LA MÁSCARA QUE LE CUBRÍA, AL MONSTRUO CASTRISTA. 

Y han observado, asimismo, el rostro plural de las exigencias de una vida digna por miles de ciudadanos de todas las razas, géneros y edades, gritando al mundo su frustración, y ansiando poder – por primera vez en más de medio siglo- tener control sobre los aspectos fundamentales de su vida.

Cuba dejó de ser “la excepción socialista” para convertirse en la más reciente confirmación del fracaso político, económico, social y ético del comunismo.

La conducta de los verdugos castristas está llena de desconcierto, porque tienen claro que no es lo que dicen sus amigos comunistas y socialistas en el mundo, sus usuales compañeros de viaje, de que la culpa de todos los males es el “embargo” (bloqueo, en su jerga domesticada por años de servilismo ante el castrismo). Otra versión, más “socialdemócrata” o “socialista hispanoamericana” es la del embajador español en Cuba, de que el problema es -además, claro, del embargo- la pandemia. Y que la gente lo que quiere es mejorar su situación económica.

Olvidan estos emisores interesados lo que los tiranos sí saben: Raúl Castro hoy es detestado, pero Miguel Díaz-Canel lo es incluso más.

EL MENSAJE TAN CLARO COMO EL AGUA DEL CARIBE ES UN SONORO ¡NO! AL CASTRISMO. 

Como nunca, las calles se politizaron. No fueron simples reclamos sociales o económicos. Fue una sonora demanda de libertad.

 

 

 

                                              Miguel Díaz-Canel. Foto archivo

 

 

2) Por qué Díaz-Canel sigue en problemas”

Es el título de una excelente nota en la revista mexicana Letras Libres (y originalmente publicada en Americas Quarterly) por Javier Corrales y Scott Brasesco.

Las organizaciones de derechos humanos lo venían mostrando hace tiempo, prácticamente desde la imposición -que no elección- de Díaz-Canel como sucesor de Castro El Menor. Y es que el ingeniero decidió abandonar los impulsos reformadores -tímidos o no, sin duda más verborrea que hechos- de Raúl Castro; en su lugar, asumió las taras y violencias de la peor versión de Fidel Castro, de sus históricas tradiciones autocráticas y represivas. Es como si, insensatamente, el actual cuidador de la cárcel- Isla creyera necesario mostrar más rasgos inhumanos y sociópatas que los que siempre caracterizaron al mismísimo Fidel.

El problema, según los autores, es que la segunda década del siglo XXI no se parece mucho al mundo de la Guerra Fría de mediados del siglo pasado. Y si Díaz-Canel no lo entiende, y no cambia radicalmente de actitud, le seguirá explotando en la cara la nueva realidad de la sociedad cubana. Porque es una sociedad en la cual su juventud está mucho más conectada con el exterior que la generación de sus padres y sus abuelos, y se ha mostrado muy dispuesta a no mostrar miedo a la hora de luchar por sus derechos, que no son precisamente pan y circo, mendrugos caídos de la mesa real castrista, leves concesiones materiales como las que el régimen está soltando a cuentagotas, como si creyera, erróneamente sin duda, que ellas bastarán para amansar a un pueblo que hoy no cree en las  mentiras revolucionarias.

 Sigamos con los autores:

  

Las protestas del mes pasado, las más grandes en décadas, han replanteado la pregunta sobre las causas de los alzamientos en contextos autoritarios. ¿Ocurren porque el régimen se relaja un poco, y ofrece nuevas oportunidades de movilización para grupos desafectados? ¿O porque el régimen endurece las restricciones políticas y provoca que la sociedad civil proteste en una desesperada lucha por no ser asfixiada?

El caso de Cuba confirma de manera tajante la segunda tesis. Las propuestas ocurrieron no porque el régimen le estuviera dando más espacios a los ciudadanos, sino precisamente porque se los estaba quitando. Sería un error de los líderes cubanos suponer que más restricciones resolverán el descontento.

Las protestas siempre están motivadas por reclamos, y en Cuba hay muchos. Pero en contextos autoritarios, las protestas también se ven impulsadas por cambios en las características del régimen. Algunas veces, como en el caso del bloque soviético, o de China en la década de los ochenta, los alzamientos suceden porque los líderes introducen reformas liberalizadoras que conducen a mayores expectativas y movilizaciones cívicas. (…)

Sin embargo, estos pasos hacia delante palidecen en comparación con los muchos pasos hacia atrás.

El deslizamiento autocrático en Cuba comenzó en el momento en el que Díaz-Canel asumió el poder. En 2018, el presidente emitió el famoso Decreto 349, mediante el cual el ministerio de Cultura tenía que aprobar los eventos culturales públicos y privados, y podía prohibir el uso de símbolos antipatrióticos. Se trataba del endurecimiento más serio de las condiciones para la comunidad artística, el sector de la sociedad cubana que gozaba de mayor apertura desde la década de los noventa.

En 2019, Díaz-Canel comenzó a restringir las libertades en línea que él mismo había otorgado. Firmó eDecreto 370, que prohíbe a los cubanos almacenar información en servidores extranjeros, una necesidad para la pequeña prensa independiente, e ilegal, cubana. El Decreto 389, aprobado el mismo año, le permitía al gobierno ejercer la vigilancia electrónica sin necesidad de una orden judicial, y que cualquier evidencia recabada pudiera ser admitida como válida en un juicio.

Y aunque algunos han celebrado las provisiones más liberales de la Constitución, la última versión del documento adoptaba reformas que eran mucho más modestas que las planteadas en el plan original. Al final, se reafirmó el partido único. Volvió a aparecer la palabra comunismo. Y nada se hizo para cambiar el Código Penal tan represivo, vigente desde 1987.

Dicho código prohíbe abiertamente la libertad de asociación y de expresión (artículos 208 y 103). Más que la Constitución, es el Código Penal el que gobierna la actividad de la policía y el proceder de las cortes. La policía de Cuba, incidentalmente, fue creada según el modelo de la eficientemente despiadada Stasi de Alemania Oriental. 

Regreso al siglo XX

Hasta este año, el gobierno se dedicó a desandar el camino de los llamados Lineamientoslas amplias reformas económicas anunciadas por Raúl Castro en 2011. Argumentando que había errores en esas reformas, Díaz-Canel introdujo una plétora de reglas severas en 2018 que buscaban limitar el crecimiento de los cuentapropistas. (…)

Y ahí donde la pandemia debió (y en un principio lo hizo) representar una oportunidad de darle tranquilidad a la población del país con la mayor cantidad de doctores per cápita, Díaz-Canel pronto empezó a usar las restricciones sanitarias como una excusa para perseguir a figuras de la oposición. (…)

Nada de esto sorprende. Antes de que fuera designado presidente, se filtró un video de 2017 de una reunión a puerta cerrada de Díaz-Canel con funcionarios comunistas, en el que criticaba el descongelamiento de la relación encabezado por Obama y Raúl Castro, y manifestaba posturas de línea dura sobre el disenso. Incluso pedía censurar a la prensa –una señal más de que se acercaba un gobierno al estilo de Fidel. (…)

La intransigencia de Díaz-Canel no es una réplica exacta del pasado. Ha actualizado algunos aspectos del modelo fidelista. Por ejemplo, los largos periodos de encarcelamiento han sido reemplazados por arrestos por periodos más cortos. Pero no nos equivoquemos: el disenso político abierto sigue siendo un crimen, y más de 30,000 personas han sido detenidas en los últimos cinco años, aunque su tiempo de detención ha sido más corto.

Si el régimen no revierte el rumbo autocrático de Díaz-Canel, los cubanos seguirán diciendo: ¡se acabó!

 

 

                                           Cubanos conectados a internet en la calle. DESMOND BOYLAN AP

  

 

3) Es necesario en este momento destacar muchas notas y artículos en los cuales se deja claro algo el inmenso dolor, la pena que constituye la atroz represión en una sociedad que ha sido dividida no solo geográficamente, sino incluso espiritualmente, por el castrismo. Esa división, esa ruptura de la unidad en la diversidad que constituye motor esencial de toda ciudadanía que aspira a vivir en democracia, forma parte de lo que Dagoberto Valdés llamara, en frase aguda y exacta, el “daño antropológico” causado por el régimen comunista.

Para colmo, a esa inhumana separación inducida por las políticas castristas, se le ha unido, desde el 11/J, la represión cibernética que constituye el bloqueo de internet y las crecientes restricciones a las comunicaciones entre seres humanos separados por una voluntad totalitaria, que incluyen las recientes leyes represivas que buscan perseguir y condenar el acceso a la opinión libre en Internet.

Por ello, me sumo a todas las voces que claman porque los gobiernos democráticos -comenzando por el de Estados Unidos- impulsen medidas que ayuden a reanudar y, de ser posible, regularizar con estándares mínimos de eficiencia, las comunicaciones con y desde la Isla.

Son miles los casos de tristeza y pena incrementados por una soledad generada no solo por la pandemia, o por la horrorosa escasez de toda clase de productos, o las fallas energéticas, sino asimismo por la imposibilidad de oír la voz, ver el rostro de nuestros seres queridos, saber cómo están capeando este nuevo temporal de desgracias que siempre ha representado el comunismo castrista.

 

 

                     Las personas siguen aglomerándose sin distancia suficiente entre sí. (14ymedio)

 

 

4) Colapso del sistema de Salud: Así cae la última columna del régimen cubano.

Ernesto Pérez Chang, en Cubanet, recientemente demostró cómo una de las joyas publicitarias del régimen, el sistema de salud, ha colapsado, y no precisamente de un día para otro, fruto de un derrumbe sorpresivo, o de una causa económica, como la falta de recursos.

El hecho es que la fortaleza sanitaria es más mito propagandístico que otra cosa; un mito que en tiempos recientes ha desnudado miserias e injusticias, como la explotación laboral de las llamadas misiones médicas internacionales, que para el periodista son “la más grande y lucrativa dotación de profesionales esclavizados del mundo, sometidos por un gobierno mediante todo tipo de chantaje”. 

La realidad es que la salud, para el castrismo, siempre ha sido un negocio, y mientras más lucrativo, mejor. Así lo intentaron hacer con una aparatosa hemorragia de supuestas vacunas contra el COVID-19, casi nunca aprobadas por ningún organismo serio del mundo, y que solo han tenido como macabra consecuencia que Cuba sea el país del mundo con un porcentaje mayor de personas infectadas de coronavirus “después de haber sido vacunadas”.

Y si eso pasa con el presente virus, pensemos en las enfermedades de siempre, las agudas y crónicas, sencillamente olvidados los pacientes, o el evidente agotamiento del personal sanitario por falta de recursos, de atención, de que se oigan sus llamados y advertencias, que jamás son tomados en serio.

Como todo lo demás, la salud en Cuba es profundamente clasista y discriminatoria. Mientras se derrumba la asistencia al pueblo, pueden verse las exclusivas clínicas para extranjeros y dirigentes castristas, casi como hoteles cinco estrellas.

Afirma acertadamente Pérez Chang: en Cuba la torcedura del tobillo de un turista es más importante que el nódulo maligno en el cuerpo de cualquiera de nosotros, los ciudadanos de segunda”. Y continúa:

“Tanto o más escandaloso y paradójico que lo anterior es la verdad irrefutable, palpable e inmoral de que la dictadura cubana invierte más en la compra de autos patrulleros y equipos antimotines que en ambulancias y respiradores; que gasta más dinero (que dice no tener) en levantar hoteles “con recursos propios” (como esos del Vedado que no han dejado de crecer aún en medio de la crisis), que en hospitales y en medicamentos básicos.

 

¿De qué les vale “venderse” ante el mundo como “diferentes” si en circunstancias difíciles, frente a las crisis, no logran responder de modo “diferente”, si la respuesta al colapso es intentar convencernos de que todos los sistemas sanitarios en el mundo están igual de afectados por el nuevo coronavirus? ¿Acaso no eran la salud y la educación (otra de las columnas derribadas) nuestras “fortalezas”, los dos argumentos irrebatibles contra “quienes intentan subvertir el orden”?

 

 

                                      

 

5) Dagoberto Valdés, una entrevista y un buen análisis

Primero en Hypermedia magazine, con entrevista realizada por Ladislao Aguado, y luego una nota suya en Convivencia (reproducida en el Reporte Católico Laico, “Cuba necesita resiliencia y luz”), tenemos el privilegio de leer la palabra orientadora de un pensador, un ciudadano, y un católico ejemplar, Dagoberto Valdés. Es un ejemplo de lucha constante, de defensa de valores trascendentes, de análisis de la realidad basado en ellos, y de una resiliencia a prueba de desdichas. Una resiliencia para combatir el daño antropológico causado por el régimen, con un analfabetismo ético y cívico y una intencional y planificada desarticulación del tejido de la sociedad civil para un mejor control total del Estado sobre los ciudadanos indefensos y aislados.

Finalicemos esta Bitácora compartiendo en primer lugar algunos extractos de dicha entrevista: 

“La fe, y su inseparable compañera, la espiritualidad cristiana, constituyen cimiento, motor e inspiración para mi trabajo.

Cuando parece que todo es inútil, cuando se nos estruja el ingenio con el bloqueo de la iniciativa personal del sistema, y hay que inventarse y reinventar la vida cotidiana y los proyectos y la forma de permanecer en Cuba, la fe es la principal fuente de resiliencia y de profecía, que no es adivinación, ni revelaciones extraordinarias, sino la capacidad de analizar la realidad con otras herramientas, de prever mirando alto, de adelantar hoy los desafíos del mañana, creyendo en la fuerza de lo pequeño (como dice una de nuestras frases inspiradoras desde Vitral), en la eficacia de la semilla, en la convicción del testimonio personal y no solo de las palabras.

Entonces buscamos remedio al daño e identificamos los procesos educativos de personalización-socialización como el método adecuado y eficaz, y surgió el Centro de Formación, con sus cursos que se están utilizando todavía hoy, 25 años después, ahora convertidos en un libro de texto llamado Ética y Cívica: aprendiendo a ser personas y a vivir en sociedad, que los lectores pueden consultar y bajar gratuitamente de nuestro sitio web: www.centroconvivencia.org.

Creemos que la reconstrucción del tejido de la sociedad civil, ahora más con la ayuda de las nuevas tecnologías y las redes sociales, son el camino y el nuevo nombre de la democracia, junto con la edificación de instituciones transparentes y participativas, libremente electivas y renovables, para que pueda haber en el Cuba una buena gobernanza y una democracia de calidad. (…)

La Iglesia, y en ella los cristianos, no exigimos privilegios, al contrario: reclamamos para nosotros los mismo derechos y libertades que debe disfrutar toda la sociedad sin distinción ni exclusiones. Los derechos y la libertad son indivisibles e innegociables, por ser constitutivos de la naturaleza y la dignidad de toda persona humana.

 

Ahora, por su importancia, aquí tienen el enlace a la nota completa:

 

Dagoberto Valdés: Cuba necesita resiliencia y luz

Ante estas situaciones alargadas y crecientes de reclusión, vigilancia cotidiana e invasiva, demostración de fuerza y, sobre todo, señal de miedo, parece que el miedo se cambió de acera. O, por lo menos, ahora es compartido por todos. Nos corresponde buscar y encontrar los valores, actitudes y acciones más adecuadas para responder, inteligente y pacíficamente, ante un Estado persecutor que sospecha y hostiga a todos, por todo lo que no sea idéntico a él mismo.

https://americanuestra.com/dagoberto-valdes-cuba-necesita-resiliencia-y-luz/

 

Marcelino Miyares, 23 de agosto 2021

 

 

 

Botón volver arriba