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Una Bitácora cubana (XXXV)

 

UNA BITÁCORA CUBANA (XXXV)

 

1) En Bitácoras anteriores hemos publicado interesantes notas sobre los debates que se están dando acerca de la reforma constitucional propuesta por el régimen. En todas, se han evidenciado las fallas, carencias, limitaciones y prejuicios que tiene dicho proyecto.

Ana Teresita González Fraga

En 14ymedio, Anarella Grimal publicó “Traición a la patria”, su encuentro con la vicecanciller cubana, Ana Teresita González Fraga, el pasado 29 de septiembre; la reunión no se realizó en la Isla, sino en la capital de Irlanda, Dublín, donde reside Grimal desde hace varios años.

Confiesa la autora de la nota que su interés primordial era “aclarar algunas dudas sobre el proyecto de Constitución”. De entrada, se lleva la primera sorpresa: pensaba que en la reunión estarían presentes específicamente cubanos residentes; sin embargo, comenzaron a llegar representantes del parlamento irlandés, sindicatos, y grupos de solidaridad con Cuba y Venezuela (todos irlandeses). Entre aproximadamente 30 personas, solo 6 eran cubanos residentes.

La vicecanciller, quien llegó con retraso, proveniente del exterior, dentro de una agenda de visita a 8 países del viejo continente, comenzó dando unas palabras (obviamente, con intérprete) sobre la coyuntura cubana. Al dar la palabra a la audiencia,

 

Uno de los invitados por la parte irlandesa rompió el hielo y comenzó a dar su criterio sobre lo que él consideraba “la importancia de que los principios de la Revolución cubana fueran recogidos en la nueva Constitución…”, momento en el que me retiré del salón en busca del embajador, que se encontraba en el recibidor en ese instante. Me presenté y le manifesté mi deseo de abordar en privado con la vicecanciller algunas inquietudes que yo tenía (y aún tengo) sobre el contenido de la Constitución. “Pero sobre qué?” -preguntó el embajador. “Sobre el contenido” -insistí yo-, y agregué que no consideraba prudente ni oportuno ventilar mis interrogantes sobre cuestiones tan específicas que solo atañen a cubanos con nadie que no lo fuera y con el inconveniente de la interpretación al inglés. Me dijo que esperara al final y que me dirigiera a ella si tenía la oportunidad y así lo hice. (…)

“Me preocupa el artículo 3 del proyecto, sobre “traición a la patria”, que no difiere en esencia del de la Constitución vigente, el cual ha generado y genera muchas arbitrariedades” (hubiera preferido no haber usado esa palabra, pero como alguien dijo alguna vez ‘la verdad no se ensaya’). Hice referencia a las palabras de Miguel Barnet en la Asamblea Nacional sobre la necesidad de aclarar el concepto “traición”. Para fundamentar mi argumento mencioné la ‘ley de los ocho años’ (prohibición de entrada a Cuba por parte del Gobierno cubano a los que abandonaron un contrato en el extranjero, conocido como misión o colaboración) y cómo viola la Constitución, el Código de Familia, el Código de la Niñez y la Juventud, la Declaración Universal de Derechos Humanos. Mencione además la norma jurídica que, al respecto, en el artículo 135 del Código Penal impone hasta 8 años de privación de libertad a los que abandonan funciones en el extranjero.

“¿Usted sabe lo que son 8 años de cárcel, de exilio forzado, de separación familiar solo por abandonar un contrato laboral? Es terrible! Y es desafortunado que aún se castigue de esa manera tan desmedida a nuestros profesionales, y no solo a ellos, sino a sus familiares en Cuba. Son cientos de miles los cubanos afectados. Yo misma tengo dos primos en esa situación. Estamos dando una pésima imagen al mundo”. (…)

La visión de la vicecanciller es distinta: se refirió al abandono del contrato por parte de los profesionales, al robo de cerebros y a todo lo demás que se espera de la perspectiva oficial.. (…)

Creo que la Vicecanciller se dio cuenta de esa mezcla de confusión, angustia y decepción que se me salía hasta por los poros. Hubo un silencio y luego agregó: “estamos trabajando muy duro para acercar a la nación a su emigración y hemos avanzado mucho” (…) También comentó que cubanos residentes en más de 100 países están participando en el debate constitucional a través de la planilla en línea habilitada con ese fin en el sitio oficial de Nación y Emigración y señaló lo inédito del proceso. Y me aseguró que “lo que se quiere es que no haya emigrados” que desaparezca esa categoría que, en el contexto actual, va quedando obsoleta.

Ya en el tren me sentí un poco descorazonada. Pensaba en mis primos, en Delia, Yolaila, en Katisleidis, Tay, Nora, Manoreys, Mara, Carlos, Jorge, Robert, Yenisey, Nayibis, Maritza, Eyismara, Guiordan y tantos otros miles de cubanos, dentro y fuera de la Isla que hoy están separados de sus hijos, padres, hermanos, nietos, por causa de una medida arbitraria, inconstitucional e inhumana. (…)

Me queda, sin embargo, la satisfacción de haber tocado otra puerta más y de haber llevado personalmente a la cancillería de Cuba el dolor y la determinación de quienes hoy luchan por reconquistar su legítimo derecho de visitar la tierra que los vio nacer y disfrutar de su familia. También me preguntaba cómo es posible que el Gobierno de mi país no se dé cuenta del daño que medidas como estas hacen a la imagen de la nación cubana ante el mundo. ¿Cómo decir que vamos a cumplir un deber humanitario y a la vez aplicar un castigo de índole político a quien no lo cumpla? En el caso de los mal llamados “desertores” e “inadmisibles” lo que tiene de político el asunto es únicamente porque Cuba lo ha politizado al aplicar una sanción de años de exilio forzado (por concepto de “traición a la patria”) a quienes hasta ese momento desempeñaban una responsabilidad de índole humanitaria y a quienes jamás han atentado contra la seguridad y la paz de la nación. Aquí hay una contradicción muy peligrosa. Yo, que no soy ni política ni estoy “castigada”(al menos hasta ahora), lo miro desde otra perspectiva. Para mí, Cuba tiene dos opciones: o deroga la medida política por una infracción de civiles en el cumplimiento de funciones de esencia humanitaria o, de lo contrario, debe aceptar el carácter político de las misiones en el extranjero y esto último puede verse como intervencionismo y no como solidaridad”.

 

Y es que exactamente eso es lo que ocurre: por años se ha disfrazado de solidaridad lo que, para el gobierno es una fuente vital de ingresos (recordemos cuánto es el salario por contrato de un médico cubano en el extranjero, y cuánto recibe en realidad, quedándose el régimen con la mayor parte), además, como es notorio en el caso venezolano, una forma de encubrir el más grosero intervencionismo y la más abyecta injerencia, vieja pero perenne especialidad socialista: acusar de injerencia a cualquier gobierno que busque auxiliar a una nación bajo una tiranía de izquierda, pero denominar solidaridad la misma acción pero a favor del régimen, y ejecutada por funcionarios cubanos, rusos o chinos.

 

2) La llamada revolución cubana, nos recuerda Yoani Sánchez en nota en 14ymedio (“Cuba y el fin de la generación histórica”), está por cumplir 60 años. Para ella, “no se parece hoy a lo que fue ni a lo que pretendió ser”. Veamos sus argumentos:

 

En casi seis décadas, aquellos jóvenes barbudos que bajaron de las montañas pasaron de generar ilusiones a provocar temor o apatía. Su fórmula para mantenerse en el poder ha sido una mezcla de obstinación y cinismo político.

De aquel centenar de figuras fundadoras, rebautizadas hoy como la generación histórica, apenas queda una decena de sobrevivientes de los cuales solo cuatro ocupan posiciones relevantes. Las cenizas de Fidel Castro reposan en una piedra y su hermano Raúl ha transferido los poderes del Gobierno mientras prepara su relevo al frente del Partido Comunista.

Un cuarto de siglo después del desplome del socialismo en los países de Europa del Este y en medio de la crisis que vive la izquierda en América Latina, el socialismo cubano ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos en un planeta globalizado donde el concepto de “países capitalistas” alude prácticamente al resto del mundo. Para no perecer ha echado mano de prácticas y fórmulas de las que una vez renegó.

Uno de esos cíclicos lavados de cara está ocurriendo en estos momentos con la reforma constitucional. Este proceso está marcado, de un lado por la terquedad del pensamiento oficial, que sostiene que el sistema es irrevocable, y, de otro, por un exceso de esperanza en los sectores reformistas que apuestan por que la Carta Magna sea un paso en el largo camino hacia la transformación del país.

Al margen de esas dos posturas se posiciona el extenso bloque de los pesimistas, quienes piensan que hasta que no cambie lo que tiene que cambiar todo seguirá igual en Cuba.

La irrevocabilidad

La Constitución, que se cocina bajo la estricta vigilancia del único partido permitido en el país, mantiene el concepto de que “el socialismo y el sistema político y social revolucionario establecidos son irrevocables”. De esa manera, cuando el próximo 24 de febrero los cubanos acudan a votar en el referendo constitucional estarán ratificando o negando esa camisa de fuerza.

Raúl Castro ha preparado un minucioso entramado de 224 artículos para dejar a la nueva generación de funcionarios un sistema atado y bien atado, en el que resulta casi imposible impulsar un cambio de rumbo desde dentro. (…)

Ni siquiera el Parlamento tiene potestad para reformar este principio de irrevocabilidad que funciona como una rienda legal para las nuevas generaciones que se alistan a tomar los timones de la nave nacional y que pueden verse tentadas a llevar las reformas demasiado lejos, una vez que el grupo de los históricos se haya extinguido definitivamente.

El extenso texto es la última jugada de los octogenarios de verde olivo para controlar el país más allá de su muerte, para ganarle la partida a la biología y seguir determinando la suerte de Cuba.

La esperanza reformista

Los más optimistas creen que a pesar de los rígidos barrotes que imponen algunos artículos de la Constitución, otros abren un espacio para mayores libertades económicas y sociales.

En la nueva Carta Magna que ahora se promueve se ha retirado la palabra comunismo para definir la meta final de la Revolución, ha desaparecido el propósito explícito de eliminar la explotación del hombre por el hombre, se ha aceptado la propiedad privada sobre los medios de producción y se reconoce el papel del mercado en la economía.

Estas adecuaciones abren el camino para el eventual establecimiento en la Isla de un modelo al estilo chino o vietnamita, donde el Partido mantiene un rígido control político al tiempo que el Estado renuncia a su monopolio sobre la propiedad. El centralismo económico se ve menoscabado con la aceptación de otras formas de gestión, pero se le deja claro a los emprendedores que no podrán crecer o enriquecerse más allá de un estricto límite.

Otros puntos, como la aceptación del matrimonio igualitario o la regulación de la edad máxima de los altos cargos del país, son parte de un envoltorio de colores atractivos con los que se quiere esconder el caramelo envenenado de la Carta Magna. Con esas flexibilizaciones, el oficialismo quiere atraer a la comunidad LGBTI y a otros grupos reformistas para que refrenden el documento a pesar de que el resto de los artículos tienen un carácter inmovilista y reaccionario. (…)

Mientras que la aspiración largamente soñada de tener acceso a Internet parece que se concretará a finales de este año a través de la conexión desde los teléfonos móviles, el oficialismo ha lanzado una ofensiva contra la difusión independiente de contenido y la prensa no gubernamental, que ha tenido su clímax en la promulgación del Decreto Ley 349, que da una vuelta de tuerca a la censura cultural.

Recientemente se han dictado además leyes tendientes a controlar a los emprendedores, a los que aún no se les permite exportar o importar y carecen de un mercado mayorista que les abastezca de recursos. El nuevo enemigo de la Revolución cubana es –desde hace algún tiempo– ese sector privado que aventaja al Estado en servicios y calidad.

Para el Gobierno, los trabajadores por cuenta propia son un grupo al que vampirizar con impuestos y multas, pero al que no se le debe dar alas para que se expanda demasiado o pueda llegar a organizarse en sindicatos. Justo en esa zona de las libertades civiles es donde el sistema se muestra más reacio a dar pasos hacia adelante, temeroso de que una pequeña apertura que permita la libre asociación ponga en jaque el monopolio del Partido Comunista.

Todo o nada

A pesar de la vigilancia y la represión, el entorno inconforme cubano ha crecido significativamente en los últimos años y han aparecido numerosos matices. En ese sector crítico se inscribe el ciudadano que sufre sin protestar la cruda realidad donde el salario no alcanza para alimentar a la familia, los mercados están desabastecidos y el transporte público ha colapsado, pero también el activista que sale a la calle a gritar consignas exigiendo democracia y respeto a los derechos humanos.

Especialmente entre estos últimos prevalece la idea de que la única solución a los problemas del país pasa necesariamente por “el derrocamiento de la dictadura”.

Desde este punto de vista no hay otro camino frente al hecho de que el relevo generacional en el poder se está cimentando con la irrevocabilidad del sistema y con un partido único que se presenta como “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”.

Sin embargo, ilegalizados y con pocos recursos, sin acceso a los medios de prensa nacionales y constantemente vigilados, la posibilidad de los activistas de descabezar el sistema parecen nulas.

Para la oposición el referendo constitucional podría convertirse en la única oportunidad en mucho tiempo de mandar un mensaje al régimen. Por años, la desunión, los conflictos personales y el constante trabajo de la policía política han hecho mella entre los grupos disidentes. El deshielo diplomático entre Washington y La Habana profundizó esa fractura y dividió a la sociedad civil entre quienes aceptaban el acercamiento y quienes lo rechazaban.

Ahora están ante la encrucijada de unirse alrededor de votar No en el referendo constitucional o permitir que el Gobierno termine por cerrar la jaula con una Constitución que pretende la perpetuidad del sistema. En los próximos meses se pondrá en evidencia la decisión que han tomado los más importantes líderes opositores.

Por el momento, ya hay muchos argumentos con los que podría irse convenciendo al ciudadano común de la necesidad de rechazar la Carta Magna. Aquella promesa de un futuro luminoso que el castrismo convirtió en uno de sus más importantes pilares populares se ha desvanecido de tanto no cumplirse. No hay tampoco un líder carismático capaz de arrastrar a las masas a nuevas cotas de sacrificio.

En el contexto nacional las nuevas generaciones carecen de entusiasmo tanto para entregar su juventud a la utopía socialista como para rebelarse frente al régimen. La válvula de escape que durante décadas ha sido la emigración se ha cerrado considerablemente debido a nuevas regulaciones en los Estados Unidos, el principal destino de los cubanos.

Se trata de un momento de fragilidad para ese proceso llamado Revolución cubana. Un sistema que llega a sus seis décadas de existencia sin haber podido cumplir buena parte de sus promesas, pero con la intención de mantenerse en el poder por la fuerza y con una Constitución que lo consagra para la eternidad.

Tiene razón Yoani: el régimen está y se siente frágil, por eso ha medido meticulosamente la camisa de fuerza que siempre ha sido la legalidad revolucionaria plasmada constitucionalmente. El derecho como justificador de atropellos de hecho.

Soy de los que piensa que votar NO en el referendo de febrero es una oportunidad que debe ser utilizada para probar por fin en la práctica, no en los consuetudinarios debates teóricos entre los distintos grupos opositores, la inmensa posibilidad de realizar una acción política unitaria contra el régimen, al realizar un rechazo total a la propuesta de reforma. Se le daría asimismo un mensaje al mundo sobre lo que piensan en realidad los ciudadanos cubanos.

 

3) Recientemente el Consejo Económico y social de la ONU (Ecosoc), realizó una sesión titulada “¿Presos políticos por qué?”, con el fin de darle publicidad y dialogar sobre la situación de los presos políticos en Cuba.

En “Diario de Cuba” (“Si los diplomáticos cubanos se comportan así, ¿cómo se comporta la policía?”) pudimos ver, en vivo directo, a “grupos de repudio” (con “comportamiento de matones”, según la representante de los Estados Unidos), teóricamente diplomáticos, intentando boicotear el evento, ante los ojos perplejos de los diplomáticos de otros países, de la prensa y de los funcionarios en general de la ONU.

 

“Nunca en mi vida había visto a diplomáticos comportarse como la delegación cubana se comportó hoy. Fue realmente impactante y perturbador”, dijo a la prensa tras el incidente Kelley Currie, embajadora de los Estados Unidos.

“Uno se pregunta, si los diplomáticos de este Gobierno se comportan así, ¿cómo se comportará la Policía?”, añadió Currie, representante estadounidense ante ECOSOC.

Explicó que, como personal diplomático, los miembros de la delegación cubana estaban autorizados a asistir al acto, pero lamentó que su único objetivo fuese “gritar a aquellos con quien no están de acuerdo”.

Currie y el resto de los panelistas del evento, entre ellos Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), leyeron sus discursos en medio de los gritos.

Almagro publicó luego un vídeo con la totalidad de su intervención bajo la leyenda “La Historia no absolverá crímenes de lesa humanidad”.

El secretario general de la OEA denunció que el “modelo cubano de represión y opresión” se ha exportado a otros países como Nicaragua o Venezuela.

Boicotear eventos críticos llevando a escenarios internacionales los “actos de repudio” a los que somete a opositores y activistas de derechos humanos en Cuba, se ha vuelto una práctica común del régimen. Ya lo hizo en las últimas dos Cumbres de las Américas.(…)

La Habana también intenta acallar las denuncias en su contra en el Consejo de Derechos Humanos y otros organismos de la ONU. Como norma, el régimen esquiva el diálogo y trata de desacreditar a sus críticos acusándolos de intromisión en sus asuntos internos y de servir a intereses extranjeros, principalmente de Estados Unidos. (…)

Entre quienes apoyaron a los funcionarios cubanos estuvo la delegación de Bolivia, cuyo embajador, Sacha Llorenti, acusó a Washington de tratar de “instrumentalizar a Naciones Unidas”.

Excelentes, una vez más, las palabras de Luis Almagro, valiente y consecuente con las causas de la libertad secretario general de la OEA. Y a pesar del saboteo, los gritos y la agitación, como señala René Gómez Manzano en Cubanet, el panel ¿Presos políticos por qué? fue todo un éxito. Nos dice el cronista:

 

“El panel tuvo lugar a las pocas horas de ser puesto en libertad, tras casi dos meses de huelga de hambre, el prisionero de conciencia y dirigente de la aguerrida UNPACU (Unión Patriótica de Cuba) Tomás Núñez Magdariaga. Como puso de manifiesto en su intervención el miembro del Grupo de los 75 Alejandro González Raga, la excarcelación del citado compatriota es “el primer éxito de esta campaña”. Ella —pues— ha comenzado con buen pie.

El evento puso de manifiesto una vez más el papel de los Estados Unidos como el gran aliado del pueblo cubano en la lucha pacífica que éste libra por el restablecimiento de su libertad, la democracia y el estado de derecho. Se trata de una conducta que merece reconocimiento y gratitud, como lo exteriorizaron, con sus sinceros aplausos, los congregados en la Embajada Norteamericana.

El panel fue de lujo. Y esto, a pesar de la chusmería vocinglera de los representantes castristas que el régimen cubano envió al acto. Los rojos expresaron su oposición, pero no con sus refutaciones a los argumentos de los panelistas o mediante comentarios adversos a los planteamientos de ellos, sino con gritos y golpes en las mesas.

La embajadora estadounidense Kelley E. Currie, en sus palabras introductorias, aludió repetidamente a esa conducta incivil de los oficialistas de la Isla: Lo hizo cuando expresó que quienes pedían libertad para Cuba, lo hacían “incluso para los que están presentes en esta sala”. También cuando, tras condenar los bochornosos “actos de repudio” que organiza y perpetra el castrismo contra quienes se le enfrentan, comentó que, al parecer, lo que estaba sucediendo en el salón de reuniones era uno más de esos actos.

La diplomática norteamericana fue seguida por el señor Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). Como se sabe, él, durante meses, ha tenido una actuación decidida y plausible ante los desmanes que perpetra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Pero esta vez mencionó también no sólo a Cuba (cosa lógica, pues la isla caribeña constituía el tema directo de las intervenciones), sino también a Nicaragua.

El ilustre uruguayo continúa —pues— con su inclaudicable crítica a los actuales regímenes dictatoriales del hemisferio. Al respecto (y centrándose una vez más en la Gran Antilla y sus cautivos de conciencia), dijo Almagro: “La comunidad internacional no puede desentenderse de esta situación”. A ello agregó que los países del mundo deben exigir la liberación de esos presos políticos. (…)

 

4) Tiene mucha razón Gómez Manzano; lamentamos, en otro orden de ideas, los cambios que está introduciendo el nuevo gobierno español, presidido por Pedro Sánchez, a sus relaciones con América Latina, y específicamente su comprensión ante la tiranía de Nicolás Maduro, su apoyo implícito al, en la práctica, ministro de relaciones exteriores de la tiranía venezolana, José Luis Rodríguez Zapatero (no por casualidad el jefe de gobierno español, del partido socialista, anterior a Sánchez). No cabe duda de que Sánchez, quien llega al gobierno mediante una medida parlamentaria (jamás ha ganado una elección; de hecho, con él de candidato, el PSOE ha obtenido por dos veces los peores resultados electorales de su historia), quiere congraciarse con sus socios de Podemos, abiertamente asesores y consejeros del chavismo, y enemigos de la democracia como concepto y como praxis.

No extraña, por ello, la calidez y simpatía que mostró Sánchez en su reunión con Miguel Díaz Canel mientras se encontraban en la ONU. Tampoco sorprende su deseo de visitar a Cuba “lo antes posible” (el anterior jefe de gobierno hispano que visitó la Isla oficialmente fue otro socialista, este mucho más serio, Felipe González). En 1999, José María Aznar acompañó al rey Juan Carlos, pero con motivo de la Cumbre Iberoamericana que se celebró en la Isla.

En sus argumentos, Sánchez se escuda en la excusa de que otros gobernantes han visitado la Isla recientemente, lo cual es cierto. Pero, en primer lugar, todos ellos responden a líneas políticas de izquierda en sus países (algunos nombres son: el italiano Matteo Renzi y el Francés Hollande, hoy, por cierto, fuera de sus cargos). En segundo lugar, los intereses económicos españoles en Cuba son harto conocidos; son los principales proveedores de servicios turísticos. Claro, a lo largo de los años, en cada negociación al respecto, jamás se ha hablado de los derechos de los trabajadores cubanos que laboran en esas empresas. ¿Derechos humanos? Para Sánchez, como buen socialista, son dos palabras prohibidas, si se habla acerca de una tiranía de izquierda.

  

Marcelino Miyares, Miami, 23 de octubre de 2018.

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