Margarita: Unos turistas muy alineados
Si se preguntara qué posibles palabras evocaba tradicionalmente la isla venezolana de Margarita, surgirían probablemente estas tres: Caribe, turismo, playas. Estos días recientes, gracias a la XVII Cumbre de Países No Alineados, otras palabras han sido mencionadas por la opinión pública mundial.
Vale la pena resaltar que el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) se llama así porque, surgido en medio de las disputas entre los Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética, sus creadores querían dar fe de su ubicación independiente frente a ambas potencias en el juego político internacional. Fundado en 1961 en Belgrado, por entonces capital de la hoy desaparecida Yugoslavia, fue concebido por varios nombres de obligada presencia en cualquier libro de historia de las relaciones internacionales posteriores a la segunda guerra mundial: el entonces primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru; el presidente de Indonesia, Sukarno; el segundo presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser; el primer presidente de Ghana, Kwame Nkrumah, y el presidente de Yugoslavia, Josip Broz Tito.
Entre los principios que se exigen a un país para poder ser miembro están el respeto por los derechos humanos fundamentales y por los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, el abstenerse de intervenir en los asuntos internos de otros países y el respeto por las obligaciones internacionales adquiridas. Vale la pena preguntarse entonces si hoy el movimiento es realmente independiente y, si la guerra fría desapareció hace ya décadas ¿frente a qué hechos o situaciones declaran hoy su independencia?
Un primer dato que nos sirve para entender la posible respuesta a esta pregunta es en cuáles países se han realizado las últimas cuatro cumbres: Cuba, Egipto, Irán y Venezuela. Un verdadero todos estrellas de regímenes autoritarios, corruptos y violadores de los derechos humanos más esenciales. Entre los más recientes secretarios generales de la organización están Fidel Castro, el depuesto autócrata egipcio Hosni Mubarak, el ex – presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, o quien acaba de ser electo en Margarita, el actual presidente venezolano, Nicolás Maduro.
No es de extrañar entonces que países que sí poseen modelos centrados en la libertad y la democracia se vayan progresivamente alejando de las actuaciones del movimiento; baste el hecho de que según el presidente anfitrión el objetivo central de esta cumbre isleña era la renovación de la lucha contra el imperialismo norteamericano. No ha tenido mucho apoyo: si en la cumbre previa, en Teherán en 2012, asistieron 35 jefes de Estado o de gobierno, a Margarita al parecer apenas llegaron 15 (los organizadores se negaron reiteradamente a dar un listado oficial de asistentes). Cada día son menos los dirigentes políticos que quieren fotografiarse al lado de esta cohorte de impresentables. Y es que la falta de transparencia convirtió una cumbre internacional en una especie de retiro monacal.
Un dato que no se puede obviar: la India, uno de los países fundadores y miembro fundamental, no envió a su primer ministro.
Lo que estos cada vez menos numerosos líderes intentaron en verdad lograr era un imposible: vender al mundo la idea de que Nicolás Maduro es un presidente legítimo, cuando en verdad sufre esa aguda reclusión típica de todo autócrata en caída libre, frente a un rechazo frontal de un 85% de sus compatriotas que cada día expresan más vehementemente su protesta ante la situación presente, ante la crueldad institucionalizada, y su deseo de un cambio de régimen. Un 85% nada feliz pero tampoco temeroso del poder, como se demostró con las profusas manifestaciones de calle del 1-S. Por ello, con un gasto de decenas de millones de dólares, la isla de Margarita tuvo que ser militarizada y toneladas de comida traídas ante la evidente escasez generalizada de productos y la clara decadencia de servicios del otrora importante destino turístico. Es que no hay maquillaje posible para la incomprensible crisis humanitaria del país. La sensación de soledad del régimen ha salido reforzada del encuentro margariteño.
Por todo ello, de no alineados nada; el movimiento creado hace 55 años está hoy más alineado -y por ello aislado- que nunca, ya que, contrario a sus objetivos fundacionales, ofrece su apoyo a algunas de las dictaduras más impresentables del planeta: no extraña que entre las personalidades destacadas de la reunión estuvieran Robert Mugabe, Raúl Castro, el canciller de Corea del Norte, Ri Yong-ho, y el propio Nicolás Maduro. Y las palabras que todos ellos hicieron recordar a los margariteños y a los venezolanos en general son dictadura, opresión y corrupción.