Martí los hubiera perdonado
Martí no hubiera sido un dictador como Fidel y Raúl Castro, un represor, un hombre que fusila a mansalva, un hombre aferrado al poder que reprime al pueblo
LA HABANA, Cuba.- Si José Martí viviera jamás aceptaría la dictadura totalitaria de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Amaba demasiado la libertad y era un hombre de buen corazón, un verdadero amigo de los humildes.
Hace algunos días la prensa castrista anunció el arresto y seguramente condena a prisión de dos jóvenes cubanos que, al parecer, cometieron un hecho vandálico contra un busto de José Martí.
De inmediato argumentó el régimen, para complicar más las cosas, que “se había anunciado dicho agravio con una sucia maniobra mediática, para hacer creer que en Cuba existe un clima de inseguridad y violencia”.
Se trata, a todas luces, de dos jóvenes sin ningún vínculo con la oposición pacífica de Cuba —la que existe a pesar de la represión— o de algún grupo disidente, y sí que probablemente pudieran haber estado ebrios o bajo el efecto de estupefacientes.
¿Pensarían acaso estos jóvenes que nuestro Apóstol, al que tanto aman los cubanos de la Isla como del exilio de Miami, pudiera ser quien más contribuye —aunque de forma involuntaria— al mantenimiento del poder de esta tiranía, puesto que lo han usado los castristas para su conveniencia?
Si algo ha contribuido a que esta dictadura se haya prolongado, es el férreo control que tiene sobre la población a través de sus leyes, organizaciones, sistema de vigilancia y, sobre todo, a través de un ejército creado para controlar al pueblo y no permitirle ningún tipo de discrepancia.
José Martí luchó para que Cuba fuera un país libre, próspero económicamente. Martí jamás hubiera dirigido un ataque sorpresivo a un cuartel militar —El Moncada—, donde murieron decenas de cubanos inocentes.
Hoy, por ejemplo, si Martí viviera y pudiera contemplar la realidad de cómo vive el pueblo, no dejaría de reconocer que el dominio de la dictadura comunista ha sido peor que aquel dominio español. La dictadura actual ha convertido en millonarios a sus más altos dirigentes, esos “que sobran, —como dijo— cuando un pueblo emigra”.
Martí nunca hubiera sido un dictador como Fidel y Raúl Castro, un represor, un hombre que fusila a mansalva con toda tranquilidad, un hombre aferrado al poder que reprime al pueblo, porque Martí era un hombre enemigo de la tiranía.
“La tiranía no se derriba —dijo— con los que la sirven con su miedo, su indecisión o su egoísmo… De hombres de sacrificio necesita la libertad, no de hombres que deshonran, o merman, o abandonan a los que están pronto al sacrificio”.
Mucho menos gustaba nuestro Apóstol del socialismo. Lo dijo claramente. Es algo que jamás lo ha repetido ni Fidel, ni Raúl. Pero está entre sus escritos, claro, transparente, bien definido:
“Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizantes, confusas e incompletas y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en qué alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.
O esto, que demuestra sus ideas sobre las dictaduras:
“La tiranía es la misma en sus varias formas, aunque se vistan algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”.