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Maxim Ross: La fábrica de saberes

Una educación universitaria para la vida – Cognición

 

Estando en tiempos de tanta incertidumbre, de hostilidades políticas que colocan la verdad en favor o en contra, de cambios significativos en el panorama mundial y, sobre todo, en esa nueva definición de la verdad que algunos llaman la posverdad, no seria mala idea apelar a ella para encontrar una zona de entendimiento humano. Como alguien afirmὀ recientemente, nada mejor que la razón y la verdad para evitar los extremos y los fanatismos y, ¿quién mejor que los que están en la “fábrica de saberes”, para acercarnos a ellas y reivindicarlas?

Desde epocas inmemoriales la búsqueda de la verdad y el uso de la razón para hallarla marcan la historia del hombre en este mundo. Filosofos y filósofos lo debatieron hasta llegar a encontrar pistas de lo que realmente ocurre, la ciencia llegὀ a sus límites más extremos con el uso del razonamiento y la experimentación que la corroboraba. No es pues nuevo que los seres humanos crearon su “fábrica de saberes”, desde el principio en los claustros que dieron lugar a los antiguos centros de creación y acumulación del pensamiento, en la Universidades. Hoy esa búsqueda está más diseminada en institutos y empresas, pero la gran mayoría del saber está en las grandes Universidades, en la “gran fábrica del saber”.

LA FÁBRICA DE SABERES

Resulta ser que, por ese fenómeno de progreso humano que llamamos especialización, allí se fue concentrando la enseñanza, la investigación y la difusión del conocimiento en provecho de la sociedad. No fue casualidad que estas tres tareas se articularan porque la una exigía de la otra. Enseñar sin investigar atrasa el conocimiento, investigar sin enseñar mitiga sus efectos y su radio de acción, y enseñar e investigar sin causar impactos significativos en la sociedad deja el conocimiento en una “caja vacía”.

EL SABER ENSEÑAR

Probablemente el saber se inicia por allí, por la curiosidad de querer entender, en particular por aquellos que envidiaron el saber del Filósofo, y de opinión en opinión quisieron llegar a la verdad, hasta que a él ocurrieron en su búsqueda y tocὀ a la sabiduría la modesta tarea de enseñar, de hacer del saber comunidad de mayorías. Alumnos y profesores conformaron, no sabemos si en ese orden del conocimiento, esa primera categoría del saber. La Universidad fue, al parecer, docencia en primer lugar, calificando ese quehacer como el mas humilde y fácil de todos, pues puede hacerse tomando el conocimiento aprendido y repetirlo o, también para superarlo, averiguando lo que pasa en mundo y entrar en esa más difícil labor de Investigar.

      EL SABER INVESTIGAR

De todos los saberes, podríamos decir que es el más admirable de todos porque las exigencias son mayores. Tiempo, paciencia y recursos no llegan juntos, pero repetimos lo admirable no radica allí, lo hace la perseverancia y el método en conseguir la verdad, eso que podríamos llamar la práctica y las exigencias del saber. Una combinación de factores nada fácil de articular, porque de todos los saberes, este de la Investigacion tiene virtudes y frustraciones. No es lo mismo que el alumno interrogue al maestro en búsqueda de una verdad, que la prodigiosa campaña del Investigador en indagar y escudriñar la vida real para alcanzarla. Con todo, sin embargo, gracias a él, Investigador, la humanidad está donde está y no habría progresado hasta limites insospechados. Si no que den fe de ello la Física, la Química, la Medicina, la Historia, la Sociología y la Economía y la rama inmensa de las ciencias que conforman esa “fábrica de saberes” que hoy conviven en una Universidad.

  EL SABER DIVULGAR 

Luego: ¿De que valdría toda esa acumulación de saberes, enseñar e investigar, si la sociedad no obtiene frutos de ellos? Encerrarse, ayer en el Claustro, hoy en el mismo o en el Laboratorio no rinde, primero, el fruto del reconocimiento, quizás de todos los valores del saber el más preciado y, segundo, cuando esa valor se eleva a todos los mundos de donde se vive. Sin esa, diríase, comprobación social el saber se queda en su fábrica. Muere allí penosamente, desconocido. 

La “fábrica de saberes”, la Universidad, ha de tener, entonces, los medios y las herramientas para que ese saber no quede allí, encerrado. Del enseñar repetitivo ha de promover el enseñar que supera la lectura del libro anterior, del Investigador del Laboratorio ha de estimular el que produzca beneficios a la sociedad y, para lograr ese gran objetivo ha de diseñar toda una estructura de divulgacion que premie al Docente y al que su vida dedica a Investigar. 

Pareciera, pues, que esa gran “fábrica de saberes”, que es la Universidad, si ha de ser reconocida y valorada, tiene que poner en la vertiente de sus grandes anhelos hacer confluir la “fábrica de saberes” con ese mundo en el que vive. De no hacerlo puede, como muchos han reclamado, dejar de ser historia del saber y la verdad.

 

 

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