Médico cubano sobre las misiones: “Es un negocio muy grande y muy de arriba”
LA HABANA, Cuba.- Fue hace un par de días. Le pregunté al doctor Palacios qué le parecía el asunto de los médicos cubanos en Brasil y él se encogió de hombros: “Los botó el nuevo presidente”, me dijo. Le conté que, simplemente, Jair Bolsonaro, el presidente recién electo, no los botó, ni mucho menos, sino que propuso, ante todo, hacerles contratos individuales, sin mediación del gobierno cubano, y que pudieran llevar a su familia con ellos.
El doctor Palacios se me quedó mirando con los ojos redondos como platos. “No jodas”, murmuró. Supongo que ya ahora esté mucho más enterado de todo el problema, pero en aquel momento me llamó la atención lo desinformado que estaba y que otros compañeros suyos, como me confesó, lo estuvieran también.
Y resulta que este médico, de altos títulos académicos y larga preparación profesional dentro y fuera del país —y cuya identidad real debo, por supuesto, proteger—, trabaja en la dirección provincial de Salud de La Habana. De hecho, al día siguiente de esta conversación debía partir hacia una provincia del interior para un importante evento en el que se homenajeaba a varios profesionales destacados.
Al doctor Palacios lo conozco desde hace muchos años y conversamos de vez en cuando. Él trata de no darme ninguna información que pueda comprometerlo, pero está perfectamente al tanto del desastre que vive su Ministerio en todos los aspectos y conoce bien lo que son las misiones médicas porque él mismo ha cumplido varias.
Enamorado de su trabajo y sin apremios económicos, pues su familia en Estados Unidos lo ayuda, es además muy devoto de los cargos de responsabilidad, de las reuniones con jefes importantes y de los viajes lo mismo dentro del país que al extranjero, y siempre se halla ocupado en varios proyectos e investigaciones. Aunque sabe lo mal que está el país, le guarda una borrosa y automática fidelidad al gobierno y siempre dice que no le interesa la política.
Cuando le di más detalles, como la cantidad de médicos que probablemente se quedarían en Brasil, la repercusión de la orden de retirada dada por Cuba a sus médicos y las mentiras del gobierno sobre el pago integral del salario a los galenos en misiones, entre otras, el doctor Palacios se quedó muy asombrado, porque no había sospechado el alcance de aquel asunto.
A mí me sorprendía más aún su desinterés por aquello que ya se había convertido en un escándalo internacional. “Es que siempre hay un brete y una bronca con este gobierno o con aquel, siempre en la televisión están insultando a alguien porque dijo no sé qué cosa de Cuba. Por eso yo nunca leo el periódico. No tengo tiempo para esos chismes”, aseguró con un gesto aburrido.
Pero “este asunto de los médicos en Brasil” sí cobraba de pronto un enorme interés para él. “Tengo que preguntarle a Karina”, se animó, refiriéndose a una amiga y colega suya que trabaja cerca del propio Ministro. “Ella sí debe saber bien cómo es la cosa”.
“Es que eso es un robo y todo el mundo lo sabe. Claro que tenemos fama de esclavos y de bobos”, confesó en un arranque y me contó cómo, en una misión que realizó en un país africano, los médicos locales no daban crédito al hecho de que los cubanos pudieran aceptar unos salarios tan bajos y que, para colmo, tuvieran que darle la mayor parte al gobierno. “¡Y nosotros contentos!”, se rio.
Cuando lo dejé, el doctor Palacios estaba ya imaginándose la jugosa conversación que tendría con su “amiga del Ministerio”. Estoy seguro de que, en su viaje al evento en provincia debe haberse enterado de muchísimos detalles, sobre todo en cuanto a cómo se está manejando el escándalo en los más altos niveles, ya que normalmente en las instancias inferiores solo tienen acceso a los rumores y a lo que dice la prensa oficial.
Lo último que le pregunté, antes de irme, fue si él creía que todo este alboroto fuera a traer algún cambio para los propios médicos, alguna mejoría material. “¿Estás loco?”, exclamó. “Eso es un negocio muy grande y muy de arriba”.