Médico venezolano es Investigador Joven del Año en Estados Unidos
Los descubrimientos de William Bracamonte-Baran lo convierten en la única persona en el mundo que ha recibido dos importantes premios del campo de la medicina en apenas seis meses
Adiós pastillas para el corazón, adiós inmunosupresores. Probablemente en diez años esto sea una realidad gracias al médico venezolano William Bracamonte-Baran. Es por ello que la American Heart Association (AHA) y la American Autoimmune Related Disease Association (AARDA) decidieron premiarlo por su trascendental descubrimiento sobre células linfoides innatas (ILC, por sus siglas en inglés).
Es primera vez que se entregan estos importantes galardones a alguien de apenas 35 años, lo que lo convierte adicionalmente en Joven Investigador del año para ambas instituciones, sin duda un gran reto para un fresco galeno que llegó a Estados Unidos a través de una cadena afortunada de recomendaciones, sin mayor ayuda económica que la propia. En sus años de estudiante de Medicina en la Universidad Central de Venezuela Bracamonte publicó varios artículos en revistas regionales y fungió como coautor de algunos libros de Biofísica y Fisiología, información que llegó a Wisconsin y así recibió la oferta para hacer un doctorado allá.
“Me siento tan atribulado como orgulloso. La decisión de quedarme aquí no fue fácil y aún me causa desazón. Me hubiera gustado descubrir algo más modesto pero pudiendo aportar directamente al país, sin separarme de mi familia. Pero sé que en Venezuela desafortunadamente no hubiera podido hacer nada en términos científicos. De hecho mi doctorado lo costeé yo, toda ayuda en divisas me fue negada pues dijeron que la inmunología no era un área prioritaria para el desarrollo de la nación”, revela.
Bracamonte se mudó a Wisconsin en septiembre de 2011 para hacer un doctorado en Inmunología en la Universidad de Wisconsin que normalmente toma seis años, pero él lo culminó prácticamente en la mitad de ese tiempo. Ya en 2014 ganó el premio del World Transplant Congress, gracias al descubrimiento de unas células que podrían evitar que los trasplantados tomen inmunosupresores de por vida. Los resultados in extenso ya fueron aceptados para publicación en Proceedings of the National Academy of Sciences, una de los cinco revistas de mayor impacto en el área de inmunología.
De la UCV para el mundo
William Bracamonte-Baran es médico egresado de la Universidad Central de Venezuela. Hizo un año de ejercicio rural en Petaquire, estado Vargas y un postgrado de Medicina Interna en el Hospital Clínico Universitario de Caracas, donde fue adjunto del Servicio de Medicina Interna y profesor de la Cátedra de Fisiología de la Escuela de Medicina. Trabajó en la División de Inmunología de Trasplante en la Universidad de Wisconsin y ahora es investigador en la Universidad Johns Hopkins, División de Inmunopatología y el Centro de Investigación de Enfermedades Autoinmunes, donde ha llevado a cabo los descubrimientos que lo hicieron acreedor de los mencionados galardones.
¿Cuál será su aporte a la ciencia? Mucho. En primer lugar porque encontró en el corazón las células linfoides innatas (ILC), que tienen la misión de “amplificar” las defensas del organismo contra virus y parásitos, y que al sufrir desregulación causan enfermedades autoinmunes. “En los estudios resultaba poco claro cuál era la célula responsable de perpetuar una enfermedad inflamatoria autoinmune. Otras pruebas sugerían que una molécula llamada interleucina 33 estaba involucrada, pues activa potentemente a los ILC. Esas dos piezas del rompecabezas me hicieron pensar que había relación”.
Las células linfoides innatas tienen un papel importante en enfermedades como la miocarditis, pericarditis y la inflamación post-infarto. Los estudios de Bracamonte apuntan a definir el rol de los ILC y la interleucina 33 en los derrames pericárdicos y/o pericarditis crónicas. Esto derivaría en un tratamiento que, bloqueando ciertas moléculas, logre romper el círculo vicioso entre ILC e interleucina 33 que genera problemas cardíacos.
“La meta a mediano plazo es crear un nuevo medicamento para enfermedades cardíacas, pues al saber qué hacen estas células, en qué enfermedades y cuáles son las moléculas responsables de su activación, se podrá estudiar el impacto de tratamientos que bloqueen ciertas facetas de ellas”.
El segundo aporte, tan relevante como el anterior, está dirigido al campo del trasplante, pues se espera que los pacientes acepten el órgano de manera natural, con menos requerimientos de fármacos. Esto será posible gracias al descubrimiento por parte del venezolano de las células dendríticas de doble cara (janus faced). “Células ajenas al cuerpo, como las del órgano trasplantado, liberan vesículas microscópicas con información molecular que en ciertas circunstancias reprograman a los glóbulos blancos del receptor, lo que contribuye a tolerar el implante y minimiza el rechazo”, explica.
Posiblemente en una década esto haría posible que los trasplantados no tomen inmunosupresores, pues existe un fenómeno llamado “tolerancia dividida”, en el que pacientes con relativa tendencia a tener episodios de rechazo al órgano, una vez sobrepasado ese período crítico, tienen mayor probabilidad de tolerarlo a largo plazo. “El enfoque de nuestra investigación está dirigido al reentrenamiento del sistema inmunológico por medios moleculares no farmacológicos. En los últimos 50 años no se supo la razón inmunológica que lo causaba, y este estudio descubrió que la célula que media ese fenómeno es la dendrítica de doble cara”.
Las dendríticas son claves en disparar el rechazo al órgano. Hasta el momento se sabe que en ciertas condiciones los exosomas (vesículas nanoscópicas) liberadas por células del órgano trasplantado son capturadas por las células dendríticas propias. El material proteico y genético en esas vesículas “reprograma” a la célula dendrítica, convirtiéndola en janus faced, para que en vez de activar a los linfocitos T antitrasplante, los suprima.
“El reto a futuro es aislar el subgrupo de exosomas que tengan la información tolerogénica para así emplear infusiones previo y posterior al trasplante. La idea es cultivar in vitro células del donante en condiciones moleculares específicas que lleven a la producción de estos exosomas. Una vez obtenidos in vitro pueden separarse de las células por métodos de ultracentrifugación y después verificar su contenido genético y proteico”.
La fabricación de tratamientos derivados de las investigaciones del doctor Bracamonte corresponderá al campo de la farmacología. Se espera que al menos en una década todos estos descubrimientos puedan tener plena aplicación en diversas áreas de la medicina.