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Mensaje de José Rodríguez Iturbe en la presentación de «Lo que debo contar», de Oswaldo Álvarez Paz

MENSAJE DE JOSÉ RODRÍGUEZ ITURBE EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE OSWALDO ÁLVAREZ PAZ

 «LO QUE DEBO CONTAR»

Librería KALATHOS – 26 de abril 2025

 

 

LEÍDO POR MARCOS VILLASMIL:

 

«Unas breves palabras, para sumarme, a la distancia, a este grato encuentro con ocasión de la presentación del libro de Oswaldo Álvarez Paz, “Lo que debo decir”. Su mismo título indica la validez del testimonio. No es una autobiografía. Es la memoria de lo memorable. El, protagonista y testigo de Historia y de muchas historias, se siente en la obligación notarial de dejar constancia de hechos ―situaciones, diría Ortega, y repetiría su alumna María Zambrano―. Oswaldo es un político de excepción que, con estas páginas, deja, una vez más, prueba de ello. No es común que los políticos sean hombres de pluma; y menos común que quieran dejar constancia de su posición y juicio personal de aquello en lo cual estuvieron personalmente involucrados. Por eso, entre otras cosas, este libro posee un singular valor. Porque reflejando la personalidad de su autor, resulta un testimonio pedagógico de que la política puede y debe vivirse con dignidad, y, en tal sentido, es un estímulo para quienes en el futuro inmediato deberán asumir los retos de la reconstrucción nacional. Que no será tarea fácil ni sencilla, pero sí hermosa para quienes tengan verdadera vocación de servicio al bien común.

El libro de Oswaldo es el testimonio de un perpetuo combatiente por la libertad.  La causa de la libertad y de la responsabilidad es la causa de la defensa propia de la conciencia ciudadana. La conciencia ciudadana puede y debe organizar tal defensa. No es encapsulada en su mismidad como cada persona desarrollará sus potencialidades de participación responsable en el contexto social. El ejercicio responsable de su libertad lo hará cada ciudadano con los otros, por los otros, para los otros. Todo auténtico ejercicio de la libertad es un servicio. No es un simple equilibrio de derechos y deberes. Es mucho más. Es el esfuerzo, en marco comunitario, en pro del bien común social. Es, sobre todo, la armonía resultante del ejercicio responsable de la libertad ante los desafíos concretos que se presentan en un determinado momento de la historia. Y hay que ver que, en la historia vivida por Oswaldo, desde sus años de juventud hasta ahora, esos desafíos han sido numerosos y de abultada entidad.

Oswaldo ha sido y es un político sereno y sensato. Porque la serenidad y la sensatez suelen acompañar al coraje. Y coraje solidario es el que siempre ha caracterizado a Oswaldo.

Oswaldo, quienes lo conocemos lo sabemos bien, tiene alergia al extremismo. Lo más negativo, a mi entender, de la dialéctica de extremos es, precisamente, la camisa de fuerza de la dinámica del miedo. Cuando ésta rige, la toma de posiciones políticas no está impulsada por la esperanza, sino por el temor. Las dinámicas del miedo son siempre negativas. Sólo actúan una vez que se ha llegado a situaciones límite. Nada, entonces, puede asegurar su eficacia. El pavor, extendido socialmente, facilita la pérdida de la cordura. Es una especie de deslizamiento hacia la irracionalidad. (…) La pasionalidad suprime la racionalidad. La exaltación bloquea la capacidad de análisis objetivo. Todo desenfreno instintivo pareciera encontrar su justificación en las deformaciones voluntaristas y en los envoltorios mágicos de un modus operandi político reñido con todo sentido del equilibrio. Las páginas de este libro de Oswaldo reflejan la realidad histórica de una política regida por la recta razón. Que ella no es una utopía, sino una exigencia del auténtico sentido humanístico de la vida pública.

La posibilidad de mantener, incrementar o revivir una política equilibrada y coherente supone la afirmación de una política de valores. Debe, por tanto, nutrirse el discurso y la conducta con lo que posea capacidad de unificación y de elevación de miras. En el discurso y en la conducta debe cobrar vida una política de valores y principios; y esa política debe alentar organizaciones de valores, cuya tarea raigal sea procurar que los ciudadanos vivan conforme a ellos.

La salud de una sociedad requiere de un aceptado tono de elevación moral que sirva de base a la sabiduría política, a la prudencia política, a la fortaleza política, de quienes actúan en los espacios públicos y, muy principalmente, de quienes tienen las riendas del imperium, sujetos que, por otra parte, deben (deberían) estar adornados de auctoritas. Ejemplos de todo ello se encuentran en el libro de Oswaldo

Cuando socialmente resulta desdeñada, menospreciada o burlada la capacidad ordenadora de la ley —o cuando ésta introduce el desorden—, resulta imposible todo ideal de justicia y armonía. (…)

Cuando el vuelo es más bajo y el alcance más corto, las aspiraciones se limitan a las granjerías, a la vulgar lujuria del poder. Está entonces perdida o muy deteriorada la conciencia ciudadana. El simple afán de honores y riquezas que subyace en los proyectos políticos sin aliento comunitario alguno es fuente de todo tipo de desgracias. Entre ellas, la injusticia es vista como fin a corto plazo, la facción estimada como placentera y la venganza como élan vital de los espíritus reducidos a un enanismo lindante con la más brutal animalidad.

No existe, desde tal ángulo torcido, espacio para el bien común. (…) La vocación de auténtico servicio desaparece. Se acrecienta la jactancia de los que esperan ser sólo halagados y atendidos por siervos envilecidos, hasta en sus apetencias más bajas. El imperio del egoísmo rechaza forzosamente cuanto de noble y recto pueda existir en la vocación política. El brillo fatuo y efímero justifica trágicamente el menosprecio de toda dignidad personal o social y de toda gloria patria.

En las páginas del libro de Oswaldo Álvarez Paz están, por el contrario, el antídoto contra tales males, con la sencilla fortaleza del testimonio de lo ya vivido.

A quienes hemos tenido el privilegio de su conocimiento y amistad desde los ya no tan cercanos años de la juventud, este libro nos llena de alegría. Por el gozo compartido de un parto editorial que, por lo auténtico, engrandece a su autor. Y, también por la enseñanza esculpida que trasmite, con sinceridad y sin mancha, para las nuevas generaciones».

 

 

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