Miami: En Hialeah gustó el discurso de Obama
El afán diario de algunos negocios de Hialeah tuvo un momento de pausa el martes, mientras dueños y empleados se detenían frente a los televisores para escuchar el discurso del presidente Barack Obama en el Gran Teatro Nacional de La Habana.
“¡Ay, ay, ay!”, exclamaron al unísono comensales y meseras en Tropical Restaurant, en la calle 9 y la avenida 6 del este, cuando Obama habló sobre los derechos civiles en Cuba.
“¡Elecciones libres, comida en la mesa!”, gritó una mujer a la salida del restaurante. “Muchacho, lo van a mandar a callar”.
Como ella, jóvenes y mayores, algunos recién llegados y otros exiliados desde hace décadas, suspiraron con sorpresa y unos pocos dejaron caer lágrimas al escuchar las palabras del presidente de Estados Unidos, que habló sobre la importancia del derecho del pueblo a decidir y ser escuchado. Algunos vaticinaron que la televisión nacional cubana cortaría la transmisión del discurso, mientras que otros especularon sobre la reacción del gobernante Raúl Castro ante el llamado de Obama a “no temerle a las voces del pueblo”.
“Deben estar agarrando a Raúl [Castro] para que no lo vaya a callar”, dijo una mesera.
“Posiblemente en la televisión cubana ya lo hayan cortado”, comentó alguien desde una mesa y, ante las risa de la gente, agregó: “Y ahora van a decir que hubo una falla técnica”.
Sin embargo, el discurso fue transmitido íntegramente en la isla, de acuerdo con varios reportes.
En otras áreas del Condado Miami-Dade se organizaron e improvisaron reuniones para ver el discurso. En el Centro Graham de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), el presidente de ese instituto Mark B. Rosenberg vio la alocución de Obama junto con un grupo de estudiantes y profesores, que tomaban fotos del televisor con sus celulares.
En el restaurante de Hialeah, tres meseras permanecían pegadas al televisor, suspirando y riendo cuando Obama pronunciaba frases en español. En una reacción casi coreográfica las tres se llevaron las manos a la boca y exclamaron un “¡oh!”, extendiendo la vocal por unos segundos, luego de que el Presidente recitara la linea “Cultivo una rosa blanca”, del poema de José Martí.
“En Cuba hay mucha expectativa con la visita de Obama. Políticamente yo no te puedo decir que cambie nada, pero le da esperanza a la gente”, dijo la camarera Mabel Abreu, de 39 años de edad y quien llegó de la isla hace ocho meses. “Esta visita puede unir mucho a los dos pueblos, porque cambia la perspectiva de mucha gente en Cuba, que tiene otra idea de la gente aquí”.
“Por ejemplo allá, en la escuela como pionerito decimos la frase todos los días ‘seremos como el Che’. Llegas aquí y el Che es un asesino. Es un panorama muy diferentes en los dos lados”, agregó Abreu.
A Yusleidis Calbó se le aguaron los ojos cuando Obama hizo referencia a los cubanos que emigran “dejando todo atrás”.
La mujer de 31 años, y quien también es mesera, llegó de Cuba hace ocho meses. Calbó vivía en Centro Habana, a una cuadra del paladar San Cristóbal donde Obama cenó con su familia el domingo.
“Pasó por la misma calle en la que yo todos los días caminaba al llevar a mi hijo a la escuela”, contó emocionada. “Mi mamá me mandó videos de los carros pasando, gente de mi barrio, lo vio todo. Estaban súper contentos”.
Esa imagen de un mandatario accesible que Barack Obama se empeñó en presentar en la isla no es algo a lo que los cubanos están acostumbrados, comentaba la gente en el restaurante.
“Qué pena que cuando Obama tome el avión en Cuba todo vuelva a ser igual”, se lamentó Calbó, como hablando para sí misma, mientras alejaba su mirada del televisor hacia el final del discurso.
En el otro lado de la ciudad, en un taller de mecánica cerca de la alcaldía de Hialeah, Lorenzo Armando Correa, de 72 años de edad y quien emigró hace tres años, apeló a la paciencia.
“Esto ha sido una cosa que se ha extendido por más de 50 años, no se puede esperar que cambie en un momento”, opinó Correa. “Ahora, cuando llegue el internet, las comunicaciones, la gente misma irá viendo el resto del mundo y se va a ir dando cuenta de cómo funciona todo en otras partes”.
En la tienda Ñooo Que Barato, en la calle 23 y la avenida 11 del oeste, Rita Ortiz, que lleva cuatro años en EEUU, dijo que le gustó que Obama “guardara lo mejor para el final” y dejara a Raúl Castro con “pocos argumentos”.
“Muchas fotos y muchas sonrisitas, pero al final acabó con ellos”, dijo Ortiz en la cafetería de la tienda, golpeando el mostrador con su puño. “Y también habló de los problemas que hay en este país y en todo el mundo, que si la educación, la salud, los problemas raciales. Eso es bueno, porque así la gente en Cuba ve que de esas cosas se puede hablar sin miedo”.
El fotógrafo Héctor Gabino contribuyó con este informe.
Siga a Brenda Medina en Twitter: @BrendaMedinar