Un miembro viril de 0,5 milímetros
Acerca del inagotable tema de la doble moral en los Estados Unidos, les cuento el caso de una editora alemana que tropezó con la siguiente piedra: una editorial de Pennsylvania no firmaba el contrato de publicación de un libro suyo, infantil, porque había en él un par de ilustraciones dizque pornográficas.
Susanne Berger, la editora alemana, ya tenía casi seguro el contrato para publicar ese libro con la editorial norteamericana Boyds Mills, cuando sin previo aviso, sin anestesia, le pidieron desde allí que sacase dos ilustraciones de un capítulo donde se cuenta la visita a un Museo. Una de esas ilustraciones incluye un cuadro con un desnudo femenino más inocente que la propaganda de una playa nudista. La otra es la imagen de una estatuilla de siete milímetros, de un muchachito desnudo cuyo miembro viril mide 0,5mm: tamaño cagada de mosca, para decirlo mal y pronto.
(Es divertidísimo cuando se aplica el zoom in a las dos ilustraciones del artículo. Pueden probar con este enlace:
www.ksta.de/html/artikel/1182933905344.shtml
El motivo, le adujeron, es que en EE.UU. hay instituciones donde muchas veces se desempeñan fundamentalistas, y que miran con lupa los libros, y si algo no les parece correcto, ponen sobreaviso a las 40.000 bibliotecas del país, de que tal libro no es apto para niños porque contiene pasajes pornográficos. Lo que, claro está, es un riesgo muy grande para las editoriales que los publican. Así pues, en este caso, poniéndose el parche antes de la herida, le pedían a Frau Berger que sacase esas dos ilustraciones. Como ella se negó, no se firmó el contrato.
Por su parte, la editorial norteamericana tampoco había aceptado la oferta de Frau Berger de tapar los lugares “escandalosos” con franjas negras: “Nadie se autodenuncia, pero para mí lo peor es una censura que no se ve, y las franjas, por lo menos, hubieran inducido a preguntar ¿qué es lo que están tapando?”, arguyó ella. Luego dijo que conoce dos casos donde los autores aceptaron la manipulación de sus ilustraciones: uno, hace quince años, tuvo que retocar las ubres ¡de una cabra!, y otro debió pintarle la parte superior del biquini a unas niñitas en la playa.
Convendría recordar que los Estados Unidos son defensores a ultranza del derecho a la libertad de expresión. Lo que a su vez me recuerda una anécdota de aquel espíritu agudo que fue Bernard Shaw. Quien afirmó que aunque todo el mundo lo consideraba un maestro de la paradoja, ni siquiera a él se le habría ocurrido la idea de erigir la Estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York, como quien dice la puerta de entrada en el país.
Una cosa la tengo bastante segura, y es que si en algún lugar de los EE.UU. hubiera habido alguna vez una fuente pública con una estatua como la del Manneken Pis (el niño meón) en Bruselas, hace tiempo que ya la habrían castrado.
Increíble. Con ese criterio, los niños no pueden ver libros de arte y mucho menos visitar museos como el Louvre, por ejemplo. Me suena a excusa de la editorial para no publicar el libro. ¡No pueden ser tan retrógrados!